Para darle paz a su alma atormentada Uribe echa mano del soborno, el chantaje y la sumisión

Por Alfonso Hernández

El país ha sido enterado del desgarro que sufre el alma del presidente de la República: movido por sus escrúpulos de demócrata aborrece la idea de perpetuarse en el poder; empero, el amor por la patria le impone mantenerse en el solio por los siglos de los siglos, ya que su modestia no le impide comprender que sólo él puede salvar a Colombia.

Las tribulaciones de Uribe tienen su base en que la reelección enfrenta dificultades, pues algunos círculos dominantes en los Estados Unidos y sectores de la oligarquía colombiana preferirían un nuevo mandatario, una “renovación” política que les permita hacer más legitima la expoliación. Ilusionar al ciudadano con palabras acerca del apego a la ley, del respeto a los derechos, del cambio de las costumbres políticas, de la entronización de la ética, de vencer el clientelismo y superar la politiquería, consignas que agitó el Uribe de los años 2001 y 2002, pero que hoy no puede pronunciar sin provocar hilaridad del auditorio. Otros potentados consideran que si los latifundios se agigantan y las utilidades de los financistas y multinacionales engordan ¡para qué ponerse con novedades y disimulos!

De todas maneras, se promueven opciones de centro, que se afanan por aclarar que no son antiuribistas, y alternativas de izquierda que juran continuar con la seguridad de Uribe, pero eso sí, más democrática. Ante la evidencia de que los mandamases también sufren su desgarro acerca de si apuntalarlo o desecharlo, el dubitativo gobernante ha procedido con prisa y sin pausa a allanar el camino para hacerse reelegir en el año 2010, a la vez que, menospreciando la inteligencia de sus conciudadanos, asegura que no ha decidido nada al respecto.

Buena parte de su ajetreo ha consistido en resolver numerosos escollos para sacar adelante la convocatoria del referendo que dé lugar a la reforma constitucional requerida para hacerse a un nuevo período. Como encargó de la recolección de firmas a uno de esos gamonales diestros en triquiñuelas pero incapaces de redactar un párrafo con tino, se ha visto precisado a cambiar el texto, para que el parlamento apruebe lo que el documento firmado no solicita, pues el personaje que se hiciera famoso por el olvidado robo a Caldas, escribió que el referendo debía autorizar la reelección a quien hubiera ejercido en dos ocasiones la presidencia de la República, lo que inhabilitaría a Uribe para el 2010.

Además de las torpezas de los correveidiles, el aspirante al tercer período tiene que vérselas con la calculada parsimonia de sus partidarios. Primero tuvo que promulgar un decreto de medianoche citando a sesiones extraordinarias para que la Cámara de Representantes no dejara hundir la iniciativa. Como los parlamentarios de la coalición se ausentaron de varias sesiones y dejaron pasar unas semanas sin darle curso al proyecto, el régimen procedió a ofrecer puestos y prebendas sin tapujos. La operación estuvo a cargo de Fabio Valencia Cossio, rejugado barón electoral de Antioquia, quien llegó a las sesiones acompañado de un grupo de tenientes electorales, funcionarios del Ministerio del Interior, a quienes armó con celulares, blackberries y listas de los cargos de cada parlamentario, para que vigilaran que los congresistas cumplieran la misión por la que les había pagado el gobierno. Aplicó el ministro las mismas artimañas de las ferias electorales en los pueblos, en las cuales luego del reparto de almuerzos y dinerillos, los electores son cercados y llevados a votar, bajo la estrecha vigilancia de los capitanes que cumplen órdenes del cacique respectivo. En otro tiempo, en vez del elector, estos capitanes depositaban los votos. Ahora nuestra democracia se ha modernizado tanto que ya no se usa balota, con lo que a la carne de urna le queda el derecho de marcar la lista que le han ordenado los compradores de sufragios. De manera muy semejante procedió en el Senado Valencia Cossio, quien, mientras sus funcionarios ejercían ese control, iba de curul en curul negociando con otros padres de la patria.

De la compraventa dan fe los mismos senadores. Samuel Arrieta dijo que se trataba de sacar para las regiones provecho de cualquier coyuntura que se presentara. Sus palabras fueron las mismas que pronunció hace algunos años Yidis Medina, la cual, comparada con sus congéneres, parece un dechado de virtudes. Tampoco podía faltar la arrebatiña entre los partidos de la coalición, pues mientras Benedetti, de la U, con aire satisfecho, dijo que la lentitud en el trámite era causada por unos tipos que se querían valorizar, otros reclamaron porque los garosos de la U y los conservadores devoran toda la torta burocrática y no dejan que se sacien los partidos pequeños de las mismas toldas. Todo este descaro, desde luego, no tendrá ninguna consecuencia penal, pues para eso están los Ordóñez y los Iguarán, los que absuelven de oficio los delitos del mandatario y sus conmilitones.

En todo caso de lo que no se puede acusar a Uribe y a sus seguidores es de no haber renovado el Congreso de la República. El partido de la U, Cambio Radical, Renovación Democrática, Convergencia Ciudadana, Alas Equipo Colombia, todos han cambiado repetidamente sus voceros en el Congreso a causa de los procesos judiciales. Algunas de esas agrupaciones han tenido que hacer un número mayor de cambios que el número de curules que obtuvieron. Tanto que cerca de un tercio de quienes ocupan un escaño no lo ganaron en las urnas, sino que han ido asumiendo gracias al juicio de la parapolítica, ya que unos congresistas están en la cárcel y otros han renunciado para buscar la protección de la Fiscalía General ante el riesgo de que la Corte Suprema los procese. Eso sí, lo que se ha garantizado es que ninguno de tales partidos y partiditos pierda la curul; si se ha de aplicar la silla vacía ha de ser después del 2010 porque a Uribe le encanta la moralización siempre y cuando no afecte sus intereses.

Una parte de los obstáculos que enfrentará la reelección tiene que ver con el hecho de que el señor del Ubérrimo, temeroso de que los jefes de las AUC revelaran de manera innegable el contubernio que habían mantenido con los ocupantes de la Casa de Nariño y muchos de los altos funcionarios, decidió extraditarlos, perdiendo así a sus mejores tenientes electorales, quienes habían aportado un caudal de votos importante para alcanzar la primera magistratura y suficiente para controlar el parlamento.

Los avatares del referendo ponen en evidencia una de las armas del régimen: el soborno, cuyo uso es desembozado y se da al por mayor y al detal, como corresponde a un gobierno fervoroso del mercado libre.

No sería justo ni patriótico decir que lo único que hace la Casa de Nariño es sobornar; como lo demuestran las noticias recientes ha organizado todo un complot para interceptar y seguir a los magistrados de la Corte Suprema. Ya la ex directora del DAS y los ex jefes de Inteligencia y Contrainteligencia de esa entidad reconocieron que se reunían en Palacio, para dar informes o recibir instrucciones, con César Mauricio Velásquez, Bernardo Moreno, Edmundo del Castillo, Jorge Mario Eastman y, desde luego, José Obdulio Gaviria. Ninguno de estos señores tiene funciones que le autoricen hacer pesquisas acerca de las actividades de los magistrados -menos aún Gaviria, quien no es funcionario público-, pero todos son del círculo de confianza del mandatario, con los cuales se siente seguro delinquiendo. Se trataba de que el DAS recogiera datos sobre quienes están juzgando la parapolítica, para poder chantajearlos y lograr o que desistan del cumplimiento de sus deberes o enlodar el proceso judicial con propaganda negra contra los jueces.

El colmo se dio cuando, ante la solicitud de explicaciones por parte de las cortes, el gobierno se negó a dar una respuesta satisfactoria con el argumento de que se trataba de información reservada. Con evasivas también ha respondido cuando se le pregunta por las andanzas paramilitares de la gente de su confianza y por las otras fechorías del DAS y los falsos positivos de las Fuerzas Armadas. El hombre frentero y cargado de tigre, el presidente que trabaja 24 horas al día y que exige de sus subalternos, en los televisados Consejos Comunales, cifras precisas sobre cuanto se le ocurre, no sabe dar razón de absolutamente de nada. En lo que sí es diligente es en el fisgoneo y el chantaje.

Mientras que Uribe se desespera para obtener otros cuatro años, los potentados se disponen a sacar provecho de la contienda política. Luis Carlos Sarmiento Angulo dijo: “Me imagino que el Presidente está en un gran predicamento para tomar esa decisión. Es evidente (…) Hay que darle su oportunidad para que tome la decisión, que es muy profunda y de muchas consecuencias”. A la vez se quejó por el impuesto al patrimonio, sobre el que dijo que la plata para financiar la seguridad democrática debía salir de una fuente general, a cargo de todos los colombianos. Uribe se apresuró a darle la razón: “Habrá que pensar, una vez terminen de ejecutarse estos recursos extraordinarios (del denominado impuesto al patrimonio) e introducidos por la reforma que lideró el Ministro de Defensa en el 2006, cómo vamos a tener una renta permanente para seguir financiando la seguridad y derrotar todas las raíces del terrorismo en nuestro país”. Por su parte Rafael Mejía, vicepresidente del Consejo Gremial y presidente de la SAC, señaló: “Pensamos que debe haber continuidad, pero si es un gravamen sobre el patrimonio debe ser para todo el país. Que cada uno aporte dentro de sus posibilidades”, y destacó que incluso deberían aportar los que ganan el mínimo.

No contento con eso, Uribe fue a visitar a Ardila Lulle, quien a veces parece inclinarse por un cambio de presidente, según se puede deducir del enfoque reciente del noticiero de RCN. Allí, el paisa verraco mostró su sumisión ante los millonarios, dándole cuentas detalladas de su gestión al magnate del azúcar, los biocombustibles y de las gaseosas, entre otros.

Para rematar, el presidente se propone impulsar un nuevo impuesto sobre los míseros salarios, con el pretexto de establecer un subsidio al desempleo, el cual, según el análisis de Uribe, no lo pueden pagar las empresas, pues ya tienen muchos impuestos, ni el gobierno, que tiene una excesiva carga fiscal, como los gastos de defensa o los de la reelección. Los únicos que lo pueden sufragar son los trabajadores, que al parecer están muy holgados. La herramienta de la sumisión ante los poderosos es, desde luego, la más importante de las que usa Uribe en su carrera para eternizarse en el mando. Hoy se discute sobre la forma en que la repetición de los periodos presidenciales está afectando el llamado equilibrio de poderes, algo sobre lo que no cabe duda. Pero para los oprimidos la situación es más grave pues a ellos les caen con toda su fuerza tanto los pesos como los contrapesos de nuestra democracia. Por ello, es tarea urgente organizarse para reivindicar los derechos de quienes no encuentran vocería en el régimen ni en el centro ni en la oposición obsecuente.


© Se permite la reproducción de este escrito sin fines de lucro y divulgando el nombre del autor (Alfonso Hernández) y la fuente: notasobreras.net

Comentarios

Sé el primero en comentar este artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *