Una receta deletérea

Por Alfonso Hernández[*]

El Fondo Monetario Internacional, verdugo con ropaje de galeno, aplica sus sapientísimas e invariable fórmulas sin requerir de diagnóstico específico del país paciente. Bien podría, como el médico de la Mama Grande, adelantar sus tratamientos a través de suposiciones, correveidiles y recados. Con actitud adusta y proclamando la necesidad de severos planes de ajuste, prescribe a los pobres la miseria, a las economías languidecientes, la asfixia, y a las naciones que buscan el sendero de su propio desarrollo, las cadenas del neocolonialismo. No pocas veces sus emplastos e intervenciones han desembocado en verdaderas sangrías, como en la República Dominicana hace cerca de diez años y en Venezuela más recientemente.

La Misión Colombia, adscrita al mencionado organismo multilateral, presentó en noviembre pasado a la directiva del Banco de la República, como todos los años, el paquete de “recomendaciones” a las que han de ceñirse durante 1996 tanto el Emisor como el gobierno. Dichas recomendaciones, que pretenden fundamentarse en la urgencia del control de la inflación, poseen tres rasgos característicos.

1. Onerosas cargas para el pueblo El Fondo exige, nuevamente, enormes alzas en las tarifas de los servicios públicos, en los precios del petróleo y en la gasolina, ya incrementados por la sobretasa en muchos de los municipios, y mayores impuestos. Sin importar que en los últimos cinco años ya se preparan otras dos: una de carácter nacional y otra para los entes territoriales como consecuencia de la reducción, también ordenada por el fondo, de las transferencias de la nación a los municipios y departamentos, a los que pretende forzar a alcanzar la llamada autonomía fiscal. ¡Trago amargo de la política de descentralización!

Desde luego, la rebaja de los salarios es parte esencial del recetario. En él se afirma que el sueldo mínimo sólo debe incrementarse con base en la inflación proyectada. El FMI, instrumento de los monopolios imperialistas, está decidido a reducir los costos de la mano de obra a niveles que hacen muy precaria la subsistencia del proletariado.

2. Mayores restricciones a la economía nacional A juicio de los cerebros del ente financiero internacional, la economía colombiana debe evitar el gasto, sobre todo el gasto en desarrollo. Por eso ordena ahorrar los recursos del Fondo de Estabilización Petrolera, creado por consejo del Banco Mundial, con el fin de que el país consigne en el exterior los dineros de Cusiana. Con miras a lograr un superávit fiscal, el gobierno debe reducir sus erogaciones, suspender subsidios y cualquier otro apoyo a renglón alguno de la producción nacional. Cuando la industria y la agricultura, e incluso la construcción, se debaten ante la quiebra por la competencia externa, y entre las pocas cifras que crecen constantemente están las de los concordatos, el FMI exige un drástico ajuste monetario y el aumento de las tasas de interés, que figuran ya entre las más altas del mundo. Las consecuencias no pueden ser otras que la mayor quiebra empresarial y la escalada del desempleo.

3. Aún más ventajas al capital extranjero El memorando insiste en que se debe acelerar el proceso de privatizaciones. A un Estado cuyos súbditos viven agobiados por la carga impositiva, y que padece un crónico déficit fiscal, se le obliga con el pretexto de superar este desbalance a deshacerse de las pocas empresas rentables como Ecopetrol y Telecom, para entregarlas a las multinacionales que controlan esas ramas de la actividad económica.

Además, el Fondo dispone que, mientras se restringen los movimientos monetarios y crediticios nacionales, se abran las puertas al endeudamiento externo privado a corto plazo, con lo que el capital extranjero alcanzará un mayor dominio sobre los diferentes renglones de la producción del país. Los capitales golondrina, cuyas maniobras especulativas jugaron un papel determinante en la crisis mexicana, tienen franqueado el acceso a la economía de Colombia.

El gobierno de Samper ha venido aplicando, con la sumisión que le es característica, las imposiciones del Fondo Monetario. El alegato del ministro de Hacienda en la carta que le dirige al presidente de la Misión Colombia, Paulo Neuhaus, es sólo para reclamar que se le reconozca que ha cumplido el mandado a cabalidad.

Los prepotentes economistas del imperialismo están notificados de la decisión de los colombianos de rechazar sus planes de desajuste. Esto es lo que indican las luchas de los trabajadores de Ecopetrol y de la Caja Agraria. La perentoria advertencia viene también de los asalariados del sector eléctrico del Ecuador, de los proletarios del petróleo en el Perú, de los mineros de Chile, de los habitantes de las favelas de Río, y de las gigantescas protestas del pueblo de Córdoba y otras provincias de Argentina. Es cierto que los tejemanejes del Fondo Monetario acrecen las ganancias de los magnates, pero, como contrapartida, están adunando las voluntades de los pueblos latinoamericanos en contra de sus fechorías.


[*] Publicado en Tribuna RojaNº 64, febrero 20 de 1966.

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