Peñalosa, el hombre de los monopolios

Por Francisco Cabrera[*]

Una vez más los monopolios impusieron su candidato a la alcaldía de la capital, haciendo uso del inmenso poder de los medios de comunicación para manipular la conducta de las capas medias. La campaña se polarizó entre Peñalosa, en torno a quien cerraron filas los principales grupos económicos presentándolo como el estudioso que se ha preparado durante quince años para gobernar la principal y la más caótica urbe del país, y Moreno de Caro, la opción populista respaldada por la casa Gómez y el directorio conservador. Como veremos, conocer la ciudad es para la burguesía saber valerse del gobierno cuando se trata de hacer negocios, y entender lo que se necesita para que las trasnacionales se sientan atraídas a realizarlos.

“Puliendo el programa”

Durante la campaña Peñalosa no se diferenció mucho de sus contrincantes. Habló sobre las cosas que el grueso público quería escuchar: combatir la inseguridad, acabar con el caos del transporte, mejorar la prestación de los servicios, amén de las consabidas promesas de más empleo, salud, educación y vivienda para los pobres.

Conquistada la alcaldía comenzó a “pulir su programa” como tituló El Espectador del 28 de octubre: le parece muy timorata la propuesta de Bromberg de privatizar la Empresa de Teléfonos por la vía de capitalizarla, y propone venderla en bloque.

Ignorando olímpicamente el papel del sector privado en lo sucedido en Doña Juana, y con la pestilencia aún en el ambiente, afirmó: “El Distrito no debe tener ni volquetas ni maquinaria. Todo será subcontratado, lo que es más rentable para la ciudad y más eficiente”. Cree que la cultura ciudadana “no es con mimos y jueguitos”, sino con “garrote y zanahoria” y plantea recuperar los andenes, desalojando a los vendedores ambulantes y creando una entidad especial con el supuesto fin de velar por el espacio público.

En una entrevista concedida a El Tiempo del 9 de noviembre, dijo que “Bogotá no puede salir adelante hacia el futuro sino cobrando valorización a diestra y siniestra”. Allí mismo amplía su interpretación de cultura ciudadana con sus dos componentes de garrote y zanahoria: “no alcanzamos a imaginar lo doloroso que va a ser” enfatizó.

Como si fuera poco el alcalde electo expresó su decisión de convertir varias de las avenidas arterias de la ciudad en troncales, entregándolas al sector privado para que las administre cobrando peajes por su uso. La primera sería la Caracas. Y se comprometió a darles continuidad a los proyectos de elevar la sobretasa a la gasolina a 20% y cobrarles a los bogotanos cerca de $30 mil millones por el alumbrado público.

Pero los verdaderos elementos para “pulir su programa” los recibió en forma simbólica en el acto de presentación del Plan Estratégico Bogotá 2000 el pasado 4 de noviembre. Como en las carreras de relevos, Bromberg le entregó a Peñalosa el Plan cuyos primeros pasos se dieron bajo la administración Castro, y que, aún sin madurar, Mockus hizo suyo en Formar Ciudad. Al nuevo alcalde, muy familiarizado con la llamada planeación estratégica, le corresponde la misión de enrutarlo hacia sus primeras metas, que deben ser alcanzadas en el año 2010: convertir a Bogotá en una ciudad competitiva, de clase mundial, valga decir, en un paraíso para los grandes consorcios.

¿Para qué el gobierno?

La mayor habilidad de Peñalosa consiste en pasar del sector público al privado, contribuir a elaborar las políticas oficiales que facilitan la recolonización del país por el imperialismo, y después pelechar de ellas. Para comenzar, hizo parte de la panda de tecnócratas educados en las universidades gringas y adiestrados por el Banco Mundial, que asesoraron al gobierno de Barco cuando este decidió lanzar la República por el despeñadero de la apertura económica. La Ley 9 de 1989, destinada a regular el planeamiento de las ciudades, hizo parte del conjunto de reformas emprendidas en aquella época.

En aplicación de la mencionada ley, al finalizar la administración Pastrana se dictó el acuerdo 06 de 1990, que contiene el plan de ordenamiento físico del Distrito. Allí quedaron contemplados los planes zonales, que debían ser concertados con la empresa privada. El mismo año, Caicedo Ferrer instaló la Misión Bogotá Siglo XXI, un instrumento de lo que llaman planeación estratégica urbana, consistente en que los empresarios y el gobierno convienen sobre grandes proyectos cuya realización es de largo plazo.

El primer plan surgido de la aplicación del acuerdo 06 y de la planeación estratégica, fue el de ordenamiento del borde occidental adoptado en 1992 que dispuso adelantar los proyectos urbanísticos de Tintal, en Kennedy, y Agrológicas III en Bosa y montar una Zona Franca para atraer la inversión de las multinacionales. Los empresarios aportan la tierra y las construcciones y el Estado les hace las obras de infraestructura. Recordemos que Peñalosa ocupó la subgerencia de la Empresa de Acueducto, una de las entidades más comprometidas en estos proyectos.

La familia Peñalosa es la principal accionista de la sociedad Zona Franca de Bogotá, y por tanto será la principal beneficiaria de las enormes inversiones del Distrito y de la Nación en el borde occidental. La segunda pista del aeropuerto Eldorado, las avenidas Cundinamarca y Ciudad de Cali, el programa Santa Fe I y la primera etapa de la descontaminación del río Bogotá, entre otras, son inversiones que superan los US$2.000 millones y que tendrá que pagar toda la ciudad. Darle un empujón a esas obras desde la alcaldía, “cobrando valorización a diestra y siniestra”, no les caería nada mal a los Peñalosa.

El afán por privatizar y entregar a contrato las funciones del Estado se fundamenta también en el negocio. Su familia tiene experiencia en sacar provecho de sus nexos con el gobierno. Para la muestra está la entrega de los parques de la ciudad que hiciera Jaime Castro al sector privado: con ínfimo capital los Peñalosa constituyeron a las volandas la sociedad Reforestación y Parques y se alzaron con el parque de El Salitre, un filón altamente rentable que les produce utilidades de más de $2.000 millones al año. Posteriormente Mockus nombró director del Instituto Distrital de Recreación y Deporte, IDRD, a Guillermo, hermano del alcalde recién elegido.

El verdadero plan

El imperialismo y la oligarquía criolla tienen resuelto el problema de darle continuidad a las políticas que garanticen convertir a Bogotá en una pieza de la globalización. Las prioridades y megaproyectos del plan Formar ciudad de Mockus fueron tomados del Plan Estratégico Bogotá 2000 y según se deduce de su programa de gobierno, lo mismo hará Peñalosa. Los reparos que este último plantea se refieren apenas a los ajustes necesarios que hay que hacer en el camino, o a mostrar mayor resolución en llevarlos a cabo.

Como parte de la línea estratégica para hacer “atractiva” la ciudad para la inversión extranjera, o “coqueta” en el lenguaje de Mockus, Bogotá 2000 contempla, aparte de las privatizaciones, la Zona Franca y las obras de infraestructura vial y de servicios que ya mencionamos, la realización de un estudio de competitividad, que la Cámara de Comercio contrató con la firma Monitor Company. En la primera fase del estudio que se conoció en el mes de marzo con el nombre de Fuerza Capital, la principal recomendación que se formula es la independencia del Distrito frente al país.

El camino es convertir a Bogotá en el eje de una región, comenzando por planear su crecimiento futuro incluyendo a los 18 municipios de la Sabana en un área metropolitana. Dentro de los proyectos de Bogotá 2000 está generar una oferta masiva de tierra urbanizable en esos municipios, para desviar los asentamientos pobres hacia ellos, al tiempo que se busca la recuperación del centro, en donde el extremo deterioro al que ha llegado permite la compra de los predios por el gran capital especulativo a menos precio. Corresponderá al alcalde electo llevar a término tanto el objetivo de concretar el área metropolitana, como la recuperación del centro por la burguesía, para hacerlo de clase mundial.

“Calidad de vida”

Imitar a Mockus montando en bicicleta y repetir como un disco rayado durante toda la campaña la misma cantinela sobre “elevar la calidad de vida” fueron toda la gracia del nuevo inquilino del Palacio Liévano. Por todo lo dicho hasta aquí es fácil deducir que la preocupación que alentó esa repetidera es la misma que se plantea en el estudio de Monitor en un aparte titulado Calidad de vida como una palanca estratégica: “La calidad de vida de una ciudad ya no debe apuntar solamente a cumplir con una responsabilidad social ante sus ciudadanos… El resultado es una ciudad que ofrece una calidad de vida poco atractiva. Esto crea muy poco incentivo para la atracción de extranjeros y empresas multinacionales a establecerse en la ciudad ya que los ejecutivos se niegan a vivir en ella”.

Los neoliberales critican que el Estado dedique esfuerzos a atender las necesidades populares pues este debe concentrarse en atraer “extranjeros y empresas multinacionales”. De allí deriva el afán por la seguridad, el espacio público y el medio ambiente, entre otros. Para avanzar en estos aspectos se requiere de una fuerte dosis de “civismo”, la otra palanca estratégica recomendada en Fuerza Capital. Y Peñalosa está dispuesto a lograrlo, aunque “no alcanzamos a imaginar lo doloroso que va a ser”. No solo lo doloroso, sino lo costoso diríamos, pues muy seguramente se buscará por medio de la “participación” que el pueblo, ahora sí importante, ponga de su parte realizando una serie de labores que le corresponden al Estado.

«El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa», escribieron Carlos Marx y Federico Engels hace 150 años en el Manifiesto comunista. Hoy no hay duda de que las palabras de los maestros del proletariado mantienen plenamente su vigencia. Se confirman al ver al gerente recién elegido, con su planeación estratégica, con los de su clase ávidos de lucrarse con la entrega del país, y con sus asesores gringos que recomiendan el separatismo y apercollar la población hasta reventarla con tal de atraer multinacionales.


[*] Publicado en Tribuna Roja Nº 75, enero 26 de 1998.

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