En la geopolítica global, Petro declara su alineamiento con Estados Unidos

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Manifestación expresa de la cada vez mayor dicotomía del exmilitante del M-19 de decir o escribir frases altisonantes, como, por ejemplo, las que ha pronunciado frente a los ominosos acontecimientos de la Franja de Gaza, mientras que, en los hechos, lo que realmente cuenta, más allá de su irredimible incontinencia verbal, decide “alinearse”, dizque para defender las “libertades fundamentales”, con el coartífice principal de la despiadada matanza de palestinos, incluidos 4.000 niños.

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El pasado 3 de noviembre se llevó a cabo en Washington la primera cumbre de la Alianza para la Prosperidad de las Américas (APEP, por su sigla en inglés) —iniciativa lanzada por Biden en la cumbre de las Américas en los Ángeles, de junio de 2022—, a la que asistieron “los 11 socios más cercanos a Estados Unidos en el continente americano” (Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay). Como parte de la cumbre, el 2 de noviembre, tuvo lugar una reunión que contó con la presencia de centenares de líderes empresariales de la región, representantes de la llamada sociedad civil, de las instituciones financieras internacionales y de los gobiernos, denominada Foro de Inversión Responsable Alianza de las Américas-BID, organizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con el fin de “empezar a construir unas más competitivas y resilientes cadenas de valor en las Américas.”

Llama la atención que los medios de comunicación colombianos no se hayan ocupado ni siquiera mínimamente de los desarrollos de este evento, algo solo explicable por su creciente animadversión hacia Petro; pues de haber registrado el acontecimiento, como lo hubieran hecho con cualquiera otro jefe de estado de sus afectos, habrían tenido que deshacerse en elogios al primer mandatario, ya que el fin tácito de la cumbre fue el de declarar que frente a la “paz caliente” que vive el planeta, los representantes de este grupo de países, incluido Petro, se alinearán sin pudor tras los designios del Tío Sam.

Los elegidos fueron apenas 11 de los 35 que componen la región, lo que demuestra las dificultades de la Casa Blanca para uncir a la mayoría de las naciones, pues como le respondió Biden a Boric, el otro izquierdista de la cumbre, cuando intercedió por ampliar el grupo a Argentina, Brasil y Paraguay, y como consta en algunos de los documentos, el acceso al cenáculo se limitará a quienes puedan exhibir “los altos estándares y valores compartidos” de los actuales integrantes, es decir, su incondicionalidad a Washington.

Entre los pocos registros de la gran prensa estuvo el de las declaraciones del presidente en los momentos previos al viaje, en las que utiliza el mismo lenguaje de los gringos para promocionar la nueva asociación, esto dijo:

Una sólida alianza entre Estados Unidos y América Latina es vital para promover los valores compartidos del hemisferio y el compromiso con las libertades fundamentales en las Américas. Colombia está dedicada a fomentar un crecimiento inclusivo y sostenible en la región, y a alinearse en esfuerzos concretos para abordar desafíos como el cambio climático, el acceso a agua potable, y la migración.

Manifestación expresa de la cada vez mayor dicotomía del exmilitante del M-19 de decir o escribir frases altisonantes, como, por ejemplo, las que ha pronunciado frente a los ominosos acontecimientos de la Franja de Gaza, mientras que, en los hechos, lo que realmente cuenta, más allá de su irredimible incontinencia verbal, decide “alinearse”, dizque para defender las “libertades fundamentales”, con el coartífice principal de la despiadada matanza de palestinos, incluidos 4.000 niños.

Los derroteros de la Alianza fueron señalados a grandes rasgos por Biden en la instalación del evento:

Los Estados Unidos son ya de lejos la mayor fuente de inversión en toda Latinoamérica y el Caribe. Y nosotros queremos asegurarnos de que nuestros vecinos más cercanos sepan que tienen que elegir entre la diplomacia de la trampa de la deuda y un enfoque transparente y de alta calidad para la infraestructura y el desarrollo.

De ahí que la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo estén lanzando una nueva plataforma de inversión para canalizar miles de millones de dólares hacia la construcción de infraestructura sostenible en el hemisferio y el fortalecimiento de las cadenas críticas de aprovisionamiento.

Los Estados Unidos están también trabajando con el Banco Interamericano de Desarrollo para constituir un Fondo para la Naturaleza, que impulse más inversión en soluciones climáticas, tales como intercambios de deuda por naturaleza y la emisión de bonos verdes y azules.

Nosotros podemos apoyar más proyectos como el pionero de comienzos de este año para reestructurar deuda externa del Ecuador y generar centenares de millones de dólares en trabajos de conservación marina alrededor de las Islas Galápagos.

Es evidente que ante el avance de la emergente potencia de Oriente, convertida en un formidable inversionista en enormes obras de infraestructura y en el principal socio comercial de todos los países de América Latina, con excepción de México y Colombia, los Estados Unidos han decidido hincar más las garras en su patio trasero, una de sus mayores fuentes de recursos naturales, mano de obra barata, y destino de sus inversiones, créditos y mercancías, un paraíso que, ni en sus peores pesadillas, habrían contemplado perder, pero que su enjundioso rival ya se lo disputa con éxito.

Capítulo aparte merece la magnánima reconvención del titubeante señor Biden, digna de una crónica universal del cinismo, de que las naciones del hemisferio se cuiden de caer en la “diplomacia de la trampa de la deuda”, como si la mayoría de los padecimientos de los pueblos de América Latina y el Caribe no se debieran, precisamente, a que los linces financieros de la potencia que él representa, mediante la servidumbre de los empréstitos, llevan ya más de un siglo de saqueo sistemático de las riquezas naturales, de sumir en la debilidad las industrias y comercios y campos, de explotar sin tasa ni medida a los trabajadores y oprimir a los pueblos. Como si para abonarles sus créditos leoninos no nos hubieran exigido  privatizar empresas de energía, acueductos, ferrocarriles, líneas aéreas, compañías de telecomunicaciones, la salud y las pensiones, y cuando el principal rubro en los presupuestos públicos se dirige a amortizar intereses de la deuda eterna, de nunca acabar de sufragar, que nos condena al suplicio de Sísifo de prestar para pagar. Y sin contar con que los préstamos también han sido la base de la intromisión en la judicatura, la expedición de leyes, la milicia y la policía, la cultura, los planes educativos. Y lo único que falta es que empecemos a entregar porciones de la selva amazónica para que nos rebajen unos dolarcitos, siguiendo el derrotero de traición nacional, encomiado por Biden, del derechista Lasso del Ecuador que, bajo la enseña de canjear deuda por acción climática, les entregó por casi 20 años las Islas Galápagos, uno de los más grandes tesoros de la geografía global, a una cuadrilla de conglomerados, fundaciones y ONG imperialistas.

Pero en las reuniones en las que los voceros estadounidenses expusieron con más detalle los objetivos del nuevo pacto, incluso con mayor claridad que en el documento final conjunto (Declaración del salón este de los Líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas), que se redujo a vaguedades, fue en las sostenidas con la secretaria del Tesoro, Janeth Yellen: un foro con el BID y un desayuno con los líderes de la naciones invitadas.

En el foro del BID, señaló:

Permítanme referirme a un área en la cual tenemos una oportunidad única de trabajar mucho más estrechamente: los esfuerzos por diversificar la cadena de suministros. Los Estados Unidos están trabajando con sus socios en lo que yo he llamado “friendshoring”, que significa diversificar nuestra cadena de abastecimiento con un grupo de aliados y socios confiables. Esto tiene tremendos beneficios potenciales para impulsar el crecimiento en América Latina y el Caribe.

Y la diversificación aporta no solo la oportunidad para un significativo crecimiento del comercio, sino también para la innovación en sectores desde los renovables, los suministros médicos, hasta los semiconductores. Negocios en los que América Latina y el Caribe ya son importantes socios de los Estados Unidos. Es el caso de la manufactura de tecnologías eólicas y solares, que irán conduciendo a nuevas áreas de las energías limpias, por ejemplo, a crear una cadena integrada verticalmente mediante el uso del litio extraído localmente y la producción local de baterías. En el sector de la salud, del equipamiento médico y las compañías farmacéuticas se puede crecer e innovar para satisfacer la creciente demanda. Y en la rama de los semiconductores, los calificados trabajadores de la región pueden aumentar la producción de materiales avanzados, incluidos los chips para automotores, necesarios para las actuales y futuras generaciones de vehículos eléctricos.

Y en el desayuno con los líderes de la región remarcó:

Junto a la creciente inversión del sector privado, yo quiero subrayar nuestro trabajo en las cadenas críticas de suministro como otro impulsor clave del crecimiento de la región. Los Estados Unidos están aplicando un enfoque que yo he llamado “friendshoring”, es decir, diversificar nuestra cadena de suministros entre un amplio rango de aliados y socios confiables. Yo estuve en India y Vietnam al comienzo de este año y pude ver de primera mano las acciones que ellos están llevando a cabo para hacerse más competitivos con la perspectiva de participar de la cadena global de suministros. Nosotros creemos que los países de la APEP están bien posicionados para realizar las acciones necesarias que los beneficien del friendshoring en nuestra región. Pero las nuevas inversiones no llegarán automáticamente. Los Estados Unidos y el Grupo BID se han comprometido a trabajar juntos para apoyar sus esfuerzos de integrarse a la cadena regional de abastecimiento.”

Concretamente, el llamado friendshoring de industrias estratégicas sucede cuando un gobierno empuja a las firmas de su país a reestructurar la cadena de suministros trasladando la producción desde sus rivales geopolíticos hacia regímenes amigos. El 9 de agosto pasado, por ejemplo, la administración Biden, en el marco de la guerra económica con China, prohibió la inversión privada allí en tecnologías de última generación que podrían ser útiles en el fortalecimiento del poderío militar del gigante oriental. Friendshoring también se asemeja a otro vocablo en boga, “nearshoring”, que consiste en mover la producción cerca de casa. En nuestro caso, están sucediendo las dos cosas simultáneamente: los Estados Unidos están trayendo sectores de su producción en ultramar a sus fronteras y uncen al proceso a sus lacayos del continente. El objetivo final consiste en apuntalar la primacía y la seguridad comercial de los Estados Unidos. Es el caso de la Ley de Reducción de la Inflación, expedida durante el mandato de Biden, que dictamina que desde 2027 el 80 % del valor de mercado de los materiales críticos para fabricar baterías para vehículos eléctricos debe ser extraído o procesado en Estados Unidos o en algunos de los países con los que este tiene tratados de libre comercio, como sucede con nueve de los fundadores de la Alianza.

La señora Yellen había pronunciado el año pasado un discurso en el que mencionó la necesidad de lograr un más seguro suministro de materiales críticos, particularmente los utilizados en la producción de dichas baterías. Latinoamérica concentra más de la mitad del litio del mundo, de ahí su alusión a la integración vertical del sector, en lo cual ya se ha avanzado con Chile, país que hace parte, junto con Argentina y Bolivia, del llamado triángulo del litio, sobre el que hablan constantemente con poco disimulada avilantez los altos funcionarios norteamericanos. Pero también el sur del hemisferio posee dos quintas partes del cobre global y una cuarta del níquel, por lo que representantes de los Estados Unidos y aun la Unión Europea se han abalanzado a estas tierras de promisión para asegurarse el control de tan valiosos recursos necesarios para la transición energética, en muchos de los cuales, tanto en la producción como en el procesamiento, existe un monopolio casi total de China.

Y no sorprende que las cajas destempladas de Biden frente al pedido de Boric para acercar a la Alianza a algunos de sus vecinos tengan que ver con contrarrestar, so pretexto de la pureza de los “valores compartidos”, la posibilidad de que los dueños de los yacimientos actúen conjuntamente, pues se ha estado hablando de la creación de una especie de OPEP del litio, alternativa que Boric pone en entredicho con sus arrumacos al amo del norte.

México, también asistente a la cumbre y principal socio comercial de Estados Unidos en el subcontinente, es a su vez el mayor productor mundial de plata, la cual se usa en la producción de turbinas eólicas y paneles solares. Chile y Perú, ambos huéspedes de Biden y fundadores de la Alianza, en conjunto producen casi el 40 % del cobre del planeta. En cada uno de estos países compañías chinas también está procurando llegar a acuerdos con los gobiernos ofreciéndoles miles de millones en inversión contante y sonante.

Todo esto acrecienta la importancia del patio trasero para el decadente imperio norteamericano, pues se prevé que la llamada transición verde resultará incluso más durable que el auge reciente del petróleo, el acero y el carbón iniciado a comienzos del nuevo milenio, y que fue impulsado por la portentosa industrialización de China.

En cuanto a las inversiones que todo esto significa se estima, por ejemplo, que de aquí a 2040 serán necesarios no menos de 570 mil millones de dólares para satisfacer la demanda global de cobre, y que, hasta 2030, se requerirán 40 mil millones de dólares para litio. De ahí la perentoriedad de Biden para que se escoja entre los “transparentes” Estados Unidos y los “entrampadores” chinos.

En lo que tiene que ver con otra de las tres áreas mencionadas, la de la producción de semiconductores, se planeó desarrollar una serie de simposios para los sectores interesados, incluidos gobiernos, industrias, organizaciones de trabajadores y academia para elaborar los programas educativos necesarios de aprestamiento de la fuerza de trabajo necesaria. El primer simposio se hará en Costa Rica en 2024, decisión orientada a apuntalar el Centro de Excelencia creado en ese país, en el que se educará a personas de toda la región en las tecnologías digitales, entre ellas las de semiconductores, ciberseguridad, 5G e inteligencia artificial.

La magnitud de los filones de riqueza en juego, su carácter estratégico, las cifras multibillonarias que se movilizarán explican también que el aparato propagandístico imperialista ya esté alborotando para conjurar cualquier atisbo de nacionalización.  Será materia de otro artículo comentar cómo la estrategia de friendshoring le está resultando apenas a medias a los imperialistas norteamericanos y cómo en algunos casos se les ha vuelto abiertamente en contra.

En cuanto a Colombia, aunque aún no aparece como un protagonista en la extracción y transformación de los minerales ni de los metales de tierras raras para la transición energética, o mejor del imperialismo verde, sí es claro que algunas de las políticas aprobadas en el Plan de Desarrollo tienen que ver con las nuevas orientaciones, como es el caso del “cluster” de los equipamientos médicos y farmacéuticos, una de las áreas mencionadas por Yellen como sujetas al friendshoring, pues la pandemia concienció a los estrategas de la gran potencia de que en su búsqueda de mano de obra y recursos baratos allende los mares habían quedado dependiendo de su astuto rival en estas ramas vitales de la producción. Sobra mencionar que otras ingentes riquezas de nuestro país, su laboriosa mano de obra, su ubicación estratégica, y la atávica sumisión de sus castas dominantes y gobernantes a los Estados Unidos —no interrumpida en el gobierno del cambio—, le mantienen su dudoso sitial de aliado insustituible del Tío Sam en Suramérica.

Pero lo anterior no basta. En otros documentos de la cumbre se constata que los agraciados por el imperio deberán hacer otras contribuciones y adecuaciones en diferentes materias de acuerdo con el interés de aquel. Una clave tiene que ver con el espinoso problema de los migrantes, en el que Colombia ha sido encomiada por su Estatuto de Protección Temporal a Migrantes Venezolanos, expedido bajo el gobierno de Duque. En esencia se trata de que Estados Unidos junto con Canadá, España, Corea harán unos créditos pírricos no reembolsables a los países en donde se concentra el mayor flujo de migrantes, de los cuales una gran parte busca “el sueño americano”, para que estos se conviertan en otra guardia fronteriza que  los disuada de seguir al norte. Esto, por demás, les reporta la ventaja de ensanchar el ejército de reserva en varias de las naciones de la alianza, entre ellas Colombia, para abaratar aún más la mano de obra que se enganchará para las multimillonarias inversiones que llegarán en los renglones mencionados, más las correspondientes a la proyectada “infraestructura sostenible”: puertos y aeropuertos modernos, redes de energía “limpia” y sucia, autopistas, infraestructura digital, todo como fruto del friendshoring.

Por medio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) se desarrollará también un programa de financiación y entrenamiento a “emprendedores”, los cuales cumplirán un papel de tributarios de los grandes conglomerados que se instalarán en los distintos países.

En cuanto a los intercambios de deuda por naturaleza, este renglón se le ha asignado directamente al Departamento de Estado —lo que indica su marcado signo geopolítico—, el cual anunció la creación de un fondo especial en el BID para facilitar dichos negocios. El ejemplo es el ya mencionado de las islas Galápagos, una clara demostración de que en estas novedades la derecha rancia representada por Lasso le tomó la delantera a la izquierda radical colombiana que perora sobre la misma estrategia como el culmen de las transformaciones. Así, el Departamento de Estado conjuntamente con el Congreso y Canadá costearán los estudios que allanen la participación de los linces financieros en los planes de intercambio de acción climática por deuda.

Y, a propósito de otro de los caballitos de batalla del primer magistrado colombiano, el de los cambios a las entidades multilaterales de crédito, preferencialmente el Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y la emisión por parte de este último de los llamados Derechos Especiales de Giro con el mismo fin de alivianar la carga de la deuda —lo cual en estos lares algunos seguidores del gobierno, tan fieles como desinformados, pregonan como genialidades del jefe del estado—, debe anotarse que a la cumbre también asistió la primera ministra de Barbados, doña Mia Amor Mottley, quien se ha convertido desde hace unos años en la verdadera estrella fulgurante de estos planteamientos, alrededor de los cuales se constituyó, a comienzos de 2022, la llamada Iniciativa de Bridgetown, embelecos que no resuelven sino que profundizan y prolongan el martirio del endeudamiento; al igual que lo hacen las engañifas del intercambio de acción climática por deuda —en lo que la señora Mottley también ya involucró a Barbados—, que llevan a sacrificar en el altar de los extorsionistas financieros la soberanía nacional y la integridad territorial, como podría suceder con nuestra Amazonía si continúan las obsecuencias del presidente Petro a la diplomacia militar del país del Norte, capitaneada por el Comando Sur y su jefa, la general Laura Richardson.

Para completar, en febrero de este año, en la ceremonia en la que se anunció la creación formal de la Alianza, se estableció que esta buscaría acuerdos en áreas críticas complementarias de la inversión y el crecimiento económico, entre las cuales destacan los procedimientos aduaneros, la facilitación del comercio, la logística, las “buenas prácticas” regulatorias y la no imposición de barreras arancelarias. Claramente, una nueva embestida aperturista para franquear totalmente las puertas de los “aliados” a la prosperidad económica de  los monopolios gringos.

 Es a este verdadero entrampamiento al que dócilmente nos lleva el gobierno del cambio. Y, lo peor, en un momento en que la agudización de las contradicciones mundiales está posibilitando que muchas naciones de las más diversas prosapias aprovechen para sacudirse el agobiante dominio imperialista y neocolonial, el yugo del dólar; para crear nuevas y más ventajosas alianzas comerciales; obtener mayor valor agregado en la producción y procesamiento de materias primas; descargarse de la nefasta interferencia gringa en sus asuntos internos so pretexto del control del narcotráfico, del lavado de activos, de los derechos humanos, de las diferencias étnicas y raciales.  El caso emblemático de esta nueva tendencia mundial es el de los Brics, grupo que se amplió en su reciente cumbre de Johanesburgo, y que, más allá de las características de cada uno de sus integrantes e  incluso de sus propias contradicciones internas, cada vez más se erige como un muro de contención a las tropelías de Washington, más virulentas en la medida que su nave hace agua por todos lados.

Con el acto alevoso de continuar ligando la suerte de Colombia a la del imperialismo norteamericano, el presidente Petro desvela totalmente una de sus facetas políticas más características pero poco analizada, cual es la de apoyarse en los amos del norte como seguro para sus pendencias con los burgueses y politicastros criollos. Un ardid ominoso, pues hace más expedita la opresión de nuestro país. Aferrarse al causante principal de las desgracias de nuestra patria afinca la creciente convicción de que el pregonado cambio si mucho aspiraba a poner caras nuevas en los carros oficiales. Que nadie se equivoque, la tradición antiimperialista de nuestro país y de toda latinoamericana volverá a refulgir a pesar de la pasajera confusión reinante.

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