El “centro izquierda” hereda misión de la derecha

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Por Francisco Cabrera

La llegada de Luis Eduardo Garzón a la Alcaldía de Bogotá ha generado una oleada de entusiasmo alimentado por las ilusiones de que él representaba un cambio frente al “modelo neoliberal”. También ha suscitado una avalancha de escritos en la gran prensa en los que se afirma que la izquierda ha conquistado el poder en la urbe más importante del país gracias al abandono de los radicalismos y a su desplazamiento hacia el centro. ¿Habrá realmente un cambio de rumbo? ¿Que significa ese desplazamiento de la izquierda hacia el centro? Veamos.

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En su discurso de campaña Garzón imploró que no se le viera como “el coco”, pues con su receta de la concertación como panacea para todos los males, antes que representar un peligro para los intereses de la oligarquía, le ayudaría a ésta a apaciguar la inconformidad del pueblo.

Los planteamientos de Garzón fueron cuidadosamente elaborados para demostrar que bajo su mandato se garantizaría la continuidad de las principales políticas con las que se viene acondicionando la ciudad a las modalidades del saqueo imperialista bajo la globalización. El programa de gobierno, la conformación del gabinete, el discurso en el acto de posesión, con la presencia del embajador norteamericano, abundan en pruebas al respecto. Ofreció:

  • “Plenas garantías al capital extranjero” y a los financistas, pero eso sí, “que permitan generar empleo”. La apertura arrancó con la premisa de que atraer los capitales crearía puestos de trabajo. El resultado ha sido el contrario, pues los monopolios foráneos desplazan la producción nacional al tiempo que el agio la estrangula. Garzón plantea como medicina la misma pócima que está matando al paciente.
  • Sacar adelante la “ciudad región” orientada hacia el “fomento a las exportaciones”. No es otra cosa que debilitar los estados nacionales impidiendo que se cimente el mercado interno y fomentando un federalismo que acrecienta la dependencia al concentrar la economía en la maquila y en los servicios requeridos por los consorcios de la metrópoli.
  • Combatir el desempleo con las manidas fórmulas de “la micro, pequeña y mediana empresa” y “la economía solidaria”, en fin, las propuestas sociales del hijo de la humilde doña Eloisa no se diferencian en nada de las del gran hacendado de Antioquia hoy acaballado sobre la nación y suenan como dulce melodía a los oídos de los agiotistas y de las multinacionales.

En cuanto a las finanzas distritales Garzón peló el cobre. En la campaña prometió que no acudiría a más impuestos, no obstante, Pedro Rodríguez, su secretario de Hacienda, un tecnócrata alcabalero que ocupó la Dirección de Presupuesto durante la primera administración Mockus, ya salió a defender el cobro de valorización para financiar los parques y las obras viales distintas de Transmilenio. Para curarse en salud, el funcionario le dijo a El Tiempo que “no se trata de un impuesto sino de una contribución que pagan las personas que se benefician con una obra”. Además, se ha anunciado una segunda descapitalización de Emgesa en 400 mil millones de pesos, como quien dice, devolverle al monopolio español otros 200 mil millones del capital con el que adquirió la mitad de la Empresa de Energía de Bogotá sin mermar su participación accionaria, con tal de que la Alcaldía pueda disponer de otro tanto para hacer populismo. Esto prueba que como las anteriores administraciones, la del ex presidente de la CUT estará al servicio de los grandes consorcios. Las otras propuestas carecen igualmente de originalidad: nuevos créditos “mejorando el perfil de la deuda”; medidas policivas “antievasión e incumplimiento”; “venta de activos improductivos” (léase privatizaciones) y “eficiencia”, “austeridad y control social”. ¿Hay algo de izquierda en todo esto? ¡Absolutamente nada! Quizás por ello, Garzón exclamó en su discurso de posesión: “Lo verdaderamente revolucionario hoy es ser responsable en el manejo de las finanzas”. ¡Ni más ni menos, que la misma divisa del Fondo Monetario Internacional!

Miremos ahora “lo social” y “el día sin hambre”, su principal bandera. Allí no encontramos otra cosa que el asistencialismo recomendado por el Banco Mundial para que los gobiernos apliquen los respectivos paños de agua tibia a los desastres provocados por el “mercado libre”. Tanto que los programas propuestos ya venían desarrollándose por la administración Mockus, verbigracia, el complemento nutricional para niños menores de 12 años. Así lo reconoció el propio alcalde en su discurso de posesión: “Cualquiera que hubiese llegado a la Alcaldía habría tenido que asumirla [la política social]”.

El eslogan del burgomaestre será: “Sin indiferencia”. No se trata, claro está, de “polarizar” ni de introducir el odioso “concepto de clase de pobres contra ricos”, sino de que los explotados y los explotadores hagan “un compromiso con la sociedad”, señaló el ex dirigente de la USO el 1° de enero. A los monopolios se les suplicará que no sean indiferentes ante el hambre de los de abajo y que donen mercados para aliviar el mal, como si no fueran ellos sus causantes. A los trabajadores de la Empresa de Acueducto se les exigirá que abandonen sus reivindicaciones y que no sean indiferentes frente a las altas tarifas que agobian a los bogotanos, que hagan el sacrificio de entregar su convención colectiva, mientras a los fabulosos negocios de los contratistas privados no se les tocará un pelo. A los maestros se les conminará a que no sean indiferentes ante la falta de cupos para cien mil niños en la ciudad y que acepten cursos de 50 o 60 alumnos, dar clases en los prados y trabajar horas extras, no remuneradas, mientras la Nación y el Distrito cumplen religiosamente con el pago del servicio de la deuda. ¿Habían soñado los amos del capital un paraíso semejante?

En los únicos temas en los que Garzón se distanció de sus antecesores, el pico y placa, la “hora zanahoria” y la política de espacio público, bastó con que un editorial del diario de los Santos tronara que no se podía retroceder en los esfuerzos hechos en los últimos años en estos campos, para que el discípulo de Lula reculara presuroso. Los vendedores ambulantes, que le aportaron unos buenos votos, terminaron colgados de la brocha, pues su suerte quedó en manos de una comisión de alto nivel creada por Mockus, a cuyas recomendaciones se acogerá el alcalde del Polo Democrático Independiente, PDI.

En el PDI confluyen varias vertientes políticas que nunca aceptaron la lucha revolucionaria o que renegaron de ella, reemplazándola por los llamados a la conciliación de clases. Caen en flagrante contradicción cuando se proclaman adalides de la lucha contra el hambre, el desempleo y las desigualdades, al tiempo que se declaran defensores del “Estado social de derecho” y de la Constitución de 1991, base jurídica para implantar el neoliberalismo que exacerbó los dramas sociales

Garzón no alcanza a ser ni siquiera reformista. Su misión es darles curso a los planes imperialistas creando la ilusión de que es posible la prosperidad de la Capital y el bienestar del pueblo manteniendo intactos el régimen de la extorsión financiera y el saqueo de los monopolios. En el “centro izquierda” es donde comienza la derecha. Quitémosle la máscara a estos falsos amigos del pueblo.

Febrero 1° de 2004

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