Gran decepción causa la Cumbre sobre el clima en Glasgow- COP26

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En la ciudad escocesa de Glasgow ha tenido lugar la cumbre de la ONU acerca del clima. Esta reunión se conoce como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). En su inauguración se hicieron catastróficas predicciones sobre el futuro del planeta: Joe Biden calificó el cambio climático como “una amenaza existencial”; para Boris Johnson se acerca “el día del juicio final”; o el llamamiento a “dejar de cavar nuestra propia tumba” de Antonio Guterres, secretario general de la ONU¨. Mucha retórica y pocos compromisos. Todos coincidieron en que es una cumbre crucial, pues “no tenemos mucho tiempo para cambiar, advierten los científicos sobre la lentitud del combate contra el cambio climático, por lo que es imperativo que los países de una manera drástica y rápida suspendan el uso de los combustibles fósiles y frenen la deforestación a través de una serie de medidas para evitar la destrucción de la naturaleza.

La prensa mundial ha registrado este evento con un tono de cautela y zozobra, señalando que la probabilidad de que la conferencia tenga éxito es incierta. Las declaraciones abstractas de los mandatarios de los países imperialistas usando frases grandilocuentes acompañadas de muy pocas acciones efectivas, hacen pensar que la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados en comparación con los niveles previos a la Revolución industrial, es bastante difícil de alcanzar. Si la temperatura sube más, se agudizarán fenómenos como las sequías extremas, la escasez de agua, la pérdida de las cosechas, los incendios forestales y las inundaciones, entre otros.

El desarrollo del capitalismo ha ocasionado una profunda degradación ambiental,pues es un sistema que radica en obtener riqueza y expandirse en un contexto de competencia. El crecimiento demográfico y la consecuente urbanización afectan de manera importante a los recursos naturales, dado que la ciudad requiere de agua, alimentos y energía, además de la enorme cantidad de residuos que genera. La construcción de infraestructuras como la de transporte produce una gran emisión de contaminantes atmosféricos.

Un asunto que acelera de manera vertiginosa el daño ambiental en el capitalismo es la obsolescencia programada, es decir, la pérdida de valor de los equipos debido a la aparición de nuevos modelos más atractivos. Es un proceso productivo de caducidad deliberada para que las cosas duren menos utilizando materiales de menor calidad. Con la planificación del fin acelerado de la vida útil de un producto para que luego de obsoleto deba ser sustituido, la sociedad de consumo debe seguir comprando nuevas versiones de mercancías para que el capital siga engrosando sus arcas.  Esta perversa práctica genera basura electrónica cuyo crecimiento es imparable, según Naciones Unidas se producen 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año, materiales tóxicos que no son biodegradables.

Otro tema intrincado que trae consecuencias devastadoras para los países pobres, ricos en minerales, es lo que tiene que ver con la llamada transición energética basada en las energías renovables alternativas que han tenido un gran crecimiento como la eólica y la solar. Se construirán extensiones cubiertas de paneles solares, un montón de molinos de viento, plantas productoras de hidrógeno que requieren electricidad. Para producir carros eléctricos, es necesaria la fabricación de baterías de iones de litio; según las previsiones de General Motors se fabricarán en una década baterías con una capacidad total de 240 GWhu, para lo cual se extraerán 38.400 toneladas de litio. Esta cifra produce pavor, si se tiene en cuenta que en el desierto de Atacama o en el salar de Uyuni, se necesitan unos dos millones de litros de agua para producir una sola tonelada de litio.

Como dice der Spiegel, el pobre sur está siendo explotado para que el norte rico pueda hacer la transición hacia la sostenibilidad ambiental. Porciones enteras de tierra están siendo destruidas para asegurar los recursos que se necesitan para producir las turbinas de viento y las células solares. Las turbinas de viento convierten el aire en una electricidad limpia, para su producción se requiere cemento, arena, acero, zinc, aluminio y toneladas de cobre. Cerca de 67 toneladas de cobre pueden ser encontradas en una turbina de tamaño medio. Para extraer esta cantidad de cobre, los mineros tienen que remover cerca de 50 mil toneladas de tierra de roca. Un montón de naturaleza es destruida por una pequeña porción de energía verde. 

En la mina Los Pelambres en Chile hay un cráter gris de una altitud de 3.600 metros (el cobre se extrae de la roca y el proceso requiere grandes cantidades de electricidad y agua), quitando a los agricultores el agua para sus cultivos, ¿qué tan verdes son estas energías realmente? La demanda global por cobre crecerá inmensamente para los cables y motores eléctricos y para las turbinas de viento. Una gran parte del territorio de Guinea está siendo explotado para la extracción de bauxita (el oro de Guinea) con consecuencias ambientales devastadoras como la destrucción de la diversidad natural y el agotamiento de fuentes de agua potable. (SPIEGEL, 2021)

Ocultos tras el paso a las tecnologías limpias, grandes consorcios económicos están haciendo negocios billonarios y tomando el control del mercado mundial, a la vez que desarrollan el espionaje, la manipulación y el control ideológico,político y cultural. Todo esto en el marco de un gran enfrentamiento geopolítico entre las mayores potencias del siglo 21 a saber, Estados Unidos y China.

Hay grandes expectativas para que la tecnología verde sea usada para salvar el clima, el rescate implica no solo despojar al planeta de preciosos recursos, sino la gran contaminación que produce la obtención de recursos minerales, lo que convierte las energías limpias en sucias. Las turbinas de viento los sistemas fotovoltaicos, los carros eléctricos, las baterías de iones de litio y las células de energía tienen una cosa en común: inconcebibles cantidades de materias primas son consumidas en su producción.

Muchas son las empresas multinacionales que se llevan los recursos naturales de países pobres pero ricos en biodiversidad: petróleo, oro, carbón, gas a precios muy bajos. Les dejan a las naciones las secuelas de, destrozos al medio natural ydaños económicos y pobreza miseria para los territorios y sus habitantes. En el caso de Colombia, la minería del oro impacta a las fuentes hídricas que se contaminan con mercurio, ocasionando graves problemas para la salud humana por la ingesta de peces contaminados y consumo de agua entre otras afectaciones.

Por otra parte, la deforestación causada por la agricultura, la ganadería, la industria de madera, los cultivos de uso ilícito, los megaproyectos y la minería han conducido a la destrucción de bosques y con ello la pérdida de biodiversidad, la desertificación y la erosión, la pérdida del hábitat para millones de especies,coadyuvando de esta manera al cambio climático.  

Los países ricos del G20, subvencionan con subsidios y exenciones fiscales la producción de petróleo, gas y la exploración de carbón con miles de millones de dólares. Gran parte de estos recursos se destinan a las transnacionales que explotan combustibles fósiles y con ello socavan las metas sobre cambio climático y profundizan la crisis. De esta manera, esta cumbre se convierte en una burla llena de retórica apocalíptica. Con una alta dosis de demagogia y de cinismo se anuncian soluciones tibias que no garantizarán para nada el freno a la debacle que está en curso.    

La compensación que los países desarrollados deben hacer a los países pobres por las pérdidas y daños ocasionados por el cambio en el clima alcanza la suma de 100.000 millones de dólares para adelantar planes de adaptación y mitigación. Este compromiso ha sido incumplido, pero el asunto es que no se trata de esperar compensaciones, sino que las naciones necesitan, en uso de su soberaníaadelantar el progreso económico sin depender de los grandes imperios.

Ningún dinero compensará tanto daño ambiental y social. Las llamadas compensaciones son apenas una ínfima fracción de los profundos dañosambientales que durarán milenios dejando territorios desolados y a la población con míseras condiciones de vida.

Para limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados es necesario reducir las emisiones globales en un 45% para 2030 y a cero para el 2050. Sin embargo, se estima que las emisiones de gases efecto invernadero en el 2030 aumentarán en un 13,7% respecto a 2010; todo parece indicar que no se transformarán las economías y por ende se puede esperar un aumento de la temperatura global de al menos 2,7 grados centígrados (ONU, 2021).

En cuanto a la “adaptación”, entendida como la reducción de la vulnerabilidad ante   el cambio climático, se considera necesario hacer ajustes en los sistemas ecológicos, sociales o económicos. No obstante, estos “propósitos” se pierden en gran medida en el mar de las promesas vagas.

Para eludir compromisos concretos, las 2 grandes potencias Estados Unidos y China responsables del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, dijeron que habían acordado en lo que tiene que ver con las emisiones de metano, la transición a la energía limpia y la descarbonización. Y a pesar de que las grandes potencias anunciaron medidas para disminuir la producción de gases efecto invernadero es difícil creer que se lleven a cabo por el incumplimiento de cumbres anteriores. ​

Ni la suerte del planeta ni la suerte de los pueblos pueden confiarse a los capitalistas, sean ellos del capital financiero o de las grandes empresas tecnológicas, estos seguirán agotando los recursos de la tierra y envileciendo el ambiente en su afán de generar utilidades y sometiendo a una explotación desalmada a los trabajadores del mundo.

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