Un indeseable visitante

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Por Alejandro Torres[*]

El 12 de octubre pasado, Bill Clinton inició su periplo por Venezuela, Brasil y Argentina. El objetivo era apuntalar la hegemonía norteamericana y presionar una más rápida apertura que hiciera realidad el objetivo trazado por su antecesor de crear un solo mercado desde Anchorage hasta Ushuaia.

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Sus carantoñas y frívolas referencias a los libertadores Bolívar y San Martín , sus saques de honor al lado del Rey Pelé, no entusiasmaron sino al corro de marionetas. Los pueblos, por el contrario, se manifestaron impetuosamente contra el indeseado huésped. En el curso de la gira se puso en evidencia que las contradicciones entre Estados Unidos y América Latina tienden a crisparse: las burguesías locales le piden a Washington ir más piano en la conformación del área continental de libre comercio, ya que ven cómo ésta significaría una insoportable preeminencia de las empresas norteamericanas en la economía; Europa se mete en el propio “patio trasero” de la superpotencia; aumentan los desacuerdos entre los países firmantes de los pactos subregionales; el proteccionismo de la Casa Blanca contrasta con sus exigencias de apertura a las demás naciones. Problemas candentes que no dejarán de quitarle el sueño al Tío Sam.

Afianzando la zaga

Jeffrey Garten, decano de la facultad de Administración de la Universidad de Yale y ex subsecretario de Comercio de Clinton, en su artículo Negocios y política exterior, publicado en el número de mayo y junio de 1997 de la revista Foreign Affairs escribió que “la salud de la economía de los Estados Unidos se encuentra ahora más íntimamente ligada a los mercados extranjeros que nunca antes; internamente ya no genera suficientes puestos de trabajo, utilidades ni ahorro; más de un tercio de su crecimiento proviene hoy de las exportaciones a mercados cruciales”; y agrega, que entre éstos figuran México, Brasil y Argentina. El consejero de Seguridad Nacional, Sandy Berger, explicando la importancia del viaje anotó: “para el 2010 nuestras exportaciones a este hemisferio serán mayores que a la Unión Europea y a Japón juntos”.

Clinton, en entrevista con La Nación de Buenos Aires, desnudó su plan : “Debemos continuar con nuestra estrategia de libre comercio en toda América. (…) Si el resto del mundo no se pone de acuerdo con nosotros, al menos podemos tener una gran área comercial regional, que es una política de seguridad para nuestros países. (…) Y si podemos probar que somos capaces de integrar económicamente a nuestras democracias, entonces será más factible hacer lo mismo a nivel mundial”. Así, es evidente que el imperio cifra la ventura de su acariciado sueño de controlar el orbe, en afianzarse en “las tierras de Colón y Magallanes”. Por eso el buhonero de las trasnacionales gringas exigió adelantar del 2005 al 2001 la constitución del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA.

En Brasilia, Clinton aceptó que existe una competencia con Europa por el principal bloque económico latinoamericano, y que por eso necesitaba el llamado fast track o vía rápida, una autorización para sellar pactos comerciales con otros países, que el Congreso de los Estados Unidos no puede enmendar sino aprobar o negar en bloque. Aspiración en la que como se sabe fue derrotado, merced a la campaña en contra de algunos sectores norteamericanos, entre los que se destacaron varias organizaciones sindicales.

Contra la idea de grupos empresariales de concentrarse sólo en fortalecer el Mercosur, Clinton ordenó que Brasil asumiera el liderazgo del proceso integrador de toda América. Su embajador en Brasilia, Melvyn Levitsky, agregó : “El gobierno brasileño tiene la obligación de participar en el ALCA porque firmó la declaración de la Cumbre de las Américas, en Miami, en 1994”.

Sumiso, el presidente Fernando Henrique Cardozo, seudoizquierdista de los años 60 y 70, se apresuró a asentir: “Vamos a marchar juntos hacia la integración hemisférica” y, para la galería, añadió: “Ella no se hará en detrimento de Mercosur”. No se atrevió sino a solicitar algo más de tiempo para “armonizar” los intereses de los dos mercados.

Comarca predilecta

Parte de la prensa brasilera calificó al presidente yanqui de “vendedor ambulante que viene a vender productos que Brasil no quiere”. No obstante, para los Estados Unidos, la región se ha vuelto demasiado importante. Brasil quintuplicó en los últimos años sus importaciones gringas. Según el Departamento de Comercio estadounidense, sus firmas invierten más fuertemente en Brasil que en ningún otro país extranjero. Se estima que entre los años 1996 y 2000 le ingresarán más de 210 mil millones de dólares en inversión foránea directa, la mitad de esta cifra será por privatizaciones, un bocado asaz apetecible para las multinacionales.

Estados Unidos aporta un tercio del flujo de capitales a Argentina. La Secretaría de Industria del país austral informó que se espera que hasta el año 2000, empresas norteamericanas inviertan US $ 18 mil millones, totalizando al final de la década más de US $ 30 mil millones.

El secretario de Energía estadounidense, Federico Peña, quien acompañó a Clinton, dijo en Caracas: “Estados Unidos es actualmente el mayor inversionista en la economía venezolana y esperamos mantener ese estatus. Las oportunidades para la inversión privada a raíz de la apertura petrolera se estiman en 30 mil millones de dólares”. En el programa de asociaciones de ganancias compartidas en el sector petrolero, Estados Unidos participa en proyectos por US $ 8 mil millones. Sus capitales constituyen 60% de la inversión externa acumulada.

Debido a la sujeción a los preceptos que hoy se les instruye profundizar, las tres naciones que Clinton vino a constreñir padecen dolencias similares. Los derechos del proletariado se han conculcado con alevosía, el desempleo carcome la existencia del pueblo, la producción nacional desfallece. Con el sambenito del déficit fiscal, se les impone lanzar a la calle a los funcionarios estatales, reducir los sueldos, aumentar los tributos y vender hasta los monumentos nacionales, mientras, la potencia del Norte continua lucrándose de esos padecimientos. Venezuela, Brasil y Argentina también han cumplido con la política imperialista de regionalización y vienen aplicando planes de recortar la participación de las regiones en los recursos nacionales, lo que refuerza las tendencias separatistas aupadas por los trusts.

Una ojeada al discurrir venezolano, brasilero y argentino en medio de la gira, nos acerca a los resultados del potingue yanqui. El 15 de octubre se completaron 18 meses de la Agenda Venezuela, impuesta por el FMI, la cual ha llevado hambre (el consumo de alimentos disminuyó 40% en un año), desocupación y quiebra a la patria del Libertador. Brasil llegó al tercer año del Plan Real con su base industrial en calzas prietas, inundado de importaciones (US $ 12 mil millones de déficit comercial), y al borde de una devaluación del real que, más temprano que tarde, provocarán los especuladores internacionales que van en pos de sus reservas de divisas y tras adquirir a huevo los preciosos activos en subasta. En noviembre, Cardozo puso en marcha un “paquete de ajuste” que, aumentó impuestos, eliminó subsidios, anunció el despido de empleados públicos, elevó las tarifas de los servicios y los combustibles y duplicó las tasas de interés. En Argentina, se alistaba un nuevo “acuerdo” con el FMI, que ya se suscribió, y que tiene como piedra de toque una reforma laboral que quebranta la vigencia indefinida de los convenios colectivos, arrasa con la negociación por rama industrial y abarata al máximo el despido de los trabajadores.

“Con uno que coma basta”

Estados Unidos obstaculiza cada día más el comercio que fluye del sur al norte. Importantes empresarios de Brasil y Argentina señalaron que la creación del ALCA debería atenerse a la supresión de las barreras norteamericanas. Destaquemos, al correr de la pluma, algunas de las quejas expresadas durante los días en que se convidó al inquilino de la Casa Blanca.

El presidente de Conapri, agrupación de industriales venezolanos, se duele en El Universal de Caracas, de que mientras Clinton promueve el libre comercio aplica medidas contra las exportaciones venezolanas, y cita los casos de la gasolina reformulada, el alambrón de acero y el atún; además del abuso que las empresas norteamericanas hacen de la legislación antidumping.

El 20 de octubre en Río de Janeiro durante el 38 Congreso del Instituto Latinoamericano del Fierro y del Acero, Ilafa, se trató sobre el ingreso al ALCA y las restricciones que Estados Unidos impone al sector. Javier Tizado, vicepresidente ejecutivo de la poderosa acerera argentina Siderar S.A., se dolió de “los serios problemas para acceder al mercado norteamericano” y del manejo “discrecional en el trámite de denuncias por dumping”, que llega hasta la imposición de sanciones retroactivas.

Otros no desaprovecharon la oportunidad para querellarse contra el proteccionismo agrario de la superpotencia, especialmente lesivo para Argentina, donde 60% de los ingresos por exportaciones provienen de la venta de alimentos y en general de productos primarios. Los textileros se manifestaron desagradados por las presiones de la Organización Mundial de Comercio, OMC, y por la previsible avalancha de estos géneros desde el sudeste asiático, ambas cosas alentadas por las multinacionales.

Anejos a la agenda colonial

El maletín del caporal yanqui también vino taqueado con varias de las otras consabidas exigencias : respeto a la persona humana, control de las drogas ilícitas que hacen las delicias de sus clases altas y degradan a sectores del pueblo norteamericano, lucha contra la corrupción, acato a la “propiedad intelectual”.

Sobre esta última volvió a enmendarles la plana a los argentinos en torno a su legislación que considera insuficiente. El propósito es claro: favorecer los laboratorios farmacéuticos yanquis. Al respecto el farolero señor Menem ha mantenido “una postura más cercana a la de los laboratorios extranjeros y el gobierno norteamericano, compatible con la política de alineamiento irrestricto con los Estados Unidos”, como lo denunciara el diario El Clarín en su editorial del 25 de enero de 1997. Vale la pena mencionar que gran parte del éxito norteamericano al crear su propia base tecnológica en los albores del presente siglo se fundamentó en oponerse a la vigencia de las patentes británicas.

En Caracas, Clinton y Caldera, firmaron un Convenio de Asistencia Legal Mutua, ceñido a las nuevas modalidades jurídicas que vienen implantando las potencias. Los conocedores observan que esta clase de pactos facilitan las arbitrariedades por parte del país más poderoso y, generalmente, conducen a los pueblos pobres a la “claudicación de la soberanía procesal”.

El canciller venezolano, Miguel Angel Burelli Rivas, y la secretaria de Asuntos Exteriores, Madeleine Albright, suscribieron una Alianza Estratégica Contra las Drogas, que plantea “adoptar un nuevo acuerdo amplio sobre cooperación marítima de lucha antinarcótica”; a los patriotas les esperan, pues, las mismas cláusulas denigrantes de la interdicción marítima impuestas a Colombia y México. Quedaron pendientes sendos pactos sobre propiedad intelectual y para eliminar la doble tributación, tamaña inconsecuencia: mientras aprietan el dogal de la reducción del déficit del fisco, exigen suprimir los impuestos a los monopolios. Para completar, en las semanas anteriores al viaje de Clinton se esbozó el convenio sobre “protección de inversiones”, cuyo punto clave es restringir el rol del Estado venezolano en la economía.

El señor Barry McCaffrey, se encargó de la cátedra sobre el narcotráfico. En Argentina demandó plagar de radares el continente, ya que según él los capos encontraron nuevas rutas para el negocio, entre ellas el Orinoco, el Amazonas y “el increíble puerto que tienen en Buenos Aires”.

Se les conminó a combatir la corrupción, siendo ésta una de las armas favoritas de las trasnacionales para apuntalar “la mano invisible del mercado”. Dicha bandera, les permite reducir los costos en la voraz competencia desatada por el control del mundo, y les sirve para intervenir aviesamente en los asuntos internos de otros Estados.

Un fisgón en el patio trasero

Clinton, según informó la prensa argentina, le hizo saber a Menem que no le gusta ver merodear a Europa por la región. Pero aquélla se relame por los negocios que ofrece el Mercosur, con sus 200 millones de habitantes. Como tituló La Nación: La Unión Europea quiere llegar antes que el ALCA”. El embajador de la UE en Buenos Aires, Vittorino Alloco, destacó que el proyecto estadinense es menos ambicioso que el trato que propone el Viejo Continente: “Una asociación económica fuerte entre el Mercosur y la UE”. Recordó cómo grandes monopolios de ésta tienen ya la mitad de las inversiones del Mercosur y delineó su visión sobre la forma en que aspiran evolucione el proceso, desde la constitución de la zona de libre comercio ya en marcha, pasando por la consolidación de la unión aduanera y la coordinación de políticas, hasta llegar a una moneda común. Otros voceros europeos plantearon su interés en acelerar el cronograma previsto para estatuir dicha asociación trasatlántica.

Inconformismo en casa

Bill Richardson, embajador de Estados Unidos ante la ONU dijo a La Nación que el uso de la “diplomacia personal” en Latinoamérica se concibió en parte como una forma de demostrarles a los opositores al fast track que “la globalización es un proceso irreversible y que Washington no puede quedarse atrás”. Pero Clinton debió retirar del Congreso su solicitud de aprobación del mecanismo, del cual habían dispuesto todos sus antecesores desde Gerald Ford en 1974. El Universal expresó que esto le pone “plomo en el ala” a la iniciativa gringa.

La creciente oposición de los sindicatos norteamericanos a las políticas del llamado libre comercio se explica por el penoso deterioro de la situación laboral. El pasado 1 de septiembre el semanario Business Week informó que mientras las ganancias de los grandes monopolios han aumentado significativamente en los últimos años, los salarios y demás remuneraciones al trabajo declinan sistemáticamente. El promedio salarial de hoy es el más bajo desde 1973, crece la contratación a tiempo parcial, el empleo temporal ha aumentado 27%, las plazas se reducen sin descanso y los trabajadores son convertidos en contratistas independientes casi sin beneficios ni garantías laborales.

De ahí qué los obreros estadinenses exijan establecer severas cláusulas laborales y ambientales en los tratados de libre comercio que firme su país con otras naciones, particularmente las latinoamericanas, en donde campea la superexplotación de la mano de obra. Los proletarios norteamericanos observan cómo las maquiladoras instaladas al sur de su país les hacen fácil a sus patronos reducir los sueldos y costos de producción, y cómo utilizan el chantaje de trasladar allí las factorías para escamotearles las mejoras salariales.

Ocasión luminosa

La clase obrera y sus organizaciones provocaron la más radicales protestas contra la visita de Clinton. En toda Argentina el 16 de octubre hubo mítines, destacándose el de Buenos Aires. La convocatoria la hicieron un puñado de partidos y organizaciones revolucionarias y de izquierda, entre los que sobresalen el Partido Comunista Revolucionario, el Partido Obrero, la Corriente Patria Libre, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, la Izquierda Unida, el grupo Quebracho y el Partido Clasista y Combativo. La orientadora consigna: “Fuera Clinton y el FMI” excitó la jornada. Los manifestantes paralizaron sectores claves de la ciudad y la protesta finalizó en una “verdadera batalla campal” contra la policía, en el curso de la cual fueron quemadas decenas de banderas norteamericanas.

Los hechos descritos denotan que Estados Unidos, la más formidable máquina económica, política y militar de todos los tiempos, no las tiene todas consigo. Pero ante todo exponen con fulgente brillo que, frente a la propagación sin fronteras de los abominables tormentos que trae aparejados la apertura, se torna inaplazable el entrelazamiento más estrecho, a escala continental, de las proclamas y combates obreros, un paso necesario hacia la conquista de la anhelada victoria sobre la moderna esclavitud asalariada.


[*] Publicado en Tribuna Roja Nº 75, enero 26 de 1998.

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