¿Se petrificó El Cambio?

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Como el tiempo pasa y la necesidad acosa, los millones de seres que no pueden comer tres veces al día, las comunidades sin servicios públicos, los campesinos sin tierra, los obreros que se extenúan en las fábricas por una paga precaria, las victimas de las alzas, los despojados de derechos comienzan a preguntarse si todo ha sido una quimera, o incluso, un engaño burdo. Y las consecuencias políticas se dejan sentir.

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La discusión sobre este tema no es nueva, pero ha tomado mayor fuerza a raíz de los resultados electorales del 29 de octubre. Hasta altos funcionarios y voceros de varios de los partidos del gobierno reconocen que no han logrado ni siquiera alivios mínimos para las comunidades más postergadas, mucho menos algún adelanto de las grandes transformaciones que requiere el país.  

Lo dice Francia Márquez:

“…Me siento mal, porque siendo vicepresidenta ni siquiera he podido arreglar la carretera de mi propia comunidad, donde la gente no tiene agua potable y yo llevo un año luchando internamente dentro de mi gobierno para que se construya el acueducto…Las mismas frustraciones están en muchas comunidades que creyeron en el proyecto.

“Porque tengo que reconocer que siento frustración y, de alguna manera siento vergüenza, de que a la gente común no le hayan cambiado las condiciones de vida. 

“Debo llevar agua potable, para llevar conectividad, educación, salud, mejora de viviendas. Ya vamos más de un año y eso no está pasando. Eso es muy frustrante y la verdad me estoy cansando de esto”. 

Como el tiempo pasa y la necesidad acosa, los millones de seres que no pueden comer tres veces al día, las comunidades sin servicios públicos, los campesinos sin tierra, los obreros que se extenúan en las fábricas por una paga precaria, las victimas de las alzas, los despojados de derechos comienzan a preguntarse si todo ha sido una quimera, o incluso, un engaño burdo. Y las consecuencias políticas se dejan sentir.

Gustavo Bolívar reconoce el fiasco:  

“Tenemos una coyuntura nacional bastante difícil, un país que creyó que el cambio se podía hacer en pocos meses y se ha desilusionado, es la verdad. Siento un voto castigo al Pacto Histórico…”. Guarda, no obstante, la esperanza de que éste “se va a fortalecer porque se van a empezar a ejecutar los recursos de la reforma tributaria, y al final de este Gobierno la gente volverá a creer en el Pacto Histórico”.

Surgen, entonces, las preguntas: ¿cuáles son las causas de la imparable decepción?, ¿quién el responsable de la inmovilidad de la nave portadora de las reivindicaciones, del derrotero confuso?

A lo cual responde Francia Márquez:

“Hay muchas trabas administrativas, pero también hay muchos egos e intereses personales. Muchos están pensando en hacer su propia plataforma política y no en cumplir un programa de gobierno por el cual votó este país. 

“Los egos y la burocracia administrativa que tiene el Estado. Las trabas y las trampas del establecimiento están tan abigarradas, y están hechas para que nada pueda cambiar. Para cada acción hay un poco de trámites que dan vuelta por todas las instituciones, y eso hace casi que imposible tomar la decisión de invertir en un proyecto que le cambie la vida a una comunidad. 

“Creo que la dirigencia del Pacto Histórico no pudo organizar una agenda. Hubo mucha desorganización a la hora de postular los candidatos y candidatas. Eso no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo como gobierno”. (Ibid.)

Mucha razón tiene cuando menciona las trabas y las trampas del establecimiento que están hechas para que nada pueda cambiar. Petro y Francia Márquez advierten algo sabido por todos desde hace mucho tiempo. Como se ha visto, incluso reformas pequeñas se enfrentan a un valladar que protege, con su constitución y sus leyes, su burocracia y su ejército, sus costumbres y sus mañas los intereses de los potentados, los cuales constituyen el precepto sagrado del Estado Social de Derecho, al cual Petro decidió uncir El Cambio desde su concepción misma. Y eso que reconoce que: “Yo no llegué al poder” “llegué fue al gobierno, porque el poder, el verdadero poder, lo tienen otros, los grupos económicos. Y si sabía eso ¿por qué prometió un cambio recorriendo ese camino ciego?

El hoy mandatario no solo se comprometió a acatar cada una de las disposiciones reaccionarias, sino que pretendió que las innovaciones se llevarían a cabo con el aval de los jefes retrógrados colombianos, de los gremios intocables, de los Estados Unidos y de sus organismos multilaterales. Vale decir, El Cambio petrista nació lastrado, contrahecho. Aunque muy lejos de tratarse de Prometeo, está encadenado, —con los hierros que le aherrojó su propio progenitor, Gustavo Petro— a la roca anquilosante de la república plutocrática.

Apunta Francia Márquez que los egos e intereses personales entraban la labor del gobierno y que muchos están pensando en hacer su propia plataforma política y no en cumplir el programa de gobierno por el que votó el país. Así, pues, otro factor paralizante lo constituye la corrupción, el logrerismo que prolifera allí donde los ideales ceden. Finalmente, la vicepresidente, de manera asombrosa, acusa a los ministros (nombrados por Petro) y exime a éste y a ella misma de toda responsabilidad en la debacle.

A pesar de las abismales divergencias que este medio tiene con Francia Márquez, es el momento de declarar enfáticamente la indignación por la actitud racista y discriminatoria de la que es víctima por parte de la gran prensa y de la oligarquía rancia. Bien que se sienta orgullosa de ser mujer, pobre y negra. Quienes guardan silencio ante estas infamias de la derecha atrabiliaria no entienden que la agresión no es solamente a Márquez, sino a la inmensa mayoría de los colombianos, a su unidad y a su concordia. Eso sí, que la vicepresidente no continúe haciendo pensar a las comunidades negras que la corrección de tamañas injusticias se alcanzará entregándose a las manipulaciones de la Fundación Ford o de Open Society, piratas disfrazados de salvadores de los oprimidos y que solo buscan dividir para que reinen sus angurrientos intereses.  

Gustavo Bolívar y Carlos Carrillo, entre otros, denuncian que las listas de candidatos se elaboraron bajo considerable influencia de intereses nepotistas y de las costumbres más oprobiosas de la política tradicional. De alguna manera, el bolígrafo vertical se introdujo en “la democracia horizontal”, a la que dice ser tan afecto el primer mandatario, al escoger los candidatos a las distintas corporaciones, llevando al sacrificio a dirigentes meritorios y a la proclamación de algunas nulidades bien emparentadas. Hecho que parece probar que puede ser más democrático y eficaz un partido organizado (que Petro ha considerado engendro estalinista) que la batahola de “la democracia horizontal”, en la que terminan imponiéndose con mayor facilidad los conciliábulos y caudillismos. De ahí que Bolívar se proponga la tarea de reunir las trizas de los partidos de gobierno para construir una organización política y el exconcejal Carrillo insista en la necesidad de un solo partido del Cambio.

Los propios dirigentes petristas encuentran, pues, que los descalabros del gobierno de la potencia de la vida no derivan de su radicalismo, sino de su similitud con las huestes de la caverna.

Para completar, María Jimena Duzán, simpatizante del presidente, considera como una causa probable del desbarajuste gubernamental y del comportamiento errático del mandatario, que puede llevar a la izquierda al suicidio, el que éste padezca una adicción. Y lo invita a que se sincere con el país que lo eligió.

“No ha sido fácil escribir esta carta. Pero quiero decirle que lo hago desde el respeto y la consideración que me merece. Soy una de las colombianas que votó por usted en las elecciones presidenciales con la convicción de que encarnaba el deseo de cambio de una gran mayoría de colombianos. 

Sin embargo, tras un año y medio de mandato, son muchas las oportunidades perdidas, presidente. Y lo que se siente es desgobierno. A usted se le ve cansado y embolatado con el poder, como si después de haberlo buscado tanto, no supiera qué hacer con él”.

Considera, pues, que el problema estriba en que la nave se quedó sin timonel y le reclama por no utilizar los instrumentos que tiene a su alcance y de permitir el desbarajuste general:

“Este es un sistema presidencialista que le proporciona a los jefes de Estado una batería de herramientas poderosas para gobernar, y usted las tiene todas a su disposición, pero no las usa.

Lo que nunca me imaginé es que usted fuera a aislarse y a ausentarse cada vez más del poder, en lugar de utilizar estas facultades presidenciales. Es como si a usted, señor presidente, le pesara su destino. No sé si lo sabe, pero sus continuas ausencias dejan al país en suspenso, lo sumen en la incertidumbre y solo sirven para que sus subalternos amasen poder, gobiernen a su acomodo y le mientan al país fabricando historias para justificar sus ausencias que ya nadie cree”.

Se suma la periodista al desconcierto que provocan muchos de los trinos del mandatario:

“Cuando desaparece, sabemos de usted de la manera más ríspida: por sus trinos, algunos de ellos razonables, otros delirantes, otros mal escritos que llaman a la revancha y a la pelea, y otros impresentables que proclaman victorias electorales que no se dieron, como el mapa que publicó tras las elecciones del domingo pasado en donde el Pacto Histórico aparece triunfando hasta en Bogotá”.

Y cree encontrar la causa del comportamiento derrotista:

“Buscando explicaciones sobre por qué usted anda tan atrincherado, me encontré con una posible causa: hay fuentes que me aseguran que las razones de sus desapariciones, las cuales se han vuelto cada vez más frecuentes y prolongadas, tendrían que ver con que usted ha querido mantener oculto un problema de adicción. Si eso es cierto, debería sincerarse, primero con usted mismo, y luego con el país que lo eligió, y contarnos lo que le sucede”.

Y, siempre según ella:

“En un gobernante que padezca esta enfermedad pasa lo mismo: todos sus actos de gobierno estarían profundamente influidos por la adicción.

“Los adictos, sin darse cuenta, crean un mundo mitomaníaco que niega su condición, que los obliga a mentir y que les hace mantener un patrón de conducta en el que aparecen los retrasos, las desapariciones repentinas y en el que la persona asume un comportamiento errático. Creen que la culpa de sus problemas la tienen el mundo y los demás; son incapaces de verse a sí mismos como los causantes de sus propios errores y son unos cínicos inconmensurables. Pero, sobre todo, andan en una permanente paranoia y desconfían hasta de su sombra. Son unos lobos solitarios”. 

Finalmente le aconseja: “Déjese tratar, presidente, que el país y su proyecto político están de por medio. Si usted quiere cambiar a Colombia, de una vez por todas, debería sincerarse y dejar de decirnos mentiras. Lo más difícil de las adicciones es aceptarlas”.

Sus razones tendrá María Jimena Duzán, pero esta columna no pretende entrar en especulaciones sobre una posible adicción de Gustavo Petro. Estas páginas optan por el análisis de los hechos públicos y no se permiten, por norma general, penetrar en los recintos privados ni en los diagnósticos psiquiátricos ni sociológicos. Desde luego, la periodista no cabe en el mismo saco de las dávilas o uribes, pero no hay que desconocer que la derecha rabiosa ha iniciado múltiples campañas con las más extravagantes calumnias y estigmatizaciones contra el presidente, endilgándole robos y diagnósticos inverosímiles. Usanza que nos aconseja ser muy prudentes en estos aspectos. Esa tendencia ultra alharaquea y dicta cátedra cotidiana de ética, siendo que ella y los gremios que la pagan no tienen ni un solo principio distinto al del lucro, al del saqueo. Claro que en el gobierno de Petro y en el seno de su familia se han dado actos de corrupción, pero son estos sectores los que más carecen de autoridad moral para reclamarle al respecto.

Sea lo que fuere con la mentada adicción, lo cierto es que Petro no logra salir de su laberinto: entregado de pies y manos al establecimiento es del todo incapaz de satisfacer en lo más mínimo al electorado; el presidente se debate entre las más vergonzosas claudicaciones y el trino provocador, con el que pretende, en ocasiones, afirmar puntos discrepantes con el orden establecido o hacer alardes de originalidad y erudición. Todo se reduce a una verba tan incontinente cuanto estéril, pues a cada espasmo de rebeldía trinada le sigue una nueva postración ante los poderosos. Así se retuerce sin descanso el capitán que iba a conducir la nave del cambio por las aguas procelosas de la lucha social.

Soñó con atraer a su campo a sus contradictores a punta de concesiones y galanteos, lo llamó el acuerdo nacional. Y estos, en vez de darle un respiro, lo arrinconan con mayores mandobles contra los colombianos. Reclaman más recursos públicos para las EPS, mayores cobros por el servicio de energía, peajes incrementados, encarecimiento de los combustibles y un predial poco menos que expropiatorio. De manera que, con los nuevos embates contra el bienestar de los colombianos, las ilusiones de cambio irán generando más crudas decepciones. 

El problema es que las fuerzas de la reacción han elaborado con Gustavo Petro la falacia del hombre de paja al que le atribuyen posiciones políticas e ideológicas que le son ajenas. Se trata de presentarlo como un socialista convencido y consecuente, a sabiendas de que es una fierecilla ya domada, que no osará levantarse contra quienes son objeto de sus complacencias, las que le retribuyen con zarpazos y vilezas. Sabedores del desencanto que provocan las promesas incumplidas, y creando un estado de zozobra propagan la idea de que es mejor no aventurarse en luchar por transformaciones sociales profundas y resignarse de un todo a los vapuleos del status quo. Petro, primero, clamó por la desmovilización social y llamó a los jóvenes valientes que arriesgaron sus vidas por darle un rumbo justo a la sociedad a que dejaran la barricada por la urna, porque a través de ella si se lograrían los objetivos altruistas y justicieros; luego, resulta con que su cambio no cambia nada y quizás si empeora las cosas, porque los dictados son los mismos. El campo de los rebeldes queda, pues, minado, escarmentado y confundido gracias a las peripecias del regente de la Potencia Mundial de la Vida. Por ello, es imperioso diferenciarse de sus vacilaciones y entregas, para mitigar el detrimento a las huestes populares y revolucionarias.

Muchos compañeros de las organizaciones populares consideraron al hoy mandatario como un jefe de una gran capacidad estratégica. Quizás la tenga, pero hasta el momento tales dotes solo han beneficiado a los adversarios: los ha unido y exaltado, en tanto que a sus propias fuerzas las ha conducido a la derrota y a la confusión. Y la amplia simpatía nacional que había logrado se disgrega rápidamente.

El camino que escogió lleva a la encerrona. Mejor elaborar una plataforma clara de lucha, que garantice el fin del señorío de los monopolios sobre el país, de la abusiva injerencia gringa, que convoque a la unidad nacional a los defensores de estos postulados, no a sus enemigos. Que reivindique de esa manera la más amplia unidad y que les cierre el paso a los traidores que siempre se cuelan en estas gestas. En el corazón de las faenas revolucionarias será necesario un partido organizado y conformado por cuadros convencidos y resueltos. Tareas difíciles, pero que a la postre han de garantizar un cambio de verdad, no de mentirijillas.  Prestos a aportar el grano de arena en esa gran empresa transformadora.   

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