¡Están alborotados!

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Por Ludwig Niccolò Romanovich

Por estos días, y como en cada jornada de reclutamiento que año tras año se realiza, se ha visto frecuentemente cómo soldados del Ejercito Nacional vienen asediando a ciertos jóvenes en puentes peatonales, centros comerciales, dentro y fuera de los portales de Transmilenio, haciendo “batidas” en billares y buses de servicio público, en el Centro de la capital, “citándolos” a los diferentes coliseos y, en general, en todo lugar en donde se presenten grandes aglomeraciones de personas, con el fin de que unos cuantos de ellos “definan su situación militar” y “presten un servicio a la Patria”; esa misma que les ha negado educación, trabajo y oportunidades dignas de existencia.

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Los militares sólo detienen a quienes según su criterio, podrían ser remisos y desertores y, por tanto, llegar a ser parte de las filas. Si se mira durante unos minutos a los grupos de muchachos que se encuentran dispuestos en rededor de los soldados, es posible distinguir que los reclutados son los hijos de las clases trabajadoras, que por su vestimenta expresan la humildad de su condición y, por lo quemada de su tez, reflejan el constante andar calle arriba y calle abajo buscando algo que hacer. También, es factible encontrar jóvenes pertenecientes a diferentes grupos como los “metaleros”, punks, skinheads y los que conforman las barras bravas.

Durante este inesperado momento, los reclutados deben padecer la indiferencia de los que están a cargo, soportar la respuesta descortés y arrogante ante la pregunta obvia del detenido por su futuro y, en muchos casos, toda suerte de amenazas que van desde el corte de cabello -para el que lo tenga largo- hasta la intromisión en la vida privada con frases como “ahora sí se le acabó la vagancia” y “ahora sí le va a servir al país”. Como si fuesen ellos los destinados a decir qué hacer, como si ellos fueran los elegidos para escoger el modo, tiempo y lugar de “servirle al país”. 

El espectáculo castrense no para ahí, hay que ver cómo arbitrariamente detienen a estos jóvenes durante largo tiempo con lo que les impiden que cumplan las diferentes actividades que tenían preparadas antes de la inconsulta detención. La soldadesca no entiende de razones, ellos están allí para hacer cumplir los dictámenes del reclutamiento y, por ende, decidir sobre el tiempo, la vida y la angustia de las personas.

El carácter de clase con que se orienta la práctica de la incorporación de la juventud no se limita únicamente a lo mencionado, en lo que tiene que ver con  la selección predeterminada de ciertos peatones. También reviste un encubrimiento de la “responsabilidad para con la Patria” de los hijos de la clase dominante y cobarde del país. Toda vez que son los jóvenes de escasos recursos los que entran a conformar el grueso de reclutas y soldados de base, los mismos que deben afrontar las tareas más riesgosas de la milicia. ¿Cuándo hemos visto los hijos de Uribe y Santos -tan apologistas de la guerra-  en el frente de batalla?, por el contrario, los vemos disfrutando de agasajados matrimonios en Cartagena y participando de los más fastuosos eventos de modas, tan propios de la ligereza actual; ¿Acaso los hijos de los ministros, congresistas, militares de alto rango y grandes empresarios cumplen su deber con la Patria? ¿Será que saben qué es ser reclutado y subido a un camión en contra de su voluntad a engrosar las filas de los soldados rasos  -situación que se da en el mejor de los casos, porque en el peor, el joven engrosará las filas de los tiernamente denominados “falsos positivos”- y como ocurre año tras año con los hijos del pueblo?  Con sacrificio de Patria y arrojo de clase, estos remisos de la clase alta, serán generales de noticiero de televisión.

Ojalá, en vez de tan alborotado interés por reclutar y llenar las filas del ejército con estos muchachos, tuviera eco y se hiciera de la misma manera, su incorporación a la seguridad social, al trabajo digno, a la vivienda adecuada y a las universidades, para que el reclutamiento no se constituya en una forma de discriminar y poner como carne de cañón a los hijos de las clases populares.

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El presente artículo se puede reproducir total o parcialmente siempre y cuando se cite la fuente, www.notasobreras.net, y el autor, Ludwig Niccolò Romanovich.

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