Ataques a la enseñanza de la ciencia

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Nos parece que propuestas como las del maestro Cubillos están más cerca del oscurantismo y los promotores del Diseño Inteligente que de una verdadera preocupación por el estado lamentable de la educación colombiana.

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Con el título Menos ciencias puras y más argumentación en el bachillerato”, Julián Cubillos, que se desempeña como docente de las universidades del Rosario y Jorge Tadeo Lozano, quiere demostrar que: “Es lamentable que las matemáticas, la química y las demás ciencias puras constituyan el pilar sobre el que se funda la enseñanza del bachillerato. Es lamentable que esta enseñanza se funde sobre una visión tan sesgada del conocimiento.”

Para sustentar su insensatez expone que las ciencias son saberes sobre los cuales los estudiantes de bachillerato “no tienen ni la más remota idea, o no tienen en muy buena estima” y hacen que otras formas de conocimiento sean calificadas como “un relleno”. El profesor Cubillos cree que en los colegios del país se enseña demasiada ciencia, y que ésta es la causa del desinterés de los escolares.

Advierte que la respuesta al problema consiste en ampliar la concepción que tiene la enseñanza secundaria del conocimiento. Expresa que éste “no se limita al campo del lenguaje, al pensamiento verbal o al razonamiento científico, sino que igualmente está al servicio de la imaginación, la sensación, la percepción, la emoción y la moral”. Entonces, como el conocimiento es más que ciencia, y que ésta representa “un porcentaje mínimo del conocimiento”, hay que disminuir su instrucción en los currículos, porque: “¡Este enfoque está acrecentando la ignorancia!”. El maestro Cubillos propone que para combatir la ignorancia se deje de educar en ciencia. En tiempos en que todo vale “resulta que es lo…mismo un burro que un gran profesor”, como expresara el tango Cambalache.

Sugiere, con razón, otro problema: que los bachilleres no saben leer ni escribir. Que es necesario desarrollar estas aptitudes para saber argumentar, pues el que no las emplea correctamente “no sabrá discernir las propuestas políticas de sus gobernantes, no conocerá sus derechos y mucho menos sabrá cómo hacerlos valer. Sí, sin ir muy lejos, es claro que la falta de una fundamentación argumentativa tiene implicaciones políticas, sociales y económicas, porque quien no sabe argumentar es, sencillamente, objeto de dominación”. Estamos de acuerdo. Pero no es quitando lo poco de ciencia —y mal enseñada— de los currículos que se van a solucionar los problemas de lectura, escritura y argumentación de los estudiantes colombianos. Todo lo contrario. La ciencia proporciona elementos argumentativos, pues su método promueve la disciplina en la investigación y ayuda a formar un criterio sólido para desechar o aceptar las explicaciones circundantes; ha demostrado que no cualquier saber o charlatanería satisface sus controles para que puedan ser considerados como explicación coherente de la realidad, y esto no es síntoma de intolerancia sino de rigor, que es, entre muchos aspectos, de lo que adolece la educación en Colombia, desde el preescolar hasta los estudios de postgrado.

Plantea que “la esencia de un argumento está en la persuasión que además de verbal es no verbal” y que si se instruye en esta manera particular de entender la argumentación, los jóvenes “estarán más preparados para enfrentar a un mundo que es, en esencia, persuasivo”. Además de su estrechez de miras, pues desconoce que el poder económico y político prevalece sobre cualquier razonamiento, el docente universitario cree que una argumentación sólida no reside en la fuerza de las explicaciones y la correspondencia de éstas con la realidad, sino en la persuasión. Quiere encantadores de serpientes y parlanchines más que jóvenes con una visión clara y sustentada del mundo, producto de un método riguroso. Hace ver la argumentación como mera palabrería.

Para terminar de darle forma a su propuesta, señala que “la educación secundaria necesita menos matemáticas avanzadas, tales como álgebra, trigonometría y cálculo, menos química inorgánica y física nuclear”. ¿Matemáticas avanzadas, química inorgánica y física nuclear?, ¡este señor a cuál escuela se refiere!, si la ciencia que se imparte en el colegio es apenas un remedo. Además, si el supuesto del profesor fuera coherente con los hechos, no debería disminuirse su aprendizaje, porque precisamente, lo que necesita el país es que los jóvenes estén mejor preparados en estas áreas.

El docente universitario, para continuar con su notable incoherencia, observa que “no es que las ciencias puras sean innecesarias, es simplemente que el bachillerato no es el momento apropiado para aprender…mucho menos cuando su enseñanza está quitándole el espacio a lo realmente importante para nuestros jóvenes: la argumentación”. Sin miramientos, observa que “es mínimo el porcentaje de los bachilleres que puede acceder a la educación superior”. Entonces, si el bachillerato no es el período apropiado para la instrucción en las ciencias y pocos bachilleres tienen la oportunidad de ingresar a la universidad, que en teoría sería el lugar oportuno, ¿cuándo será el momento para educarse en la ciencia?

La solución de estos problemas la endilga al Ministerio de Educación —órgano al que poco le interesa la calidad de la instrucción y que en vez de mejorarla la ha envilecido—. Para ello, el ilustre profesor propone que se le pregunte a esta institución “¿de qué sirven el cálculo, la trigonometría y la química cuando no se sabe leer ni escribir, cuando no se sabe argumentar? ¿De qué sirve la mediocre enseñanza de un segundo idioma cuando no se domina la lengua materna?”. Y nosotros le preguntamos al insigne docente ¿qué tiene que ver el estudio de la ciencia con deficiencias argumentativas y con el uso incorrecto del lenguaje?

Es la manera en que el catedrático Cubillos anuncia la “hora de ofrecer una educación realmente integral a nuestros bachilleres”, paradójicamente, disminuyendo el aprendizaje en ciencia y priorizando lo que él llama “una adecuada formación en argumentación”.

Esto no es un acto aislado ni responde a elucubraciones desinteresadas de un académico universitario que quiso acordarse de la escuela secundaria, es un hecho sistemático que viene aconteciendo en varias esferas del pensamiento: el ataque a la ciencia y a su enseñanza y el enaltecimiento del oscurantismo y la trivialidad para los sectores populares. Esta embestida se inspira en el pensamiento posmoderno y es promovido, entre muchos sectores, por una izquierda intelectual apoltronada en la Academia. Notas Obreras denuncia la arremetida a la ciencia y la campaña para que los conocimientos impartidos en la escuela se basen más en el misticismo y la mediocridad1.

Nos parece que propuestas como las del maestro Cubillos están más cerca del oscurantismo y los promotores del Diseño Inteligente que de una verdadera preocupación por el estado lamentable de la educación colombiana.

El presente artículo se puede reproducir total o parcialmente siempre y cuando se cite la fuente, notasobreras.net, y el autor, Ludwig Niccolò Romanovich.

Notas

  1. Para un estudio de esta problemática ver los artículos:

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