Comentarios sobre la crisis en Europa

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Los aprietos son consecuencias de las mismas ventajas enormes de que han disfrutado a lo largo de las últimas décadas las entidades financieras, principalmente las de Wall Street.

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Un nuevo episodio de la crisis capitalista estremece al mundo; esta vez se trata del riesgo de incumplimiento de la deuda soberana por parte de los países del sur de Europa, y con ello, del posible resquebrajamiento del euro, la única divisa que actualmente le representa al dólar un desafío. El frenesí especulativo no sólo arremete contra el bienestar de los pueblos, sino que también socava la unión del Viejo Continente.

Los aprietos son consecuencias de las mismas ventajas enormes de que han disfrutado a lo largo de las últimas décadas las entidades financieras, principalmente las de Wall Street. La globalización las ha facultado para sacar provecho de las millonarias transacciones internacionales, tanto de bienes como de servicios; sin las barreras nacionales, actúan a sus anchas, ya en uno, ya en otro confín. El papel dominante del dólar ha hecho que las operaciones, los ahorros y las inversiones del orbe se realicen en esa moneda y se depositen en los bancos y fondos de capital de esa metrópoli, con lo cual dichas firmas cuentan con casi todos los caudales de los cinco continentes; así logran prestar y especular con sumas ingentes, y en la bolsa de Nueva York se cotizan las acciones de las empresas más importantes de los más diversos países. Las deudas contraídas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos se enjugan casi sin costo, y la Reserva Federal —el banco de la superpotencia— imprime billetes a tutiplén, que entrega a esos consorcios a una tasa de interés cercana a cero, para que salgan por el mundo a comprar minas, bancos, compañías. La mano de obra a precios de ganga engorda las utilidades y deja mayores remanentes para jugarlos en la bolsa. El sistema de convertir en títulos valores negociables las acreencias agigantó el negocio, los gerentes y presidentes de los directorios de los grandes bancos y fondos de cobertura, quienes se premiaron a sí mismos con multimillonarios sueldos y bonificaciones por cada operación, se dedicaron a promover el endeudamiento de las empresas, de los particulares y de los gobiernos y a inflar más y más las transacciones de los estrambóticos documentos financieros.

Protestas en GreciaEn esta época de la transparencia, los balances de las empresas perdieron toda confiabilidad, ya que pasaron a depender de la tasación imposible de los credit default swaps1, de las opciones de futuro2, de las obligaciones con colateral3 y de otros derivados4, sintéticos5 o no, que hacen parte de su capital. Se discutía, y aún se discute, si valuarlos con el precio volátil y manipulable del mercado cotidiano o con el establecido en el documento original, al que el vaivén de los mercados le quita todo piso cierto. Las cuentas estatales corrieron una suerte semejante. En Grecia, Goldman Sachs, en el año 2000, en complicidad con el gobierno derechista de Kostas Karamanlis, alteró los cálculos de la deuda pública mediante unos derivados financieros que podían convertirse en otras monedas y, luego, reconvertirse en euros. Tales derivados se negocian fuera de la bolsa entre las dos partes y no tienen ningún tipo de control (se denominan Over The Counter, OTC); son una de las expresiones más acabadas de la “libertad de empresa”. Así se ocultaron abultados niveles de empréstitos.

Entre las tribulaciones europeas figuran los presupuestos, que tienden a ser crecientemente deficitarios. Dicha estrechez se originó en la orientación, que ha predominado por décadas, de reducir los impuestos a las grandes rentas y patrimonios y al tráfico comercial y financiero. Los Estados, desprovistos de esas fuentes, se vieron impelidos a recurrir a los mercados de crédito, quedando en manos de la usura, y a gravar el consumo y los ingresos provenientes del trabajo. A los déficits así incubados se les sumó el proveniente del salvamento a los grandes bancos, costosa intervención en la que incurrieron numerosos gobiernos.

Protestas en GreciaEn los comienzos del presente año, el régimen de Papandreuo, del partido Pasok, o laborista, una especie de Polo Democrático griego, reveló que Grecia debía una suma bastante superior al PIB. La misma entidad que había craneado el engaño contable, el banco Goldman Sachs, y otros de sus socios, después de venderle todos los susodichos derivados al banco central griego, había empezado a apostar contra la deuda soberana de ese país, ya que sabía mejor que nadie de la precaria situación. Se empezaron a negociar credit default swaps contra ella, una especie de seguro que permite hacer utilidades en caso de que haya incumplimiento o las obligaciones pierdan valor. Una compañía pequeña y desconocida, Markit Group of London, respaldada por Goldman, JP Morgan Chase y otros, creó un índice, el Itraxx Sovx Wenster Europe Index, que facilita a los agiotistas jugar a esa eventualidad, y, por lo tanto, agravar la situación. También se empezaron a vender “en corto” —sin poseerlos— bonos del Tesoro de esa nación, para provocar la caída de sus precios, con lo que subieron los intereses de los nuevos empréstitos. En la medida en que la turbulencia aumentaba, se especuló igualmente contra el euro. A Grecia le siguieron España, Portugal, Italia e Irlanda. En todos estos países, los montos de endeudamiento superan con creces el porcentaje con respecto al producto interno bruto, PIB, autorizado por la Unión Europea, que establece un máximo de 60%.

Se estima que en el 2010 las deudas griegas alcanzan el 125% del PIB, las italianas el 117%, las de Portugal casi el 85%, las de Irlanda el 83 % y las España el 66%. Hay quienes calculan que, de seguir las cosas como van, la propia Alemania puede entrar en problemas. A manera de comparación, y para que se vea hasta qué punto el problema es mundial, vale la pena señalar que la deuda pública de Estados Unidos es de más del 85% y su déficit fiscal del 10% del PIB. Para no hablar de los casos del Reino Unido, Francia o Japón.

Los déficits presupuestarios, cuyo límite establecido por los acuerdos de Maastricht es del 3%, asimismo han alcanzado guarismos como los de Irlanda con casi 15%, Grecia 13%, España 10%, Francia 8%, Portugal 8%, siendo el promedio de la Unión Europea de casi 7%.

Déficit presupuestal como porcentaje del PIB

Alemania, nación dominante de la comunidad, cuyos bancos figuran, junto con los de Francia, entre los que más se han lucrado llevando a la ruina a las gentes del sur de Europa, quiso negarse, en un principio, a que se aprobara cualquier paquete de respaldo a la deuda griega; no faltaron las voces que pidieron que países como ese se retiraran de la Unión Europea, y la prensa financiera, exhibiendo con descaro su racismo y desprecio por los pueblos, acuñó una sigla, PIIGS, que en inglés suena como “cerdos”, con las iniciales de los países encartados, Portugal, Irlanda, Italia y Grecia.

La renuencia germana cedió porque un incumplimiento por parte de Grecia y su retiro de la Comunidad implicarían grandes pérdidas para los bancos europeos, los cuales poseen unos 10.5 billones de dólares del total de 16 billones adeudados por los gobiernos de esa región; también desataría impagos en las demás naciones empeñadas, el resquebrajamiento de la Unión y el hundimiento del euro.

Protestas en GreciaCierto que para los financistas gringos la oportunidad era fantástica: el debilitamiento y desaparición de esa moneda dejaría al dólar sin competidor en el horizonte; las transacciones, el ahorro y la inversión internacionales no tendrían más remedio que acudir al dólar, a pesar de que la política de la Reserva Federal de imprimir la divisa sin descanso y facilitársela a manos llenas a los tiburones de Wall Street la ha venido depreciando en los mercados mundiales. Es por ello que muchos acuden a comprar oro, metal en el que creen encontrar una garantía de estabilidad de los valores.

Las turbulencias de la zona euro provocaron la inmediata corrida de capitales hacia el dólar, los propios bancos del Viejo Continente se apresuraron a convertir parte de sus activos a la moneda de los Estados Unidos. Si las dificultades del euro se convirtieran en debacle, las aspiraciones germanas de preeminencia mundial sufrirían un enorme descalabro. Mientras los bancos y fondos de cobertura gringos continuaban especulando para que la divisa europea se desplomara, la canciller de Alemania, Angela Merkel, se dedicó a fabricar un plan de casi 1 billón de dólares para garantizar el pago de las deudas soberanas de Grecia, España, Portugal y otros, y asegurar así que los bancos de Francia, Alemania, Suiza y demás, no sufrieran pérdidas. Por supuesto, los potentados de Francia y Alemania procederán a pasar una cuenta cuyos réditos, además de monetarios, consistirán en un mayor control político y económico sobre los socios de la comunidad; los galos y germanos se preparan para afianzar su injerencia en las políticas de cada uno de los países miembros.

Protestas en GreciaEl propio Banco Central Europeo se puso a comprar deuda pública y privada. A los pueblos les impusieron, en una confabulación entre el Tío Sam, el Fondo Monetario Internacional, la Comunidad Europea, y el banco central de ésta las más draconianas disposiciones. Se congelaron los salarios, se incrementó el precio de la gasolina y el impuesto del valor agregado, que en Grecia trepó del 17% al 19%, se abolieron primas para los trabajadores oficiales, se aumentará la edad de pensión y se reducirán los subsidios al desempleo y a las gentes pobres. A la sola población griega se le arrancarán más de 7.000 millones de dólares para entregárselos a los financistas. Medidas similares se están imponiendo en España, Portugal, Italia e Inglaterra. A la acometida pauperizadora no escapan los alemanes ni los franceses.

Ya el remezón de 2008 había infligido enormes daños a los habitantes de Europa, baste con mencionar que el desempleo en España sobrepasa el 20%, en Irlanda el 14%, en Grecia el 10% y en Italia y Portugal alrededor del 9%. Los compradores de vivienda han sufrido el despojo, y naciones coma las bálticas, Hungría y Polonia viven situaciones extremadamente críticas. Pero la conclusión de los economistas del “libre mercado” es invariable: los salarios son muy altos, el Estado emplea mucha gente y es derrochador. Los abatidos deben apretarse el cinturón para que los multimillonarios puedan acrecentar sus utilidades. Las quiebras de los bancos se sortean con los generosos subsidios de los Estados, en tanto que cuando estos incurren en la insolvencia, la banca es inflexible, y los trabajadores, de nuevo, tienen que pagar la factura.

Desempleo estimado en 2010

Europa, en primer lugar Alemania, se desespera por competir con los Estados Unidos y por frenar el empuje de naciones como China, que le disputan el campo en varios productos industriales, para ello degrada las condiciones de vida de su población, aspira a producir las mercancías a precios más baratos y busca fortalecer el euro para que el ahorro mundial fluya hacia sus bancos y sus hacia sus principales Estados. Lo que estas semanas han demostrado con meridiana claridad es que la guerra económica entre las potencias se libra, prioritariamente, envileciendo la paga a la mano de obra.

Las disposiciones son tan brutales que los propios agiotistas dudan de que sea factible llevarlas a cabo. Muy reveladora es la afirmación que hizo Jorge Suárez, de la firma SP Family Office, a la revista Dinero: “Sería de maravillas convencer al pueblo griego de no comer un par de años”. Es de eso de lo que se trata.

Las medidas adoptadas profundizarán la crisis del capitalismo imperialista, pues la reducción del gasto público y de los salarios empujan la economía por el despeñadero de la recesión, en un momento en que aún no ha salido de la tremenda crisis de 2008. Estados Unidos exige que a la vez que se asfixia al sur de Europa, Francia y Alemania gasten y aumenten la deuda para estimular la economía mundial; pretenden la Casa Blanca y sus patrones de Wall Street que la recuperación de la descaecida economía gringa corra por cuenta de los germanos y de los galos y que el papel moneda que imprime a borbotones la Reserva Federal siga encontrando ventajosa salida también en aquellas naciones.

Protestas en GreciaEn tanto que estos colosos disputan, a los pueblos les corresponde seguir el ejemplo de los valerosos griegos, quienes con huelgas nacionales consecutivas han venido rechazando el asalto del que son víctimas. El futuro se presenta ominoso si se mira cómo se está sometiendo a la miseria incluso a los habitantes de Europa, que habían logrado las mayores conquistas sociales. Pero hay signos promisorios: a la vez que las masas batallan en las calles, van surgiendo sectores políticos que denuncian tanto a la derecha como a la izquierda y al sindicalismo traidores, se perfila la emergencia de fuerzas revolucionarias que exigen la estatización de la banca, el control público de las finanzas, para que se destinen no al agio sino a promover el progreso y el bienestar de los pueblos. Hay que alentar el levantamiento contra el saqueo, denunciar resueltamente a los quinta columnistas de la izquierda oficializada y domesticada, de las cúpulas sindicales celestinas de la exacción. Empeñemos nuestros esfuerzos en formar organizaciones revolucionarias que estén a la altura de las exigencias de la hora. Grecia está impartiendo nuevas enseñanzas al mundo: junto a la colina de la Acrópolis, con el fondo majestuoso del Partenón y de una marcha multitudinaria de los inconformes, se levanta una inmensa pancarta, que con palabras concisas, hace el más sabio de los llamados del momento: ¡Peoples of Europe rise up! ¡Pueblos de Europa levantáos!

Notas

  1. Quien lo adquiere se asegura contra el posible impago de un título de deuda.
  2. Se compra el derecho a comprar o a vender en una fecha futura una acción, una moneda u otro valor o mercancía.
  3. Documentos de deuda con garantía, por ejemplo, respaldados por miles de deudas, hipotecarias u otras.
  4. Títulos financieros que derivan su valor de otros.
  5. Los sintéticos imitan las características de los títulos respaldados por valores reales, pero no se incurre en el gasto de agrupar y de comprar préstamos reales. También se emiten instrumentos para apostar sobre la posibilidad de que el índice de una bolsa, de una moneda, de un producto básico suba o baje, sin necesidad de poseer dicha moneda o mercancía.

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