Editorial en el que mostraremos que el gobierno de Gustavo Petro representa limosnas, alzas e impuestos, tal cual como lo dicta la OCDE, el FMI y Banco Mundial.
Por Francisco Cabrera*
Cuando Jaime Castro se preparaba en 1992 para tomar posesión de la alcaldía de Bogotá, la capital del país se encontraba frente a la más grave crisis de sus finanzas. La banca internacional había suspendido los créditos, condicionando su desembolso a un severo programa de ajuste de corte neoliberal, cuya esencia se resumía en la privatización de las empresas públicas y en mayores tributos. La ciudad llegó a un punto en el que comenzó a solicitar créditos para pagar los préstamos ya adquiridos y a utilizar dineros de los empréstitos para sufragar los gastos de funcionamiento. La insolvencia para adelantar grandes obras amenazaba con sumir a la urbe en el caos. Planeación Nacional se ocupó del asunto organizando un seminario-taller con la presencia de los pontífices del Banco Mundial y, obviamente, con la cúpula de la tecnocracia del gobierno de César Gaviria. Las memorias del mencionado evento, “Bogotá: Problemas y Soluciones”, constituyen el mejor compendio del pensamiento de la banca multilateral sobre las dificultades de la ciudad y reflejan hasta qué punto la dirigencia criolla termina calcando los análisis foráneos y repitiendo su recetario.