Los apuros de la política acomodaticia del Polo

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Cabe esperar que las bases del Polo, una y otra vez abochornadas por el comportamiento oportunista de sus dirigentes, llamen a cuentas a ese Comité Ejecutivo que ha contemporizado con las prácticas más reaccionarias y los procederes más turbios.

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En los últimos días se ha venido agudizando la crisis y el desprestigio de la dirección nacional del Polo Democrático, a causa de las determinaciones de la Corte Suprema de Justicia y de los organismos de control contra los hermanos Iván y Samuel Moreno, que se suman a los numerosos motivos de indignación y desengaño que ya tenían las bases de ese partido y las gentes democráticas y progresistas del país.

En octubre pasado, el ex candidato presidencial de esa agrupación, Gustavo Petro, había denunciado, en rueda de prensa en la que estuvo acompañado por el concejal Vicente de Roux y por el senador Luis Carlos Avellaneda, del mismo partido, que en el Distrito los contratos los acaparan unas pocas firmas; por ejemplo, Efraín y Edgar Torrado García, del partido de la U y amigos de Iván Moreno, controlan el 28% en la Secretaría de Integración Social; en la Unidad de Rehabilitación de la Malla Vial, también en manos del partido “uribo-santista”, tres firmas detentan el 75%, y cinco grandes son los beneficiarios de los negocios de construcción de infraestructura. Conducta esta que prueba que el Polo en vez de oponerse al monopolio de la riqueza, lo fomenta. Quedó igualmente en evidencia que los estrechos lazos que unen al Partido de Uribe y Santos con el Polo en el Distrito se dan no solamente en la esfera política sino que el fuego de su amorío se aviva con la leña que hacen de los asuntos públicos.

La Comisión de Seguimiento a la Contratación del Distrito, el nombre que recibió el grupo de personas seguidoras de Petro que llevó a cabo estas indagaciones, también sostuvo que durante la Alcaldía de Moreno se incrementaron los anticipos a los contratistas, de un 25%, que era lo usual, a un 40%, y que la Alcaldía polista privilegiaba la escogencia a dedo sobre la licitación. Nada de esto ha sido desmentido por los acusados. Poco después, Miguel Nule afirmó que Iván Moreno exigía una comisión del 6% a quien quisiera obtener adjudicaciones en la Capital, y ya en junio del año anterior se había hecho pública una grabación en la que Miguel Nule hablaba con el parlamentario liberal Germán Olano acerca del pago de coimas y se mencionaba a los Moreno y a Moralesrussi, ex contralor de Bogotá.

Frente a este y otros cargos, el Alcalde respondió con un quejido: “Me cansé de los chismes, calumnias, injurias, rumores y consejas”, y se negó a responder preguntas o a analizar los hechos; el senador Robledo, por su parte, ha venido repitiendo: “La extrema derecha debe estar de fiesta”, y el Ejecutivo del partido amarillo promulgó un verdadero toque a rebato: “Llamamos a nuestros militantes y amigos a movilizarse en defensa de la Alcaldía de Bogotá y del proyecto de unidad de la izquierda democrática, hoy severamente amenazados por las fuerzas regresivas que controlan el país”.

La Corte Suprema de Justicia no se tomó el asunto tan a la ligera y abrió una investigación que condujo a la captura de Iván Moreno, el pasado 28 de abril, y a compulsar copias a la Fiscalía General para que investigue al burgomaestre; la Contraloría ordenó el embargo de los bienes de éste y la Procuraduría lo suspendió por tres meses, pues considera que puede haber una actitud de hacer la vista gorda con la morosidad en la ejecución precisamente de las obras sobre las cuales habría pago de mordidas. Es necesario señalar que ni la actitud santista de Petro ni el derechismo extremo del procurador eximen a los líderes del Polo de la obligación de dar explicaciones satisfactorias y específicas sobre imputaciones de tamaña gravedad.

El escándalo del cartel de la contratación ya tiene en la cárcel, además de a Iván Moreno, a Liliana Pardo, ex directora del IDU, a Inocencio Meléndez, ex subdirector técnico del mismo instituto, a Miguel Ángel Moralesrussi, ex contralor de Bogotá y al representante Germán Olano.

Como se mencionó antes, la actitud de la dirigencia polista ha consistido en negar las imputaciones, atribuirlas a una conspiración de derecha y a una campaña de la gran prensa. Ha intentado descargar su responsabilidad política en los jueces, con la perogrullada de que son ellos quienes tienen que decidir sobre las conductas punibles y no el Partido. A éste, según eso, le corresponde únicamente recoger los votos, disfrutar los empleos y los contratos sin dar cuenta alguna al elector burlado sobre la correspondencia entre promesas, palabras y hechos. Gracias a esas acrobacias, aprendidas de los mentores ideológicos capitalistas, no se podrá decir que el régimen de Uribe fue corrupto ni que la plutocracia financiera lo es, ya que delinquen los individuos, no el partido, ni el gobierno, ni la oligarquía. Así se escamotea el debate político con leguleyadas. Una cosa es que la responsabilidad penal sea del individuo y que la colectividad no deba ir a la cárcel por los delitos de sus dirigentes y otra, muy distinta, que esta pueda mantenerse oronda ante los desafueros de unos de sus líderes y la complicidad, vociferante o silenciosa, de los otros.

En las peroratas sobre que se quiere “linchar” al Polo y que no es la prensa la que juzga se percibe el afán de esa camarilla de acallar las denuncias públicas; otro tanto han dicho los Uribes, los Felipe Arias, los parapolíticos, los jefes del DAS, que incluso se refugian en el exterior como perseguidos y que a frente a cada prueba o indicio de peculado y demás chanchullos han alegado que no hay cosa distinta que la difamación del terrorismo, de los guerrilleros de civil. Cierto que hay que hacer respetar el derecho de defensa y la presunción de inocencia, garantías negadas a diario a los humildes y en particular a los colombianos luchadores, pero también la Nación pide a gritos que se ponga fin a la impunidad de los delincuentes de cuello blanco, detentadores del poder económico y político, quienes se escudan en “garantías” legales y en las confabulaciones de los distintos órganos del poder. El país clama por que se castigue a los desfalcadores del erario, plaga que prolifera en estos tiempos de hegemonía de la especulación y el timo.

Colombia necesita que haya más, no menos denuncias públicas, las cuales no se deben limitar a lo que se ventile en los estrados judiciales. Son muchos los campesinos que han sido despojados de sus tierras y asesinados sin que ningún tribunal tome cartas en el asunto. Se violan a diario incluso los ya exiguos derechos laborales supérstites, ¿debemos silenciar nuestras voces porque los jueces no han fallado? ¿Tocará escarmentar a Daniel Coronel por haber desnudado el enriquecimiento de los hijos de Uribe con los terrenos en la zona franca porque no hay una sentencia? ¿No podemos atribuir a Juan Manuel Santos responsabilidad por los falsos positivos en el periodo en que se desempeñó como ministro de Defensa? ¿Se ha de aceptar, en beneficio de los intereses electorales del Polo, que quienes delinquen son los funcionarios medios, que se ven obligados a firmar los documentos y no los jefes?

Ante la medida del procurador de apartar por tres meses de su empleo a Samuel Moreno, el ex candidato presidencial Carlos Gaviria señaló que el alcalde debe estar ocupado “tiempo completo a la alcaldía”, por ello: “Yo pienso que lo que debe hacer es retirarse del ejercicio del cargo”. La furia de la opinión con la frescura del Polo llevó al señor Carlos Gaviria a adelantarse a las sentencias, que los polistas aducían que había que esperar antes de tomar algún correctivo político. En vista del pronunciamiento público de Gaviria, el Comité Ejecutivo de esa colectividad corrió a retirarle el respaldo al burgomaestre, alrededor del cual había cerrado filas hasta ese momento. El propósito no había sido otro que el de preservar los votos de la fracción de los Moreno y captar los que rinde el control de empleos y canonjías del gobierno de una ciudad como Bogotá. La borrasca los obligó al viraje dado que la interinidad no les favorece en los meses previos a los comicios de octubre. La voltereta puede llegar a privarlos de los sufragios de la vetusta Anapo, a la cual le habían hecho todas las concesiones imaginables; quedarían con el pecado y sin el género. Ahora, después de la prolongada riña entre las fracciones por el control de la Alcaldía en los meses que restan, el robledismo, el partido Comunista y el Polo que Suma, especie de morenistas vergonzantes, pujan porque Santos favorezca a su respectivo ternado.

No sólo en este aspecto ha demostrado el Polo que lo único que lo rige es el apetito electoral y ni por asomo principios o posiciones ideológicas. El malabarismo se nota en todas sus posturas. Pasaron de llamar a movilizarse en respaldo de la Alcaldía “severamente amenazada por las fuerzas regresivas” a sostener: “En el Polo hay diferentes valoraciones en torno a la gestión de la Alcaldía. En general, ha sido una alcaldía distante del Polo. Eso es un hecho. Por ejemplo, los acuerdos en el Concejo con las fuerzas tradicionales no fueron consultados con el Polo ni la privatización de la telefónica.” Esas son las astucias del Senador Robledo, principal impulsor de la candidatura de Samuel Moreno y alcahuete número uno de su administración. Nunca, desde el 1 de enero de 2008, cuando Moreno se posesionó, Robledo había dicho una sílaba enjuiciando la manguala entre el Polo y la U en la Administración del Distrito. Ahora, caído en desgracia Samuel, se queja de esas connivencias y de que la alcaldía fue distante. También guardó silencio cómplice cuando Samuel Moreno dijo que: “Yo creo que el Congreso de la República debe legislar, en unas penas mucho más severas para quienes perturban el transporte público y masivo, y que en últimas perjudican a las personas que quieren llegar a sus trabajos y sitios de estudio”. Contemporizaron el radical Robledo y todo el Comité Ejecutivo con la demanda de penas mayores de cárcel para las personas que protestan, estudiantes, profesores, trabajadores, habitantes de los barrios que se ven obligados a bloquear las vías para hacerse escuchar. En ese caso, el riguroso y popular Robledo no pidió garantías ni derechos. Con respecto a la privatización de la telefónica hizo críticas, pero llamó a apoyar al privatizador. Quería los votos de éste y de los enemigos de la enajenación de la empresa bogotana. No se le puede negar que es un verdadero malabarista del electorerismo.

Este legislador, con mucha desvergüenza, afirma que “Polo Democrático va a haber para rato”, pues, el sabe que “si los escándalos acabaran a los partidos el conservatismo y el liberalismo, las colectividades tradicionales de Colombia, ‘debieron acabarse hace rato?’”

Tiene razón. El Polo apenas ha iniciado su carrera de escándalos y corruptelas y, aunque avanza a buen paso, los partidos liberal y conservador, también el de la U, le llevan todavía una enorme ventaja. No se morirá, pues las banderías más descompuestas son las que parasitan y perviven en el lodazal en el que se mueven el Legislativo y el Ejecutivo en Colombia; pero no florecerá en el campo del batallar obrero, campesino o estudiantil, en los cuales se desempeña como taimado apaciguador.

Robledo afirma que las tendencias del Polo son incontables, y no falta del todo a la verdad, ya que una de sus características más sobresalientes es la carencia de cohesión ideológica, se trata de un conglomerado de matices oportunistas, hijo de la Ley que estableció el umbral de votos para alcanzar una curul y para obtener el reconocimiento como partido legal, y es vástago del abandono de los ideales revolucionarios, trocados en un reformismo barato que hizo suyos los emplastos “sociales” del Banco Mundial. Ya en un artículo anterior señalamos que parece un supermercado político, en el que se encuentra lo que el cliente busque. Cada jefe tiene su parcela, o su tenderete, y mercadea los cachivaches que le convengan; nadie responde por el comportamiento del baturrillo amarillento; siempre se culpará, no al Partido, sino al individuo o a uno de los grupos y grupillos que lo conforman. Si la Alcaldía fracasa, la falta será de los Moreno y no del gran Polo inmaculado. Dicen sus adalides que son la alternativa al régimen imperante, pero la cohesión que tiene apenas le alcanza para apelotonarse en busca del umbral. Para alcanzar éste sacrificaron el horizonte, por eso distan mucho de constituir la agrupación o el frente unitario que los colombianos necesitan para sacar avante las tareas de la independencia nacional y de la democracia popular.

El país asiste a una profunda crisis del partido oposicionista oficial, que se hunde en el desprestigio y, simultáneamente, a la operación de salvamento de ese grupo, que llevan a cabo los medios de comunicación, que entienden que la democracia oligárquica colombiana necesita una oposición de esa clase, respetuosa de nuestro torcido Estado de Derecho. Por ello, Caracol, Radio y TV; La W; El Tiempo; Semana y demás entrevistan y elogian a Robledo, a Clara López y a Gaviria. El primero quiso sostener, contra toda evidencia, que las grandes cadenas adelantaban una campaña contra su colectividad y le negaban el acceso a los micrófonos, cámaras y páginas. La respuesta ha sido contundente y unánime: “Pero si usted es una persona que sale en todos los medios”. Ante lo cual, el señor Robledo no tiene más que deslizarse a una queja: “Los medios también tienen sus intereses políticos, no se le olvide. Además, el Polo no tiene ni anunciantes ni dueños de medios”. Ese es el punto, los monopolios de la información tienen intereses políticos, que promueven con toda pasión y sin respeto a la objetividad ni a la mesura, y saben que la democracia oligárquica no luce bien sin alternativas que permitan oxigenar el régimen. Por ello persiguen a Robledo, pero para entrevistarlo, y no permitirán que el Polo desaparezca; llevarán a los domicilios y lugares de trabajo de toda Colombia, de día y de noche, la voz del senador y de sus conmilitones.

Cabe esperar que las bases del Polo, una y otra vez abochornadas por el comportamiento oportunista de sus dirigentes, llamen a cuentas a ese Comité Ejecutivo que ha contemporizado con las prácticas más reaccionarias y los procederes más turbios. Muchos militantes son luchadores honestos que repudian las bajezas y la inconsecuencia de la camarilla que controla ese partido, y Notas Obreras expresa su sincero apoyo a quienes anhelan rectificarle el rumbo y contribuir de veras a la lucha popular.


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