En Yugoslavia: Los tenebrosos métodos del imperio
Por Alejandro Torres[*]
En los últimos meses Yugoslavia ha sido sacudida por hechos que reeditan algunos aspectos de la agresión imperialista, principalmente norteamericana, contra esa atormentada región. En este escrito nos referiremos únicamente a los que rodearon la caída del poder de Slobodan Milosevic, quien el pasado 31 de marzo fue detenido por el actual gobierno fantoche de su país y quien, probablemente, termine por ser entregado al espurio Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de La Haya, montado por las potencias para condenar a quienes se atrevan a desafiar sus designios. Milosevic dejó el gobierno el 5 de octubre de 2000, luego de que Estados Unidos, confabulado con la oposición interna, urdiera una gigantesca manipulación de la primera vuelta electoral para la Presidencia de la República, efectuada el 24 de septiembre, y amenazara con sumir nuevamente al país en el caos y la guerra si el gobierno insistía en llevar a cabo la segunda ronda.
Milosevic pronunció el 2 de octubre un discurso en televisión, que se constituiría en una especie de testamento político. En él, aunque no expuso su renuncia, que se produciría tres días después, sí constan las razones que lo obligaban a ello: «Hoy, al borde de unas nuevas elecciones, como la Oposición Democrática de Serbia duda que pueda conseguir el resultado que necesita, sus líderes, con dineros introducidos fraudulentamente al país, están sobornando, acosando y chantajeando a los ciudadanos; y organizando huelgas, malestar y violencia, dirigidos a bloquear la producción, todo trabajo, toda actividad. Su objetivo es paralizar la vida en Serbia para poder aducir que ella empezará de nuevo y marchará sana y exitosamente, cuando esté organizada por aquellos que representan las intenciones, planes e intereses de los ocupacionistas».[1]
Qué mejor forma de corroborar la justeza de las anteriores denuncias que reproducir lo plasmado por las propias cajas de resonancia imperiales, los monopolios de la información, que a lo largo del último decenio se dedicaron a esparcir la más infame deformación de las acciones de los líderes yugoslavos. El 11 de diciembre, The Washington Post refiere que en octubre de 1999, en una reunión en el lujoso hotel Marriot de Budapest, capital de Hungría, organizada por el National Democratic Institute, NDI, aparato del Partido Demócrata, con los más prominentes líderes de la oposición yugoslava y la agencia encuestadora Penn, Schoen & Berland Associates, se dio inicio a «un extraordinario esfuerzo de Estados Unidos para tumbar a un jefe de Estado extranjero, no a través de una acción encubierta del estilo de las realizadas por la CIA, en sitios como Irán y Guatemala, sino mediante las modernas técnicas electorales».[2] La labor se encomendaría entonces, no a la siniestra Central de Inteligencia, sino a sus socios, el Departamento de Estado y la Agencia Internacional de Desarrollo, AID, que actuarían a través de contratos comerciales y grupos «sin ánimo de lucro», como el mencionado NDI y su contraparte republicana, el International Republican Institute, IRI.
Lo primero era unificar a las dos docenas de grupos de oposición y escogerles un candidato presidencial, misión que recaería en Vojislav Kostunika, un «nacionalista moderado», que tenía, además, como «parte de su atractivo», el ser «percibido ampliamente como anti norteamericano», y haber «criticado los bombardeos de la Otan, lo que hacía difícil calificarlo como traidor a los intereses serbios». Una lección sobre cómo para facilitar la explotación de los pueblos, a los imperialistas hasta les convienen algunos personajes que posan de díscolos, en quienes no se identifica claramente la felonía y que se caracterizan porque no exigen la radical supresión del dominio extranjero, sino que abogan porque se reblandezca, o al menos porque se le pongan afeites. Milosevic, en la alocución mencionada, había desenmascarado así la patraña: «Su verdadero líder no es su candidato presidencial. Su jefe por muchos años ha sido el presidente del Partido Democrático (Vuk Draskovic), colaborador de la alianza militar que condujo la guerra contra nuestro pueblo, quien, incluso, ni siquiera disfrazó su colaboración. El país conoce de su apelación a la Otan para que bombardeara Serbia por el tiempo que fuera necesario, hasta quebrar su resistencia. (…) La agrupación organizada de esta manera (…) representa a los gobiernos y ejércitos que recientemente comandaron la guerra contra Yugoslavia». La crónica de The Washington Post, cuenta que incluso los otros partícipes de la confabulación calificaban de «actitud vacía» la del Partido Democrático de Serbia, del taimado candidato escogido, que alardeaba de rechazar la ayuda externa, mientras la campaña presidencial se beneficiaba «de la asesoría y del apoyo finaciero recibidos del extranjero, y especialmente de los Estados Unidos».
Luego se decidió «elaborar un mensaje simple sobre la situación económica», callando, desde luego, que la crisis tenía como inmediato responsable el arrasamiento del país por diez años consecutivos de agresión política y militar; y, además, actuar sobre la base de que los serbios querían «el cambio por medios electorales y no a través de manifestaciones», como creían los conspiradores internos que habría de lograrse.
Resueltos la unidad, el candidato, y el sentido del «mensaje», la máquina se puso en acción. Así, «por primera vez en Serbia», se utilizaron «las técnicas occidentales de publicidad en la propaganda política». Por medio de «sondeos de opinión» se probaba permanentemente el efecto de los eslóganes, de la misma forma que se hace «con la goma de mascar o las gaseosas». El diario norteamericano dice que Srdan Bogosavljevic, cabeza de la firma encargada del marketing, manifestó: «Abordamos el proceso como si se tratara de vender una marca y golpear otra. La marca a vender era Kostunika; la que debía golpearse: Milosevic». Cada palabra de los voceros políticos de la oposición «era discutida con consultores de los Estados Unidos», y los aspirantes al parlamento y decenas de miles de los postulados a los gobiernos locales recibían intenso entrenamiento, que incluía, ante todo, la forma de «hacer llegar el mensaje».
Según el cínico relato, los mencionados aparatos, NDI e IRI, se repartieron el trabajo sucio. El primero, se concentró en los partidos de oposición y el otro, en Otpor, la tan celebrada organización estudiantil que fungía dentro del pérfido proyecto, según la propaganda gringa, como «columna vertebral ideológica y organizativa». En marzo de 2000, por ejemplo, el IRI les pagó en el Hilton de Budapest a un grupo grande de jóvenes, dos semanas de entrenamiento sobre resistencia pacífica. Ésta última orientación era obvia: la violencia había corrido a cargo de la Otan con sus inclementes bombardeos de más de un lustro. A los muchachos se les enseñaba, entre otras cosas, «a organizar huelgas, a comunicarse con símbolos, a sobreponerse al miedo, a minar la autoridad del régimen». El seminario conspirativo lo orientó el coronel retirado del ejército gringo Robert Helvey quien ostentaba, entre los tantos galones de su currículo, estudios sobre métodos de resistencia no violenta usados en Burma y en «la lucha por los derechos civiles en América del Sur». Helvey instruía a los activistas de Otpor en las teorías de un tal Gene Sharpe, «el Clausewitz del movimiento de la no violencia», cuyo principal aforismo: «Despojar la autoridad del gobernante es el elemento más importante de la lucha pacífica», declamaban arrobados los alumnos. Los conspiradores se ufanan de que en una de las sesiones con su amaestrador fue adoptada la consigna del movimiento: «Gotov je» o «Él está terminado», que se convirtió, al lado del puño cerrado, símbolo de Otpor, en el lema de todo el mercadeo. La AID financió millones de calcomanías con tal consigna, que se enviaron a Serbia y se pegaron en baños, ascensores, sobre la propaganda de Milosevic; así como costeó los miles de potes de spray con los que se hizo la agitación mural.
Otro caso de adoctrinamiento juvenil fue un curso para testigos electorales en Szeged, población húngara a pocos kilómetros de la frontera con Serbia, al cual asistieron 400 jóvenes, quienes de regreso entrenaron a 15 mil más, que se agruparon en el llamado Centro Serbio por Elecciones Libres y Democracia para organizar un sistema paralelo de escrutinio. El adiestramiento fue financiado totalmente por Estados Unidos. The Washington Post continúa: «Cada testigo recibía 5 dólares, en un país donde el promedio salarial mensual era de menos de US$ 30». Y agrega: «Una regla de hierro tanto en Otpor como en el grupo opositor era nunca hablar del apoyo logístico y financiero occidental, para evitarse ser tratados como traidores o lacayos de la Otan».
Por contraste, Milosevic, al borde de su salida del poder, prevenía a los jóvenes y a los intelectuales sobre los fines proditorios de los opresores extranjeros en contra de sus sentidas aspiraciones: «Me gustaría enfatizar el porqué a los jóvenes, intelectuales y científicos, en los países privados de su soberanía, por regla general se les niega el derecho al trabajo creativo, especialmente en el campo de la ciencia: los grandes centros y los grandes poderes financian el trabajo científico, controlan sus realizaciones y deciden sobre la aplicación de sus resultados. Los Estados dependientes, si tienen institutos y laboratorios científicos, éstos actúan como ramas controladas por un centro. Sus logros deberán ser tan limitados que no introduzcan en los países y pueblos ocupados las semillas de la rebelión y la emancipación».
Ahora que en Colombia nos hallamos en la efeméride de la tan ponderada Constitución de 1991, viene a cuento recordar que también aquí se ha abusado de «la candidez virginal de los universitarios». Los conspiradores emboscados en la Casa de Nariño los utilizaron en uno de los episodios más oscuros de la gestación de la Carta con la que se le pusieron bases jurídicas y políticas a la apertura. El movimiento estudiantil conocido como de la «séptima papeleta», fue el instrumento utilizado por el sanedrín de Barco y Gaviria para darle a su conjura antinacional el cariz de rebeldía que le aportaban los jóvenes embaucados, que se desgañitaban contra la corrupción y los descaecidos barones de los partidos tradicionales.
Vista a grandes rasgos la «operación pacífica» montada por el imperialismo para defenestrar al presidente yugoslavo, debe anotarse que sólo a los propietarios de los grandes medios de comunicación en el globo se les podía ocurrir la mendaz cantinela de que fue Milosevic quien organizó un gran fraude electoral para mantenerse en el poder. Como observa el prestigioso profesor de la Universidad de Ottawa, Michel Chossudovsky, en un artículo escrito en octubre pasado: «En los Estados Unidos, aceptar dinero de un poder extranjero hostil (…) para financiar los gastos de una campaña sería considerado muy legítimamente como un acto anti estadinense. Pero, en Yugoslavia, la oposición se autocalifica de patriótica y no considera anti yugoslavo, aceptar 100 millones de dólares para ese fin de quienes bombardearon su país».
El pasado 31de marzo, el gobierno títere de Kostunika encarceló al presidente Slobodan Milosevic. Anteriormente, el 3 de marzo, The Economist había informado que varios figurones de la coalición de gobierno planteaban que su detención y el montaje de unas amañadas acusaciones, por la compra de una vivienda en las afueras de Belgrado y unos supuestos envíos de oro a Suiza en los días en que abandonó el poder, conducirían a «un corto juicio en Serbia y luego a su extradición a La Haya».
Cualquiera sea la suerte que los yanquis le impongan a Milosevic, los pueblos del mundo sabrán, contra lo que propalan los plumíferos reaccionarios, que esos diez años de agresión, resistidos enhiestamente por él y por la mayoría de sus compatriotas, demostraron con creces sus asertos acerca de los imperialistas querían hacer de los Balcanes «una zona de conflictos permanentes lo cual les proporcionaría una coartada para volver permanente su presencia», y que por eso «los agresores no atacaron a Serbia a causa de Milosevic, sino a Milosevic a causa de Serbia». En tanto, a la camarilla que lo ha perseguido por orden gringa, los pueblos la condenarán por siempre como la hez de la patria de los partisanos.
[*] Publicado en Tribuna Roja Nº 83, mayo 8 de 2001.
Notas
[1] El discurso del Milosevic que se cita en este artículo fue puesto en internet, el 2 de octubre de 2000, por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Federal de Yugoslavia; y reproducido en el sitio www.onelist.com/polls/marxist.
[2] La crónica a la que se hace referencia en este artículo se titula U.S. advice guided Milosevic opposition, escrita por Michael Dobbs de The Washington Post, publicada en la edición web de ese diario el 11 de diciembre de 2000.
Comentarios