Mockus: filosofía alcabalera

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Por Francisco Cabrera[*]

El alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, presentó el pasado 30 de marzo ante el Concejo una confiscatoria reforma tributaria distrital, que según él significará un incremento de 33% en la tributación de los bogotanos. El plato fuerte del paquete alcabalero es una elevación de hasta el doble en las tarifas del predial, acompañada del aumento de dos y tres puntos en la tasa de industria y comercio, el cobro del alumbrado público, el establecimiento de peajes en las entradas de la ciudad, la llamada «contribución por plusvalía» de 50% y un «impuesto de pobres» de 10% por el ingreso a espectáculos públicos. Esta reforma, que busca esquilmarles a los bogotanos $300 mil millones de pesos adicionales al año, se presentó a sólo tres meses de que Pastrana le impusiera al país una antipopular reforma tributaria que elevó el IVA a 16%, condenó a muerte a miles de pequeños negocios con su incorporación al Régimen Común y elevó de dos a tres por mil el impuesto a las transacciones financieras.

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La reforma ha levantado entre la ciudadanía un inmenso rechazo y fue criticada por los gremios de la industria y el comercio. Mockus se apresuró a defender su engendro diciendo que sin ella no habrá obras y argumentó que en Miami la gente tributa un predial de 20×1.000. Para justificar la lesiva reforma Mockus está dispuesto a decir lo que sea, llegando al absurdo de comparar a Bogotá con Miami, la una atascada en una prolongada recesión, con 20% de desempleo y abrumada por la pobreza, y la otra con un ingreso per cápita 20 veces el de la capital colombiana. Y está dispuesto a ello para mantener el ritmo de las inversiones con las cuales se busca hacer atractiva la ciudad para el capital extranjero, considerado por los tecnócratas de turno como la única alternativa hacia la prosperidad.

La reforma es una de las tres fuentes de financiación con las cuales Mockus piensa recoger los $7,1 billones que le hacen falta para financiar su plan de desarrollo, que tiene un costo de $13,3 billones. Por ello, aunque se vio obligado a retirar el proyecto del Concejo, anunció que después de corregir las inconsistencias legales que algunos sectores le criticaron, volverá a presentarlo. Los otros recursos para el Plan saldrán de una nueva descapitalización de Codensa, de la que le corresponderían al Distrito $487 mil millones, y de créditos por $1,3 billones.

Al profesor Mockus lo obsesiona poder mantener el nivel de inversiones de la administración anterior, lo que le permitió a Peñalosa salir de la Alcaldía con un alto índice de popularidad. Y como para poder invertir Peñalosa patrocinó el fraude que significó la descapitalización de la Empresa de Energía, de donde obtuvo ingresos extraordinarios por cerca de $1 billón de pesos, Mockus propone una segunda edición del saqueo, esta vez por medio billón de pesos. Sin contar las utilidades, al socio extranjero le correspondió en la primera descapitalización, y le corresponderá en la que se urde, una cantidad equivalente, con lo cual suman entre los dos socios ¡$3 billones! Dinero que en últimas ha salido de los bolsillos de los usuarios. Si los bogotanos buscan una explicación a las alzas en las tarifas de la energía, aquí tienen una buena: la complicidad de las tres últimas administraciones con la trasnacional Endesa para que esta exprima sin piedad a la población con tal de recibir una parte del botín.

En cuanto al endeudamiento proyectado, es de tal magnitud, que la ciudad duplica sus compromisos y queda completamente entrampada con el capital financiero, principalmente internacional. Por ese camino Bogotá terminará corriendo la misma suerte de la nación, a la que hoy le toca destinar 44% de su presupuesto al pago de la deuda.

Ahora bien, ¿a quién benefician las inversiones de los últimos gobiernos? El grueso de las obras programadas para los próximos nueve años, según el Plan de Ordenamiento Territorial, tiene como fin primordial adecuar la infraestructura vial y de servicios y embellecer ciertas zonas de la ciudad, para convertirla en sede de operaciones de las firmas trasnacionales en el Área Andina y en Sudamérica, con vocación de proveedora de servicios. Según la creencia oficial, sólo poniendo la ciudad al servicio del capital extranjero podremos «insertarnos en la economía globalizada». Los otros beneficiarios han sido algunos grupos oligárquicos ligados al capital financiero y a la industria de la construcción y un sector que, en asocio con capital internacional, emerge como nuevo monopolio en el transporte, para lo cual el Estado juega un papel clave a través de Transmilenio.

En su papel de agente de la recolonización, el profesor Mockus no ve, o no quiere ver el estruendoso fracaso universal de la globalización imperialista, con sus secuelas de ruina y miseria en los países pobres, y de concentración sin precedentes de la riqueza en un puñado de especuladores financieros y en unas cuantas corporaciones trasnacionales en los países ricos. Su actitud servil lo conduce a acorralar a la población con más y mayores cargas tributarias. Su régimen alcabalero, al servicio de la dominación de Colombia por el imperialismo, nos recuerda que fue precisamente contra un régimen extorsivo similar que comenzó a gestarse la revolución de Independencia contra el colonialismo español.


[*] Publicado en Tribuna Roja Nº 83, mayo 8 de 2001.


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