Noche tras noche

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Para el padre que cuenta historias, y que noche

a noche ve cómo le son arrebatadas

sus energías.

Por: Ludwing Nicolò Romanovich y Roberto Herreros 

Algunos los conocen como “vigilantes”, otros los llaman “celadores”, lo cierto es que, de la misma manera que otros oficios de la división capitalista del trabajo, son mano de obra altamente explotada.

La labor desempeñada por estos obreros uniformados con prendas de vigilancia es muy variada; amén de realizar las actividades características de su oficio -cuestiones atinentes a la seguridad de bienes, de inmuebles, de conjuntos residenciales, bancos, fábricas, colegios, universidades, centros comerciales, parqueaderos, etc.─, deben ejercer otras funciones como mensajeros internos, recepcionistas, aseadores, jardineros, decoradores de exteriores e interiores o como encargados de servir el tinto, ocupaciones por las cuales no reciben ninguna remuneración extra.

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Para el padre que cuenta historias, y que noche

a noche ve cómo le son arrebatadas

sus energías.

Por: Ludwing Nicolò Romanovich y Roberto Herreros 

Algunos los conocen como “vigilantes”, otros los llaman “celadores”, lo cierto es que, de la misma manera que otros oficios de la división capitalista del trabajo, son mano de obra altamente explotada.

La labor desempeñada por estos obreros uniformados con prendas de vigilancia es muy variada; amén de realizar las actividades características de su oficio -cuestiones atinentes a la seguridad de bienes, de inmuebles, de conjuntos residenciales, bancos, fábricas, colegios, universidades, centros comerciales, parqueaderos, etc.─, deben ejercer otras funciones como mensajeros internos, recepcionistas, aseadores, jardineros, decoradores de exteriores e interiores o como encargados de servir el tinto, ocupaciones por las cuales no reciben ninguna remuneración extra.

Es un trabajo peligroso. Según el sistema general de riesgos profesionales que rige en Colombia, está inscrito en el nivel cinco, el más alto de esta clasificación. Ellos exponen su vida e integridad física a diario a las amenazas de la delincuencia, el hurto, el homicidio y demás lacras generadas por la degradación social de este sistema. Afrontan también la constante animadversión de muchas de las personas con las que tratan, pues su no muy gratificante trabajo los lleva con frecuencia a ir en contra de sus conciudadanos por defender los intereses patronales o corporativos, ejecutando acciones policiales, que los conducen a la situación de no ser tan apreciados por la comunidad y a soportar toda suerte de epítetos que van desde “sapos” y “regalados” hasta  frases como  “es que se creen los dueños de la empresa…”

No obstante, la mayoría de quienes ejercen este oficio lo hacen por la necesidad de sobrevivir y por la falta de oportunidades; pues ésta es una de las que les ofrece el régimen a los hijos de las clases populares; las otras son hacer parte del ejército de mano de obra de reserva, de la delincuencia, el narcotráfico, la desolación y la drogadicción propias de la calle o de hacer parte de alguno de los actores del conflicto económico, social y político que se refleja en la violencia generalizada que hoy enfrenta el país.

Como si lo anterior no fuese suficiente para minar de complicaciones la labor de estos trabajadores, en el 2002, el recién posesionado Álvaro Uribe Vélez, en contubernio con su “patriótico” ministro de la Protección Social, Juan Luís Londoño, y con la potestad de cambiarlo todo a su antojo, cual Demiurgos del Tiempo, en certero espaldarazo a los empresarios y artero golpe a los asalariados, le dieron un giro a lo que nos enseñaban las pinceladas de geografía recibidas en la escuela sobre el proceso de rotación del planeta Tierra, según el cual en estos países intertropicales, sin acontecimientos naturales extraordinarios, comienza a oscurecer alrededor de las seis de la tarde. Ni siquiera se necesita haber asistido a las aulas para darse cuenta de que en Colombia amanece a las seis de la mañana y anochece a las seis de la tarde. Por lo que, en consecuencia, a partir de esta hora se le conoció y se le conoce como noche, día tras día, noche tras noche y desde que el mundo es mundo. Después del enrevesado proceso de rotación generado por la Ley 789 de 2002, el recargo nocturno para los asalariados inicia a partir de las diez de la noche. ¡Vaya, toda una transformación de las concepciones copernicanas!

Esto representó que el mísero salario de los vigilantes se redujera del 35 al 25 por ciento en el valor al que se remuneraba la hora extra diurna, que se disminuyera del 75 al 50 por ciento el recargo nocturno, y una depreciación de los dominicales y festivos.  Así la gran mayoría de celadores debe trabajar durante doce horas diarias por un mínimo, cosa que atesta las arcas de los dueños de las empresas de vigilancia por punta y punta: ya que al explotarlos en horarios de doce horas ─jornadas características del siglo XIX y que se creían superadas, gracias, entre otras, a las luchas obreras─ se están ahorrando la contratación de otra persona, pues ya no son tres jornadas laborales en las que se divide el día ─si se trabajaran por turnos de ocho horas─ sino dos; cuestión que desvirtúa de facto una de las razones esgrimidas para justificar la mencionada Ley: la generación de empleo. Además, estos empresarios se guardan el pago de horas extras nocturnas; en el caso de que uno de los vigilantes ingrese a laborar a las siete de la mañana y salga a las siete de la noche; ya no logra arrancarle una hora extra nocturna al empleador, en cambio éste, gracias al favor uribista, se llena los bolsillos, su manera de posar de que contribuye al progreso del país.

El pasado mes de abril algunos parlamentarios, entre ellos los del Polo, cuyos militantes en el movimiento sindical habían facilitado la aprobación de la Ley 789, acudiendo a la traidora fórmula de la cláusula de rescisión, y en un intento de mantener el caudal electoral entre los trabajadores, presentaron una reforma para volver a la situación previa a la aprobación de la citada Ley. Oportunidad en la que Uribe y su séquito en el Congreso volvieron a mostrar su catadura, al afirmar que tal proyecto “pone en riesgo no la utilidad y la riqueza de los que ya la tienen, sino la de aquellos que apenas tienen un salario”, y como para que no quedara duda de las intenciones del presidente, añadió, con toda  la sinceridad y generosidad que lo hacen grande, que “hacer modificaciones a la legislación laboral” no es plausible en un momento en el cual la crisis económica hace estragos y que “asumiría la responsabilidad política…[de  rechazar la] propuesta dañina de contrarreforma”.

Empero, nada de esto debería sorprendernos, pues el señor Uribe siempre ha sido un defensor de los empresarios de la seguridad privada, para lo cual basta recordar el apoyo irrestricto que les prodigó a las llamadas Convivir, cuando fungía como Gobernador de Antioquia, entre los años 1995 a 1997.  Las Convivir eran compañías de seguridad privadas, que surgieron con el pretexto de proteger a los ganaderos de los ataques de los grupos armados ilegales; valga aclarar que esto se hizo contando con el aval de las altas cortes y de todo el aparato estatal colombiano que autorizó  la entrega de armamento y de todo tipo de apoyo logístico a estos ejércitos privados, que a la larga no eran más que grupos paramilitares.    

Pero veamos a través de las opiniones de un guarda de seguridad cómo son las condiciones de vida y de trabajo, de acuerdo con la entrevista que uno de ellos le concedió a Notas Obreras, y quien nos pidió mantener su nombre en reserva. 

Notas Obreras: ¿Cuéntenos cuánto tiempo lleva de vigilante?    

Guarda de Seguridad.  Yo llevo en este oficio diez años; antes trabajaba con una empresa oficial también como vigilante, pero la cerraron y tuve que meterme a una privada.  He estado en muchos puestos y siempre me he dado cuenta de que lo que nos pagan es muy poquito en comparación con lo que los usuarios le pagan a cada compañía de seguridad por lo que hacemos. 

N.O: Explíquenos un poco más esto

G de S: Sí, una vez supe que por cada uno de nosotros pagaba la empresa como dos millones de pesos, y a nosotros nos transaban con el mínimo, que por ese tiempo estaba como por cuatrocientos, y con la escasez de trabajo que hay quién se va a poner a pelear con la empresa.  Nos toca, porque nos dicen lo de siempre, que por uno trabajando hay veinte haciendo fila. 

N.O: ¿Y bien,  cuáles son los requisitos para acceder al empleo?

G de S: Ese es otro problema.  Yo después de viejo qué me voy a poner a estudiar, ya las cosas no entran tan fácil como a los muchachos.  Ya después de estar adentro una condición era hacer el bachillerato, y eso tocaba en un colegio que tenía convenio con la empresa de vigilancia.  Allá íbamos dobleteados de turno a estudiar los sábados, y con sueño y todos cansados qué le íbamos a poner cuidado a las clases, simplemente iba; a la larga teníamos que pasar, porque si no, pues nos quedábamos sin puesto. 

La otra cosa son los cursos de actualización.  ¡Eso sí que es un negocio! Cada rato se inventan uno, súmele a éste lo del pago del colegio para ver cuánto le da la cuenta.  Cada curso vale como cien mil o ciento y algo, dependiendo del nivel; son unas horas nada más. Para eso sí nos dan permiso. Pero si uno está enfermo, nada, está jodido, porque tan pronto llegue a trabajar le toca doblar turno para reponer las horas, y eso es fregado.

Aquí donde estoy, llevo como cinco cursos: plata por un lado y plata por otro.  Allá le enseñan a uno a manejar armas, defensa personal, y unas clases cortas para desempeñar mejor las funciones. 

N.O: ¿Cómo los ha afectado a ustedes la ley de extras desde la diez de la noche?

G de S: Con lo de las extras, como usted debe saber, es que uno se cuadra el sueldo.  Pagan el mínimo y la esperanza era trabajar algunas extricas para que sumara un poquito.  Pero mire, antes era como desde las seis de la tarde, ahora solo las pagan desde las diez. Si se trabajaba festivo le pagaban triple, ahora no, y mire ya no hay cómo subir el sueldo, y uno con familia, con gastos, transportes, alimentación, todo eso. ¿Cómo le hace uno?

La cosa está muy jodida, y yo ya estoy viejo y no rindo lo mismo. Prefieren contratar a un muchacho y si es reservista mejor, tiene más energía, no tiene tantas obligaciones como un viejo. Pero no hay más, a esta edad me toca quedarme quieto aquí, hasta que los hijos ya se puedan mantener solitos. Y la pensión: pues esperar, y con este sueldo no se puede dejar de trabajar, cuando salga la pensión, toca seguir. 

Mire le cuento, ser celador es muy pesado, yo me levanto muy temprano, llego al trabajo, y allá toca frentear todo lo que pasa, toca responder si se roban algo. Si, por ejemplo, uno trabaja donde hay video beam o portátiles, eso se pierde mucho. Se han dado casos de auto robos y siempre dicen que van a investigar pero nada. Toca almorzar ahí mismo en el puesto, no hay hora de almuerzo ni nada. Luego salir para la casa y tratar de descansar alguito y, al otro día, lo mismo. Cuando es fin de año, le toca a uno trabajar el 24 o el 31 de diciembre en la noche. Llevo diez años sin saber que son estas dos fiestas en la casa. 

Otra cosa era cuando trabajaba con el gobierno. Tenía uno todas las de la ley, el sueldo no era muy alto pero era estable, cumplido, las vacaciones, todo lo que se llama de ley.  Pero eso lo cerró Mockus y nos botó a todos, los únicos que siguieron allá fueron los del sindicato que se dejaron comprar por el Alcalde.   

Es urgente, ante este tipo de casos que la protesta social se fortalezca y se libre una pelea contra la legislación laboral corrupta y patronalista. Para ello hay que fortalecer las organizaciones sindicales independientes, que no se amilanen ante los ataques de las derechas o se dejen engañar de las trampas de la falsa izquierda.

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