La indignidad de la gira “muda”

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Por Alejandro Torres

Según reportes de prensa, Marco Aurelio García, el principal asesor internacional del presidente brasilero, Luiz Inacio Lula Da Silva, señaló, el pasado 4 de agosto, que en la reunión que sostuvieran el ministro de Defensa, Nelson Jobim, y el Consejero de Seguridad Nacional estadounidense, general retirado, Jim Jones, Brasil afirmó que “las bases extranjeras en la región aparecen como un resquicio de guerra fría” y no ayudan a la distensión[i]. Los sucesos de estos días lo que ponen de relieve es que el hemisferio está calentándose aceleradamente a causa de la rediviva política agresiva del imperialismo yanqui, fruto, precisamente, de su salida airoso de ése conflicto, que copara buena parte del siglo pasado.

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Lo prueban la cantidad de eventos trascendentes que confluyeron en la misma fecha. De una parte, Uribe Vélez, arrancaba su “gira muda” por Latinoamérica dando otra muestra de su felonía, pues no bien había abordado el avión presidencial cuando el general Freddy Padilla de León, comandante de las Fuerzas Armadas y encargado del Ministerio de Defensa, anunciaba a través de los medios de comunicación que ya no eran ni tres ni cinco sino siete las bases entregadas a los gringos. A las de Malambo, Palanquero, Apiay, Cartagena y Bahía Málaga venían a sumárseles las de Tolemaida, en Cundinamarca, y la de Larandia, en Caquetá-tres aéreas, dos navales y dos terrestres-.

Las declaraciones del general Padilla fueron hechas en Cartagena, ad portas de la Conferencia de Seguridad de Suramérica “convocada por Colombia y patrocinada por el Comando Sur de los Estados Unidos”, para, según él, “debatir, en un ambiente de fraternidad y camaradería, sobre los futuros retos y misiones de las fuerzas armadas de nuestra subregión”. En el concilio castrense participaron, además, Argentina, Brasil, Chile, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, integrantes de la Conferencia de la Región Andina sobre Seguridad y la Conferencia de Defensa del Cono Sur. Los asistentes coinciden con quienes se mostraron durante  la ronda de Uribe, con uno u otro matiz, complacientes con la instalación de las bases; a su vez, el evento denotaba el poder que ostentan los yanquis sobre los chafarotes del sur del continente, cuyo principal “reto y misión” continúa siendo el de mantener incólumne el predominio norteamericano al sur del río Bravo, como lo acaba de demostrar una vez más la soldadesca hondureña que, como a todos sus congéneres de Centro y Sur América,  adoctrinados también por el Comando Sur, se les puede aplicar lo que se cuenta del general Boulanger, del ejército francés, quien, al recibir una espada de honor en París, exclamó: “Con esta espada juro defender la República, y si fuere necesario, atacarla.”

Simultáneamente, los diarios The Washington Post y The New York Times, recrudecían una campaña orientada a que el gobierno norteamericano considere vincular al venezolano en la lista infamante de países patrocinadores del terrorismo, al amparo del escándalo suscitado por Uribe al mostrar, como “prueba” de la colaboración del presidente Hugo Chávez con las guerrillas colombianas y, en el fondo, de la necesidad de las instalaciones militares yanquis, unos lanzacohetes vendidos en los años ochentas por Suecia al ejército venezolano y hallados supuestamente en poder de las Farc, asunto sobre el cual se venía tratando por las vías diplomáticas entre los dos gobiernos. El tendencioso mandatario colombiano optó por hacer un escándalo a pesar de que su propia policía había elaborado un informe en el que señalaba que tales armas estaban tan deterioradas que debían destruirse ya que constituían un peligro para quienes las poseyeran. La mala fe de Uribe y de los periódicos estadounidenses se desnudó al conocerse, con base en incontrovertibles documentos que, en 1995, mucho antes de la posesión de Chávez, la guerrilla había incautado unos lanzacohetes durante un asalto a una guarnición venezolana.

El apresurado viaje de Uribe por siete países pretendía “explicarles” a sus gobernantes la nefasta decisión de cederle a Estados Unidos el territorio colombiano para convertirlo en una enorme plataforma de su avanzada geoestratégica tendiente a afirmar su patio trasero frente a cualquier intentona de algún otro poder extranjero de afincarse en la región y, particularmente, para prevenir el desarrollo de corrientes así sean levemente independentistas en América. Aunque podía darse por descontado que en la mayoría de los gobiernos anfitriones no se encontraría mucha resistencia al propósito norteamericano, sí se trataba por lo menos de darles argumentos para enfrentar a la opinión pública, a la cual le resulta ridícula la historieta de que la localización del ejército gringo en los cuatro puntos cardinales de Colombia, apertrechado con las más modernas naves y armamentos, tenga como objetivo realizar la labor de policía de echarle mano a unos cuantos capos de las drogas o la de sofocar a las guerrillas, de las que hace varios años se viene diciendo que están esencialmente derrotadas, y sobre lo cual el mismo general Padilla, en el discurso inaugural de la citada reunión de Cartagena, volvió a mencionar las rotundas cifras de reducción de homicidios, secuestros extorsivos, masacres, atentados, en fin, que la Seguridad Democrática ha “arrinconado a los terroristas y mermado su capacidad de acción contra la infraestructura del país”.

Como era de esperarse, Uribe recaudó el apoyo abierto de Alan García, el mandatario peruano, con quien por demás lo hermanan, aparte del cipayismo, el trato despótico a las protestas populares, en particular las de los indígenas, como se ha visto en los últimos meses en los departamentos de la Amazonía peruana, donde decenas de nativos han sido asesinados por oponerse valerosamente a las leyes que los despojan y le entregan el inmenso territorio selvático a la inversión extranjera. Rebelión justísima esta de los nativos a la cual  el señor García, siguiendo las instrucciones imperiales, ha acusado de ser instigada por el mandatario boliviano. Otro ejemplo de cómo los saqueadores y sus mandaderos pretenden desconocer la justeza de cualquier reclamo popular o reivindicación nacional señalándolos de ser promovidos por las Farc o por los presidentes Chávez, Correa o Morales.

Con algunos reconcomios, la posición de Uribe también fue respaldada por Chile, Paraguay y Uruguay, utilizando más o menos la misma fórmula ritual de que tal asunto debía considerarse como del resorte interno de Colombia. La presidenta argentina, Cristina Fernández, según dijeron sus voceros, le pidió a Uribe “bajar (sic) el conflicto en la región” y le manifestó que “la instalación de las bases no colaboraban con este objetivo”.

Acorde con su acostumbrada actitud de procurarse el favor de la gran burguesía imperialista, Lula, revestido del papel de estadista ecuánime, de conciliador de lo inconciliable, abundó en declaraciones ambiguas: que como a él no le gustaría que Uribe interviniera en su gobierno, él tampoco intervendría en el de Uribe; que debe haber garantías de que la cooperación militar no afectará a terceros países; que es aconsejable un poco más de transparencia; que no duda de que el alcance del acuerdo es estrictamente interno; que confía en las buenas intenciones de los gobiernos de Bogotá y Washington, pero que la decisión de instalar las bases sobrepasa el mandato de los gobernantes actuales; que el acuerdo tiene una gran sensibilidad sobre la Amazonia; que deben hacerse más consultas no sólo con el gobierno colombiano sino con el estadounidense; que es muy importante que el resto de países de América del Sur adopten también el combate al narcotráfico; que lástima grande que todo se hubiera hecho sin diálogo, sin considerar las complejidades de las relaciones con Venezuela. Vana palabrería que suena a traición nacional. Miel sobre hojuelas para Obama. Para redondear, en la reunión de la Unión de Naciones del Sur, Unasur, en Quito, Lula, remató pidiendo un encuentro con Estados Unidos ya que considera que “esto se resuelve con una conversación, con vernos la cara”; o sea, aplicando la misma medicina causante de la enfermedad: que la potencia del Norte sea árbitro y moldeador de nuestros destinos.

Una variante de la posición brasilera fue adoptada por nuestros oposicionistas del Polo Democrático quienes, en una misiva dirigida a los presidentes de Unasur, suscrita por su Comité Ejecutivo Nacional, y aplicando su depurada política para todos los gustos, sobre todo los del inquilino de la Casa Blanca, señalan impávidos: “Sin desconocer la soberanía nacional de Colombia, las implicaciones que este acuerdo trae para la región amerita (sic) que se establezca un diálogo de los gobiernos de la región con el gobierno del Presidente Obama de los Estados Unidos, con el fin de evitar una mayor escalada armamentista que tendría graves implicaciones futuras para la PAZ en nuestro continente (…) El concepto de Guerra Preventiva desarrollado por el anterior gobierno de los Estados Unidos, y cuyas nefastas consecuencias han soportado diversos pueblos del mundo, entre ellos el colombiano, debe cambiarse radicalmente por el concepto de PAZ PREVENTIVA, que guía a los gobiernos del UNASUR, y en general a los gobiernos de la América Latina y el Caribe y, estamos convencidos, también al Presidente Barack Obama.” (Ver la declaración completa en http://polodemocratico.net/El-Polo-Democratico-hace-presencia).  Un insulto, por decir lo menos, para los gobiernos y los pueblos que vienen sufriendo la andanada del nuevo halcón de Washington, y una carantoña más al imperio en búsqueda del tan anhelado aval para llegar de rodillas a la Casa de Nariño.

También en el plano interno, la burguesía toda, agrupada en el Consejo gremial, los medios, los partidos de la coalición uribista, el liberalismo opositor de Gaviria, la alta jerarquía eclesiástica, cerraron filas en torno a Uribe y han desatado una alharaca chovinista sin precedentes para tratar de embaucar a las mayorías. Los magnates, que a la menor desavenencia sacaban a relucir los 7.200 millones de dólares de intercambio comercial en juego con Venezuela y Ecuador, en esta ocasión han preferido acatar los ucases imperiales

Notas Obreras no teme ir contra la corriente. Nos declaramos partidarios de las justas reclamaciones del pueblo colombiano y de las masas y gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, frente a esta actitud apátrida del régimen de Uribe. Compartimos con el dirigente boliviano, Evo Morales, cuando dice que quienes acepten bases militares son traidores a América Latina y a sus pueblos que luchan por su dignidad y soberanía. Los colombianos, a los doscientos años de la gesta libertadora, nos hallamos ante el mayor reto histórico: no solamente derrotar la intentona uribista de convertirnos en condotieros del Tío Sam, sino lograr nuestra segunda independencia.

El presente artículo se puede reproducir total o parcialmente siempre y cuando se cite la fuente, notasobreras.net, y el autor, Alejandro Torres.


[i] http://www.jornada.unam.mx/2009/08/05/index.php?section=mundo&article=025n1mun

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