Mockus, el prestidigitador (I)

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En la presente contienda, por primera vez, Mockus representa a un partido político. Cuando él, Peñalosa y Garzón se juntaron lo hicieron porque estaban identificados pues la política que habían desarrollado desde la alcaldía de Bogotá durante 13 años había sido una sola: la entrega de la ciudad al capital monopolista.

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Es indudable que el acontecimiento político de las últimas semanas es el acelerado crecimiento de la intención de voto por el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus. Lo que resulta un total desatino es comparar la llamada “ola verde” con una revolución, aunque es de común ocurrencia que la oligarquía pretenda hacer pasar como tales ciertos movimientos políticos originados en su seno y alentados desde los medios, máxime si se trata de buscar el desplazamiento, en las alturas del Estado, de una camarilla por otra.

Después de conocerse el fallo de la Corte que le negó a Uribe la posibilidad de la segunda reelección, el cotarro político se alborotó con una intensidad sin precedentes. Los cambios en la situación se producen a una velocidad de vértigo. Estaba claro que Juan Manuel Santos, quien desde un comienzo ha estado punteando en las encuestas, era el ungido por el uribismo para suceder al jefe de la Seguridad Democrática, pero aún no se definía la cuestión de quién sería el rival con la mejor opción de derrotarlo, asunto de suma importancia para la Casa Blanca y para las facciones de la burguesía interesadas en sustituir la pandilla que concentró el poder en Colombia en los últimos ocho años, algo nada fácil y que requerirá movilizar, como nunca antes, el llamado voto de opinión, cuyos motores son las encuestas y los medios, y éstos, a su vez tienen sus propias turbinas: el dinero de quienes controlan la vida económica. La baraja de aspirantes abarcaba desde la extrema derecha de un Vargas Lleras, hasta la “izquierda democrática” de un Petro, eso sí, todos “calificados para el trabajo”, como dijera el periódico de los financistas gringos The Wall Street Journal.

La primera apuesta la hicieron por Noemí Sanín, pero la candidata conservadora se rajó en las primeras de cambio. A pesar de que ser mujer representaba cierta ventaja, los compromisos de la señora con los gobiernos de los últimos 25 años la mostraban como una exponente de la política tradicional. Además, se dejó llevar por el triunfalismo y desdeñó las volubilidades que aquejan a los partidos provocadas por el temor a quedar al margen de los contratos y de las cuotas burocráticas. Cuando la candidata trataba de marcar diferencias éticas con Uribito, desde palacio el jefe de la panda dio la orden a las fuerzas de la coalición de gobierno de cerrar filas en torno a Santos y acabó con la unidad del conservatismo. El declive en las encuestas comenzó con el primer debate televisivo el 23 de marzo, en el que la ex embajadora lució insegura y repitiendo, acartonada, el libreto de sus presuntas recetas salvadoras. Una semana después, con el anuncio de que Fajardo aceptaría ser la fórmula vicepresidencial de Mockus, la candidatura de éste se disparó y en pocos días se colocó en el segundo lugar en los sondeos. Noemí fue flor de un día. Ahora, trata desesperadamente de atajar con amenazas de expulsión el paso en masa de los parlamentarios de su colectividad a la campaña del partido de la U, al tiempo que, con un dejo de amargura, afirma sus identidades programáticas con el ex rector de la Nacional, dejando entrever que preferiría sumarse a los verdes que aliarse con Santos, a quien acusa de sonsacarle cuadros prestantes ofreciéndoles puestos.

Quien vive su cuarto de hora es Mockus. En los sondeos revelados en la última semana, el profesor se sitúa a un punto escaso de Santos en la primera vuelta, y, por primera vez, aparece alguien que derrotaría al candidato de Uribe en la segunda. El crecimiento del fervor por el ex alcalde corre paralelo con el abandono del respaldo a Uribe por parte de importantes medios y círculos del gran capital. Hace apenas unos meses era impensable un editorial de Juan Gossaín en RCN —cadena del grupo Ardila Lule a la que por su uribismo se la llegó a llamar Radio Casa de Nariño—, como el que pronunció el 13 de abril basado en los documentos incautados por la Fiscalía en las oficinas del DAS, editorial en el que tilda de monstruosos los planes de sabotaje contra la oposición, jueces, periodistas y ONG urdidos por ese Departamento adscrito a la presidencia, y clama porque se investigue y se revele quién los ordenó. En las columnas de opinión de El Espectador, el periódico del grupo Santodomingo, las críticas al gobierno y el entusiasmo por los verdes son casi unánimes; para la muestra veamos lo que dice otra uribista conversa, María Elvira Samper, en su columna del pasado 24 de abril: “La campaña no se está definiendo entre izquierda y derecha. Tampoco entre uribismo y antiuribismo: Mockus y su coequipero Fajardo no mordieron la manzana del antiuribismo, que es minoritario en el país (…) La alternativa no es el falso dilema seguridad vs. negociación con las Farc. La campaña se libra entre la continuidad y el cambio en el estilo de hacer política y de ejercer el poder, entre la marrulla y la transparencia, entre el “todo vale” para obtener un fin y el respeto por la legalidad.” La tendencia se irá acentuando a medida que pasen los días, suba la temperatura de la campaña y comiencen a conocerse las opiniones favorables a Mockus en los influyentes medios estadounidenses, como la que dio a conocer The Wall Street Journal el 24 de abril: “Mockus se ha comprometido a continuar las exitosas políticas de seguridad interna manteniendo la mano dura contra los grupos guerrilleros izquierdistas, un mensaje dirigido a los votantes moderados y a Washington, que mantiene una estrecha relación con Uribe. ‘Es difícil recordar un avance tan sorprendente. Es un fenómeno’, dijo Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un centro de investigaciones independiente con sede en Washington. ‘Ahora mismo los colombianos son una paradoja: en este caso, quieren continuidad y cambio al mismo tiempo. Les gustan las políticas de Uribe, pero están cansados de su estilo político desafiante’, dijo.”

Continuidad en el rumbo y cambio en el estilo es exactamente lo que ofrece Mockus. Lo que se ve como un “fenómeno” realmente tiene una explicación lógica y para llegar a ella se requiere destacar algunos aspectos de la historia del personaje.

Mockus fue el rector nombrado por César Gaviria para iniciar la reforma neoliberal de la Universidad Nacional. Por esa misma época se dictaron las leyes que pusieron en el mercado los servicios públicos, la salud y las universidades estatales, al igual que aquellas que reglamentaron la descentralización y el régimen especial para Bogotá ordenados por la Constitución de 1991. Poner en marcha aquel conjunto de reformas que se constituían en la base para una verdadera recolonización de Colombia por el imperialismo, como lo calificó acertadamente Francisco Mosquera en su momento, implicaba un enfrentamiento con la clase política tradicional, la cual fue sometida a una campaña sistemática de desprestigio. Desde el día en que se bajó los pantalones frente a una asamblea de 500 estudiantes siendo rector de la principal universidad del país para luego lanzar su candidatura a la alcaldía de la Capital, Mockus reveló una extraordinaria capacidad para entrar en sintonía con los medios a través de los símbolos y el espectáculo, y a la vez, interpretar las principales necesidades burguesas de la era de la globalización. Así inició una carrera en la que ha suplido la falta de maquinaria: de una parte, con la propaganda que le han brindado generosamente la televisión, la radio y la prensa, las cuales le ayudaron a forjar una imagen de antipolítico, y por la otra, ofreciendo “resultados” provechosos a los monopolios. Veamos algunos de ellos.

Mockus impuso por decreto, contra la voluntad del Concejo, su primer plan de desarrollo, que continuaba la obra de Jaime Castro tendiente a acondicionar la ciudad para la apertura. Luego, en un pulso con esa corporación, sacó adelante la venta de la Empresa de Energía en condiciones ampliamente beneficiosas para la multinacional Endesa y le entregó la planta de tratamiento de Tibitoc, patrimonio de la Empresa de Acueducto, a un consorcio francés, el cual, al poco tiempo, les elevó en ocho veces su valor el precio por metro cúbico de agua a la ciudad y a varios municipios del norte de la Sabana. En varias ocasiones intentó vender la Empresa de Teléfonos, pero se lo impidió el Cabildo Distrital. En el occidente de la ciudad puso en marcha un plan de reordenamiento que favoreció la instalación de parques industriales para la maquila y el desarrollo de grandes proyectos urbanísticos de vivienda especulativa, al tiempo que inició el desalojo de más de diez mil familias de la zona ribereña del Río Bogotá, lo que provocó la resistencia de sus habitantes, quienes, en junio de 1996, protagonizaron un impresionante paro cívico que involucró las localidades de Kennedy, Bosa, Fontibón, Engativá y Suba.

El hoy candidato de los verdes fue obsesivo con las cargas tributarias sobre el pueblo: elevó la sobretasa a la gasolina, el impuesto de industria y comercio y el predial y cobró mediante el sistema de valorización por beneficio local cuarenta obras que se hicieron en esos años, entre ellas la Avenida Ciudad de Cali. El impoluto profesor, para quien supuestamente los dineros públicos son sagrados, no se libró de los escándalos y terminó salpicado por algunas transacciones realizadas irregularmente en la Empresa de Acueducto, con lo cual se supo que en esa entidad, y en otras como la Secretaría de Hacienda y el IDU, se instalaron mesas de dinero en las que se especulaba en el mercado financiero poniendo en riesgo los dineros de los contribuyentes; Mockus no desmontó las mesas de dinero, pero sí salió en defensa del gerente de la empresa, Alejandro Deeb, quien por esos hechos estuvo varios días bajo arresto domiciliario.

En su primer mandato, Mockus reveló una actitud disolvente en torno a la unidad nacional. Decía que la globalización había convertido la ciudad en una suerte de barrio del mundo, y su Secretaria de Hacienda, Carmenza Saldías, llegó a plantear que el Distrito debía competir con la nación en la búsqueda de recursos y sacar ventaja de las dificultades que aquella pudiera enfrentar.

Finalmente, nuestro matemático, embriagado por su ascenso súbito al segundo cargo del país, no pudo resistirse a la tentación de ir por la presidencia de la república y en abril de 2007 renunció para lanzar su candidatura. En aquella oportunidad los electores lo castigaron con una pobre intención de voto por haber dejado tirado el puesto, y así, terminó aceptando ser fórmula a la vicepresidencia de Noemí Sanín, quien no pasó a la segunda vuelta en las elecciones que ganó Andrés Pastrana. Para expiar su pecado, Mockus realizó un ritual ante las cámaras y presentó por segunda vez su aspiración a la Alcaldía Distrital. Ganó nuevamente.

En el 2006 el ex alcalde volvió a lanzar su candidatura a la presidencia pero sólo obtuvo 146 mil votos. El favor de los medios, en un momento en el que Uribe tenía asegurada la reelección, estuvo del lado del ex magistrado Carlos Gaviria, candidato del Polo Democrático.

En la presente contienda, por primera vez, Mockus representa a un partido político. Cuando él, Peñalosa y Garzón se juntaron lo hicieron porque estaban identificados pues la política que habían desarrollado desde la alcaldía de Bogotá durante 13 años había sido una sola: la entrega de la ciudad al capital monopolista. Con las obvias diferencias de estilo personal, cada uno se había sentido en su momento heredero de la obra de su antecesor. Al unirse necesitaban adquirir una expresión política y la encontraron en el Partido Verde Opción Centro. No por el programa que esa colectividad tenía, lo cual les importaba un bledo, sino porque les urgía adueñarse del cascarón y de la personería jurídica. Todo fue producto de los afanes electorales del momento, pero contaron con la benévola ayuda de los medios, ¡otra vez los medios! quienes los bautizaron cariñosamente “los tres tenores” y les brindaron un cubrimiento permanente a sus correrías. Poco a poco el nuevo producto se fue aprestigiando en el mercado y cuando vinieron las consultas del 14 de marzo ya contaba con una importante aceptación principalmente entre los jóvenes. De allí vino la ofensiva por el voto de opinión que había estado con Fajardo en un principio, luego con Petro y hasta pocos días después del 14 de marzo con Noemí.

Si como muestran los sondeos la tendencia de Santos a la baja y de Mockus a ganar puntos continúa, es probable que el ex alcalde represente el fin del poder de la banda uribista. Dice la madre del profesor, que es escultora, que él “puede convertir una taza en una obra de arte”, pero para eso, “necesita una nube de fotógrafos”. Si gana el hijo de doña Nijole, para el pueblo no habrá alivio a sus padecimientos, pero habrá circo. Preparémonos, la función está por comenzar.

Mockus el prestidigitador II

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