El imperio ilusorio del poeta- A propósito de un artículo de Eduardo Escobar

Estamos juntos en la lucha por una sociedad diferente, porque no creemos que el capitalismo sea el fin de la historia, y porque consideramos que tendrá que existir otro mundo en el que la vida no tenga que ser vendida al mejor postor por horas, días y años interminables, todo para lograr el magro sustento.

Mientras el país se encuentra ad portas de nuevo proceso de colonización -esta vez por cuenta de las tropas de Estados Unidos- y continúa sufriendo los estragos del neoliberalismo, que solo ha traído hambre y miseria, el poeta antioqueño Eduardo Escobar, exponente del movimiento nadaísta, publica una columna en el periódico El Tiempo, bajo el título “La palabra imperio”, en la que funge como apologista del Tío Sam.

El vate colombiano se dedica a defender las acciones civilizadoras de los imperios y culmina subiendo al pedestal al norteamericano, en el que según él, se ha logrado conquistar lo que ningún otro régimen ha podido: “El respeto del individuo, la libertad de expresar los sentimientos, la igualdad de oportunidades, el derecho a equivocarse”.  Hará falta, entonces, refutarle con breves ejemplos, al caballero poeta, todos los pretendidos logros de los Estados Unidos.

El respeto del individuo: uno que consume, porque el desposeído, el expulsado de su casa por cuenta de los préstamos hipotecarios, no cuenta.  Alrededor de cinco millones de familias norteamericanas que fueron sacadas de sus hogares, ahora claman porque el respetuoso gobierno de Obama no les siga regalando dinero a los causantes de sus males: los bancos.  Tanto se honra al ciudadano, al individuo, al sujeto, que no tiene seguro médico y en caso de enfermedad deben empeñar su vida para pagar la cuenta en los centros asistenciales.

Libertad de expresar los sentimientos: si acaso en los estadios, en los conciertos o en los entierros, puesto que las protestas en las calles son de inmediato reprimidas.  Un control total de los medios de comunicación por un puñado de magnates, en ninguno de éstos se hace evidente el descontento de las masas con el desfavorable manejo que le han dado los gobiernos a la economía.

La igualdad de oportunidades: estará acaso en igualdad el presidente de una corporación financiera que gana el equivalente de más de 30 millones de pesos la hora, y un obrero que debe venderse por unos cuantos dólares.

Derecho a equivocarse: dado que la política imperialista norteamericana ha sido completamente genocida y criminal, el poeta, viendo que su tesis del progreso y la civilización gringas tambalean, le da por decir que las multinacionales que contralan el mundo y que tienen sede en las principales ciudades del país del Norte, pueden equivocarse.  Y dado que todos los humanos se equivocan, ¿pues cómo se podrá condenar a estos hombres abnegados y señalarlos como los causantes de la explotación, de la miseria y de la muerte? Imposible, ¿verdad?

Por si fuera poco, a los anteriores exabruptos el señor Escobar, le suma que: “Hoy es obvio que USA, por esas paradojas de la Historia, a pesar de sus desmanes en el exterior y las miserias internas (nunca existió un imperio de la piedad), se acercó más que sus adversarios chinos y bolcheviques al humanismo marxiano.”

Resulta, pues, en el colmo de la abyección, que los gringos son el más vivo ejemplo de ética.  Los desmanes y miserias, esparcidos por el imperialismo yanqui son desdeñados por el poeta y muestra a esta potencia como un dechado de humanismo; que unos cuantos millones de habitantes en el corazón del imperio sufran la pobreza extrema, que cientos de miles de iraquíes y afganos hayan muerto, no tiene problema alguno, ya que como él mismo lo dice al final de su artículo: “A veces es preciso elegir entre dos males el menor”.

Si a lo anterior se le puede llamar humanismo, Uribe no tendrá de qué preocuparse pues pasará a la historia como un legítimo defensor de los derechos humanos, un prohombre.  Escobar hace moñona; ensalza a los gringos  y de paso expía las culpas de su despótico paisano.

Pero la bellaquería del poeta no acaba allí.  Se refiere a la Unión Soviética y China, ejemplos de lucha contra la burguesía, como imperios sombríos, mientras dice que “USA es una nación fabulosa incluso por sus defectos”.  Así las cosas, y según el artículo, en unos años, los impíos revolucionarios se tendrán que rasgar las vestiduras despotricando de sus acciones legítimas de protesta y habrán de reconocer la grandeza del magnánimo imperio estadounidense.

Por último, y aunque Eduardo Escobar diga que no hay que endilgárselo todo a los  yanquis, nos mantenemos unidos contra este capitalismo de hambre y miseria, contra el sistema financiero mundial que ha dilapidado la riqueza de los pueblos, contra la gran burguesía parasitaria que ha engrosado sus arcas a costa del trabajo de millones de obreros, contra la clase política corrupta que piensa solo en su beneficio particular y da la espalda al pueblo, contra toda forma de dominación.

Estamos juntos en la lucha por una sociedad diferente, porque no creemos que el capitalismo sea el fin de la historia, y porque consideramos que tendrá que existir otro mundo en el que la vida no tenga que ser vendida al mejor postor por horas, días y años interminables, todo para lograr el magro sustento.

“Aquí y allá la lucha estalla en sublevación”1 del pueblo oprimido contra los opresores y su caterva de áulicos.

© Este artículo puede ser reproducido siempre que se cite la fuente: www.notasobreras.net y se mencione el nombre del autor: Roberto Herreros.

Notas

  1. Marx, Carlos y Federico Engels (1980).  Manifiesto del Partido Comunista.  Moscú: Progreso.

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