Análisis de la coyuntura por Notas Obreras para el Encuentro Nacional Sindical, Social y Popular Virtual del 11 y 12 de julio

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Los planes de la oligarquía financiera y sus politicastros fracasarán por la histórica resistencia de millones de explotados y oprimidos. Las explosiones de rebeldía sacuden ya las propias entrañas del más poderoso imperio de todos los tiempos. Los humillados de América Latina se levantan con furor contra los regímenes y las políticas que los pauperizan.

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La crisis causada por el coronavirus ha desnudado y exacerbado todas las contradicciones y lacras del sistema capitalista. Los hospitales, sometidos a la férula de la búsqueda de utilidades, se encuentran sin los equipos necesarios para atender la emergencia, pues estos se consideran capital improductivo; el personal de salud, proletarizado y desprotegido, se enfrenta en condiciones harto precarias al proliferante y peligroso microorganismo. La investigación científica y producción de vacunas, abandonadas por no prometer ganancias inmediatas, se encuentran rezagadas y no logran domeñar al intruso. En todo el mundo los contagiados suman más de la decena de millones y la cifra de muertos, según datos oficiales, se acerca a los 660 mil.

Los Estados Unidos, los del destino manifiesto, con sus avanzados laboratorios médicos, su tecnología de punta y su lujuriosa riqueza ofrecen a los ojos del mundo un triste espectáculo: los más de tres millones de contagiados y los cerca de 140.000 fallecidos demuestran de manera trágica que la acumulación de caudales no es sinónimo de bienestar, sino de penuria, enfermedad y muerte para las mayorías.

El desbarajuste se agrava por la recrudecida explotación laboral. Los obreros contratados por días o por horas no pueden darse el lujo de “quedarse en casa”, menos aún lo pueden hacer los informales. En las fábricas y demás centros de labor, el apiñamiento producto del afán de ahorrar costos es caldo de cultivo de la infección. También lo son el hacinamiento en los tugurios, la pobreza generalizada, los destechados que habitan las calles, las caravanas de desplazados por la miseria, la guerra y las catástrofes ambientales.

Los presidentes y jefes políticos, expresión también de la decadencia, han demostrado una ineptitud e indolencia pasmosas; no es de extrañar, pues aparte de ser mandaderos de los magnates, son simples productos que se venden a los electores no por su capacidad y conocimientos, sino gracias a sus habilidades como farsantes de televisión y a los afeites de la mercadotecnia. La miopía y el egoísmo del liderazgo político capitalista le cuesta cara a la sociedad.

Las oprobiosas condiciones fomentadas en nombre del desarrollo y la eficiencia económicas determinaron, paradójicamente, la parálisis súbita. Los patrones procedieron a echar a la calle a millones de trabajadores, a rebajarles los salarios, a despojarlos de las pocas garantías remanentes. La pobreza se disparó y la quiebra de los pequeños y medianos negocios generó otra pandemia.

Quienes sostienen que las soluciones a los problemas de hoy corresponden al mercado corrieron al pedirle al estado que los salvara del naufragio, fingido o real. De las arcas públicas han empezado a brotar billones, que apañan los banqueros, los especuladores, las multinacionales y todos los ricachos, quienes, además disfrutan de rebajas de impuestos. Los políticos corruptos de la oligarquía corrupta se llenan los bolsillos. Lo propio hacen las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas y comerciales. Los peces grandes devoran a los chicos y el abismo de la desigualdad se ahonda.

Mientras las potencias, y en particular los Estados Unidos, emiten dinero a borbotones para salir de su encrucijada, las naciones como Colombia agregan fardos a la ya pesada carga de la deuda. Las potencias riñen con rabia por el control del mundo.

A la tragedia de la pandemia le seguirá la de la postpandemia. Vendrán nuevas rebajas de impuestos a los capitalistas, y mayores tributos a los obreros, profesionales y pequeños y medianos empresarios. El Iva a toda la canasta familiar, el impuesto de renta para todos los asalariados y el arrasamiento de los derechos de salud, pensiones y laborales y las alzas de las tarifas de los servicios públicos son la orden del día de los financistas.

A la par con semejante agenda económica, vendrá un más crudo autoritarismo, el uso de la fuerza policial y militar contra los luchadores, una mayor privación de derechos, más violencia estatal y paraestatal. La xenofobia y el racismo hacen parte del menú para socavar la unidad de los oprimidos y vapulearlos a placer.

Pero los planes de la oligarquía financiera y sus politicastros fracasarán por la histórica resistencia de millones de explotados y oprimidos. Las explosiones de rebeldía sacuden ya las propias entrañas del más poderoso imperio de todos los tiempos. Los humillados de América Latina se levantan con furor contra los regímenes y las políticas que los pauperizan.

En Colombia, los hambrientos, los obreros despedidos o a los que se les han conculcado sus derechos, los jóvenes, las mujeres y las negritudes y los pueblos originarios, las víctimas de la persecución, los amantes de la paz desafían al tirano de turno y sus arbitrariedades.

La disyuntiva consiste en someterse a la servidumbre extrema y al pauperismo o enfrentar con decisión a los explotadores, los más desalmados.

La Coordinadora tiene la misión histórica de impulsar esta gesta y propiciar las más amplia unidad sin permitir que los apaciguadores de siempre echen a pique la gesta de la que nos enorgullecemos de ser partícipes.

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