El aumento histórico del salario mínimo, del que se ufanan el gobierno y las centrales, no alcanza ni para un par de huevos

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omitiendo los tecnicismos con los que se descresta y crea confusión entre los trabajadores y el pueblo, si en gracia de discusión se aceptaran al pie de la letra las retorcidas declaraciones del primer mandatario, tendríamos, en plata blanca, un aumento real del salario mínimo, durante el bienio, de $4.320 diarios -$2.000 en el primer año y $ 2.320 en el segundo-, una suma que aduras penas alcanza para comprar un par de huevos y que es insuficiente para pagar un pasaje urbano. Peor aún será la situación de los asalariados que no devengan el mínimo, quienes, en general, no tendrán aumento real alguno o sufrirán una merma en su poder adquisitivo

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Por Vladimir Castañeda

En su alocución del 30 de diciembre de 2023, el presidente Gustavo Petro sostuvo que si la meta de inflación de este año se cumple, durante el período 2023-2024 cerca de dos y medio millones de trabajadores que devengan un mínimo se habrán beneficiado de un ajuste real en sus salarios del 12 %, o del 13 % si nos atenemos a las cifras del ministro Bonilla.

Explicó que, de un lado, en 2023, gracias al aumento nominal del salario mínimo en 16%, se consiguieron dos cosas: la primera, absorber los tres puntos que los trabajadores perdieron el año anterior, cuando el ajuste fue del 10 % y la inflación cerró en el 13.12 % y, la segunda, un aumento real en los salarios de más de 6.5 %, debido a que el índice de precios se ubicó en 9.28 %. Y del otro lado, que de cumplirse la meta de inflación de este año, que el gobierno estima entre el 5 y el 6 %, se tendría un aumento real de seis puntos porcentuales, puesto que el ajuste nominal del salario fue del 12 %.

Salta a la vista que si se absorbieron los 3,12 puntos porcentuales que los asalariados perdieron en 2022, para mantener el poder adquisitivo, como lo exige la ley, el aumento real no pudo ser de 6.5 %, como afirma el presidente, sino de 3.6 %.  Y en cuanto a los otros seis puntos reales que espera para este año, el presidente dice que se trata de un estimativo a diciembre de 2024, pero lo da como un hecho cumplido para sacarle todo el jugo político posible, no obstante que, como también lo reconoce, pueden sobrevenir acontecimientos nacionales e internacionales que alteren drásticamente los pronósticos. De hecho, en parte la inflación, que sigue por las nubes, ha venido cediendo a medida que se reestablecen las faenas productivas tras la semiparalisis de la economía mundial que de mala gana se impuso para combatir al coronavirus. Los precios del petróleo, el gas, los alimentos y fertilizantes también se han visto gravemente impactados por la guerra de Ucrania y la especulación con las tasas de interés.  Con razón algunos economistas hablan de inflación por el lado de la oferta.

Ahora bien, omitiendo los tecnicismos con los que se descresta y crea confusión entre los trabajadores y el pueblo, si en gracia de discusión se aceptaran al pie de la letra las retorcidas declaraciones del primer mandatario, tendríamos, en plata blanca, un aumento real del salario mínimo, durante el bienio, de $4.320 diarios -$2.000 en el primer año y $ 2.320 en el segundo-, una suma que aduras penas alcanza para comprar un par de huevos y que es insuficiente para pagar un pasaje urbano. Peor aún será la situación de los asalariados que no devengan el mínimo, quienes, en general, no tendrán aumento real alguno o sufrirán una merma en su poder adquisitivo.

No obstante, a juzgar por las declaraciones de las fuerzas que tomaron parte en tragicomedia de la mesa de concertación laboral, pareciera como si un movimiento telúrico de alta intensidad hubiera sacudido al país: para el vocero del Gobierno del Cambio, y con él la cúpula sindical, “Colombia no había visto nunca antes” un ajuste en el salario mínimo de tales dimensiones; mientras que la dirigencia gremial, especialmente el vocero  de Fenalco, Jaime Alberto Cabal, y sus corifeos, le atribuyen consecuencias casi apocalípticas en la economía, el empleo y la inflación. Tal parece que al parir sus dos mil pesitos, el país de debate entre la redención y catástrofe.

Esto a pesar de que la concertación del salario se malogró por $200 pesos diarios, el 0.5 %, pues, como vino a saberse, la radical cúpula de las centrales redujo, sin más, su exigencia del 18 al 12 por ciento, en tanto que el empresariado generoso ofreció un alza de hasta el 11.5 %. La sin salida se conjuró con la mediación del gobierno popular, que, a decir del presidente, inclino la balanza en favor de los trabajadores.

El expresidente del corazón grande también tomó parte en la pantomima. Esto dijo: “Sí al aumento del salario y no a la Reforma Laboral. Con el aumento del salario ya hicieron la Reforma Laboral.”

Es evidentemente durante el mes de diciembre y aun en los días siguientes se simula una tensión de fuerzas monumental, que consigue su indignante cometido: asegurar una mano de obra lo más barata posible.

Ahora bien, si el salario mínimo solo crece en los discursos oficiales, no sucede lo mismo con algunos componentes del costo de vida de las gentes laboriosas. Desde julio de 2022 el precio del galón de gasolina pasó, en general, de $9.046 a $14.564, un alza de más del 60%, so pretexto, unas veces de impedir la quiebra de Ecopetrol, y otras, de liberar recursos para focalizar “subsidios” entre los más pobres de los pobres. La medida, sin embargo, ha sido fervorosamente aplaudida por las calificadoras de riesgo, celosos guardianes de los intereses de los acreedores del país, valga decir, de sus principales desvalijadores.

Algo similar acontece con el impuesto predial, cuyas alzas, que pueden exceder el 1.000%, como lo reconoce el IGAG, han provocado airadas protestas en varios municipios de Cundinamarca. Para el gobierno popular, a noviembre del año pasado solo el 9.6 % de los 1.102 municipios estaban actualizados, lo “que indica que 905 municipios hoy no cuentan con actualización catastral y están tributando apenas una quinta parte de su valor comercial”. La meta alcabalera del Plan Nacional de Desarrollo es llegar a 660 municipios.

Las tarifas de energía y el transporte público, así como los arriendos, especialmente en las grandes urbes y entre los sectores populares y medios, también registraron violentas alzas. A pesar de los aspavientos, el 2024 inició con un aumento del 15.12% en los peajes, la promesa rota de poner en cintura uno de los componentes fundamentales de las fabulosas ganancias de los concesionarios. Amanecerá y veremos si no  sucede lo mismo con los anuncios de no modificar el precio del ACPM.

Más que mejoras, las cifras indican que las condiciones de vida de los asalariados están en franco retroceso. Levantemos la bandera de que el salario mínimo se multiplique por dos en unos pocos años, es decir que al menos cubra la canasta básica del trabajador. Indiscutiblemente dicho propósito no se alcanzara en la mesa de concertación, sino mediante una gran medición de fuerzas, como bien nos lo enseño el estallido popular y como también nos los recuerdan las ejemplares batallas adelantas el año pasado por los obreros de la industria automotriz norteamericana.

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