La inconformidad popular necesita más vapor, no una válvula de escape

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Si se quiere enderezar el rumbo de la nación es imperioso avivar la llama de la rebeldía, aumentar su presión, concentrar los vapores que propulsan la máquina del descontento, evitar que se escapen y se enfríen. En estas páginas somos partidarios de que estalle la indocilidad contra la injusticia, de que no se congele el espíritu de lucha.

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Son innumerables y de extrema gravedad los motivos que los colombianos tienen para protestar contra el régimen santista, que ha sumado corrupción, ineptitud e indolencia a sus políticas lesivas al interés nacional y a los más amplios sectores de la población.

Indignan la celada a la que ha sometido la economía nacional, que constriñó al agio y a la explotación minero-energética abatiendo los demás renglones productivos; la obsecuencia con la OCDE, a la que le permite inmiscuirse en cada área de la actividad económica, social o política. Irritan las larguezas con las multinacionales, los grupos económicos y los terratenientes; los chanchullos billonarios en Reficar que colmaron las arcas de un par de empresas gringas, y la quiebra del sistema de salud, presa de unos especuladores desalmados. Santos retó al país con la privatización de Isagen y la ofensiva contra el agro mediante la baja de aranceles para facilitar que los productos extranjeros acaben de barrer la producción interna. Él y sus “geniales” economistas han desatado el incremento del desempleo y de la informalidad, el envilecimiento de los salarios y el deterioro de las condiciones laborales. El hambre se extiende por departamentos como la Guajira y Guainía y cobra víctimas también entre los niños en las grandes capitales; el alza del costo de vida azota los hogares. Como si esto fuera poco, el manejo sórdido que la alta burocracia les ha dado a los problemas de abastecimiento eléctrico está a punto de llevar al país a un nuevo apagón; los anuncios de otra reforma tributaria llena de exoneraciones y rebajas para los acaudalados y cargas para la población crispan a las gentes; la enseñanza se deteriora…

Enardecen el tráfico de influencias, las intrigas palaciegas, el derroche de la Casa de Nariño, la miopía del gabinete y de su jefe, las disculpas tontas con las que pretenden justificar los desaguisados. Agravian la sonrisa cínica del mandatario, su machacón y enajenado alegato de que vivimos una situación óptima. Las propias encuestas no dejan lugar a duda: la apabullante mayoría de la gente rechaza de plano a Santos y su chapucera gestión, que lo único que puede aducir en su favor es que heredó los problemas de administraciones anteriores —aunque hizo parte de muchas de ellas. En esto no miente: recibió un país maltrecho y lo ha conducido a una situación calamitosa.

En consecuencia, Colombia clama por una protesta capaz de poner coto a los desafueros del gobernante. Se trata de que la indignación estalle y se manifieste con fuerza en las plazas y en las calles de toda la república. En contra de tan urgente anhelo, el presidente de la Confederación General de Trabajadores, CGT, y miembro titular del Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, Julio Roberto Gómez, manifestó a Caracol Radio que: “habrán (Sic) desfiles sin bloqueos para no generar traumatismo en la movilidad…” La idea, según su explicación, consistió en hacer un paro nacional ¡sin causar traumatismos! Que las empresas trabajen, que en los colegios haya clases, que se dé la circulación en las carreteras y en las calles. Un paro sin parálisis, castrado de los elementos que lo caracterizan y le dan eficacia. Agregó que  “durante la jornada de protestas no se presentarán disturbios porque pidieron el apoyo de la Policía ‘para acompañar las marchas y evitar que encapuchados y ajenos a la protesta generen disturbios.’” (Ibidem) Los propios dirigentes, siempre según Gómez, se encargaron de solicitar al Esmad que estuviera presto, con sus bastones y gases, a aporrear a quien se atreviera a interrumpir el tráfico o a presionar para que se respete el cese de actividades. Finalmente, aclaró que sus objetivos son los de aplacar la indignación, no estimularla. Es decir, que sus fines son los de Francisco Berbeo, no los de José Antonio Galán: “es conveniente (el paro) porque no puede seguir presentándose una especie de ‘olla a presión sin tubo de escape’ en donde la gente comenta la gravedad de la situación, ellos quieren explotar”. (Ibidem) Julio Roberto Gómez se impuso el nada honroso encargo de evitar que la justa ira de la gente explote, que le castigue al régimen sus atropellos, que lo obligue a derogar las medidas retrógradas; busca disminuir, esterilizar el descontento. Infortunadamente, él no está solo haciendo el mal recado: su concepción y su conducta, tan nefastas para la causa democrática, son moneda común en ciertas cúpulas, por ello es urgente someterlas a crítica y denuncia. Si se quiere enderezar el rumbo de la nación es imperioso avivar la llama de la rebeldía, aumentar su presión, concentrar los vapores que propulsan la máquina del descontento, evitar que se escapen y se enfríen. En estas páginas somos partidarios de que estalle la indocilidad contra la injusticia, de que no se congele el espíritu de lucha.

Escuche aquí el audio de la entrevista a Julio Roberto Gómez, Presidente de la CGT

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