Alcalde Samuel Moreno culpa a los maestros de la mala calidad de la educación
Por Graciela Peña y Alejandro Torres
En entrevista concedida al noticiero CM& del 16 de abril, el alcalde capitalino culpó al magisterio por el bajo rendimiento de los estudiantes. Dijo, textualmente: “Sin buenos profesores pues, obviamente, es muy difícil hacer una buena educación, entonces ahí necesitamos invertir en actualización, en capacitación.” Además, según el diario del grupo Planeta: “Moreno dijo que se va a realizar una “inversión significativa” en actualización y capacitación a los docentes, que en su momento se han mostrado reacios a ser sometidos a varias pruebas de evaluación”. El alcalde izquierdista hizo estas insultantes declaraciones a propósito de un estudio presentado por el proyecto “Bogotá, cómo vamos”, que patrocinan El Tiempo, la Fundación Corona y la Cámara de Comercio, el cual reveló que el 80% de los planteles se ubica en un rango de medio o bajo en los resultados de los exámenes del Icfes.
Al alcalde le resulta cómodo apostrofar a los maestros, con lo que se congracia con los poderosos patrocinadores del estudio, quienes por años han difamado a los docentes y promovido funestas orientaciones para la educación, en particular la pública. Prueba de ello es que el citado estudio basa su análisis fundamentalmente en los avances en cobertura, en los niveles de deserción y, en lo atinente a la calidad, en las llamadas competencias básicas y la “sensibilidad ciudadana” de los educandos.
Lo que no menciona el burgomaestre es que el descalabro se debe precisamente a las políticas educativas impuestas en los últimos años por el Ministerio de Educación que, en Bogotá, ha tenido como fieles ordenanzas también a las últimas dos Administraciones. Políticas entre las que destacan la promoción automática en la primaria y luego en el bachillerato con el nefasto decreto 230; la flexibilización del currículo; la reforma de los manuales de convivencia y otras disposiciones que deterioraron el ambiente escolar, que prosternaron la misión esencial de la escuela de impartir conocimiento ante necedades como la “pertinencia”, la “formación en competencias”; “el saber hacer en contexto”, “el pensamiento complejo”, “la validez de todos los saberes”; la necesidad de acabar con una supuesta “sobreeducación”, todo lo cual se ha traducido en el dictado de transmitir en la enseñanza básica apenas las más triviales nociones de lectoescritura y de las cuatro operaciones matemáticas elementales, más una sobredosis de “cultura ciudadana”, “valores”, “obediencia”, “respeto a la ley”, entre otras añagazas para sofocar la rebeldía; o sea, lo necesario para formar mano de obra barata, sumisa y “polivalente”. Mientras, a la par, se han venido desestimulando la enseñanza de las ciencias, los idiomas, incluido el español, la historia y la cultura universales.
Tales orientaciones, además, han reducido las instituciones educativas a meras guarderías en donde se le multiplicaron las funciones al maestro. Éste pasó de ser el responsable de dirigir un proceso académico a ejercer como consejero, acompañante, sicólogo y nodriza del alumno, pues la moda lo que ha impuesto es que en la formación de los muchachos lo más importante es comprender en qué etapa de su desarrollo están para entender sus reacciones.
Precisamente, como de lo que se trataba era de mostrar éxitos en relación con el número de niños vinculados al sistema educativo y con la cantidad de bachilleres egresados, la promoción automática se convirtió en dogma y se empezaron, por ejemplo, a dar bonificaciones a los rectores por la permanencia de los alumnos. Que los jóvenes no desertaran pasó a ser el objetivo determinante de la labor del profesor a costa de la exigencia y del rigor académicos. De estas políticas han derivado los malos resultados hasta en las pruebas del Icfes.
¿Por qué el alcalde en vez de denostar a los maestros no se refiere a que muchos de ellos, en cuanta oportunidad han tenido de ser escuchados y desde todos los rincones del país, han expresado su preocupación por las políticas educativas, que vienen arrasando con el necesario ambiente de aprendizaje, responsabilidad, compromiso, respeto, e interés que debe existir por parte de todos los estamentos que integran la comunidad educativa: padres, estudiantes y maestros?
Ahora, cuando hasta en los limitados objetivos propuestos en las perniciosas directrices oficiales se obtienen vergonzosos resultados, el señor Moreno, que ha sido partícipe de las mismas, como lo fue también su antecesor, del que heredó hasta el secretario de Educación para acentuar el continuismo, no solamente evade su propia responsabilidad, sino que al alimón con Uribe, y para cortejarlo, a él y a los poderosos, se viene lanza en ristre contra el gremio al cual le debe, en buena parte, su puesto como alcalde. ¡Así paga el diablo a quien bien le sirve!
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