Lenin, guía y maestro de la clase obrera

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80 años de su muerte

Por Fernando Vergara
El 21 de enero de 1924, hace 80 años, dejó de existir Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, el hombre que seis años antes había conducido al proletariado y a todo el pueblo de la Rusia ignominiosa de los zares a “tomar el cielo por asalto”, inaugurando una portentosa época de luchas por el socialismo y la liberación de los pueblos. Se aferró en todas las etapas del camino a las enseñanzas del marxismo y a las lecciones de la historia y aplicó rigurosamente unas y otras a las circunstancias, casi siempre adversas, que hubo de sortear.

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{mosimage}80 años de su muerte

Por Fernando Vergara
El 21 de enero de 1924, hace 80 años, dejó de existir Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, el hombre que seis años antes había conducido al proletariado y a todo el pueblo de la Rusia ignominiosa de los zares a “tomar el cielo por asalto”, inaugurando una portentosa época de luchas por el socialismo y la liberación de los pueblos. Se aferró en todas las etapas del camino a las enseñanzas del marxismo y a las lecciones de la historia y aplicó rigurosamente unas y otras a las circunstancias, casi siempre adversas, que hubo de sortear.

En 1870, Simbirsk, ciudad extendida sobre el monte Venietz, a orillas del Volga, a 1.500 kilómetros de San Petersburgo, estaba poblada por unos trescientos mil habitantes. Allí nació, el 10 (22 en el calendario actual) de abril de 1870 Vladimir Ilich, el tercer hijo del inspector de educación Ilya Ulianov y de su esposa, María Blank. Los hermanos mayores jugarían un importante papel en la vida del futuro jefe bolchevique: Ana como su fiel aliada durante toda la vida y Alejandro, quien fue ejecutado en 1887 por la satrapía zarista contra la cual luchó en las filas del grupo de la Voluntad del Pueblo.

{mosimage}Desde sus primeros años, cuenta Ana, el pequeño Vladimir desarrolló una actividad enorme mostrando sus grandes capacidades intelectuales. Había culminado sus estudios preparatorios durante el proceso contra Alejandro e ingresó ese mismo año a la Universidad de Kazán, de la cual fue expulsado por su participación como organizador de una protesta, en el mes de diciembre. Tenía 17 años y recibía su primera condena de destierro, viéndose obligado a mantenerse lejos de Kazán. El joven Ulianov aprovechó las forzadas “vacaciones” para establecer contacto con revolucionarios clandestinos y leer todo cuanto le fue posible, especialmente textos de Marx, a cuyo estudio se aplicó con notoria disciplina, iniciándose desde entonces en el conocimiento de las leyes fundamentales del desarrollo económico y social, que habría de asimilar y desarrollar magistralmente a lo largo de su vida.

La negativa de las autoridades universitarias de Kazán frustró la aspiración de Vladimir de completar sus estudios regulares de Derecho, pero no amilanó su férrea voluntad y así, a tiempo que mantenía relaciones con los elementos más avanzados de su entorno, insistió hasta conseguir permiso para examinarse en una de las universidades imperiales, escogiendo entonces la de la capital, San Petersburgo, donde vivía su hermana menor, Olga. Para afrontar el reto autoimpuesto, debía preparar, en cinco meses, exámenes orales de catorce materias y redactar una memoria. En abril de 1891, mientras Olga muere afectada por la fiebre tifoidea, Ulianov supera meritoriamente las primeras pruebas. Ahora, disponiendo de tres meses para la segunda y definitiva sesión, abordó la labor sin descanso, aplicándose al estudio de todo el derecho, sin descuidar la lectura de los escritos de Marx y Engels. Obtuvo el primer lugar entre 134 aspirantes y, luego de cumplir las exigencias del régimen, fue autorizado a ejercer como abogado.

Entretanto, los rigores excepcionales del verano de 1891 habían producido una grave sequía en toda Rusia y, como consecuencia, el país padeció el azote del hambre y la muerte. El gobierno resultó incapaz de controlar la situación, ante lo cual surgieron innumerables actividades “humanitarias” de socorro, auspiciadas por comerciantes y campesinos ricos, a las cuales se unieron hasta los más radicales enemigos del zarismo… ¡excepto Ilich Ulianov! Éste, inspirado en el marxismo, dedicó sus mejores esfuerzos a explicar entre los revolucionarios de Samara (donde vivía por entonces) que la tragedia se debía a la improvisación e ineptitud del Imperio, que la supuesta filantropía contribuía a agravar el mal en lugar de aliviarlo y que no se podía renunciar a la revolución para trabajar hombro a hombro con los opresores del pueblo, engrosando las filas de los servidores de su majestad. Aunque logró atraer a su causa tan solo a una joven desterrada, Lenin iniciaba, a sus 21 años, el que sería un interminable e inflexible combate contra el oportunismo de toda laya, al cual habría de derrotar para llevar a feliz término su obra libertaria.

En 1893, Ulianov llegó a San Petersburgo con la esperanza de encontrar un ambiente más propicio para sus inquietudes revolucionarias y mayores posibilidades de ejercer la jurisprudencia. Pronto fue admitido en un círculo marxista en el cual desplegó toda su capacidad de organizador, forjó relaciones con obreros e intelectuales, desarrolló labores de propaganda, emprendió la crítica implacable contra los tergiversadores del marxismo y comenzó su quehacer de teórico revolucionario. Vladimir Ilich viajó, en 1895, como delegado de San Petersburgo a una reunión en Suiza con el grupo Emancipación del Trabajo, dirigido por Plejanov, y acordó emprender con éste la publicación de una revista.

A su regreso, el abogado Ulianov dedicó todo su esfuerzo a difundir las ideas y propuestas revolucionarias en la capital, pero fue detenido el 8 de diciembre. Aprovechó la cárcel para iniciar su primer gran trabajo teórico, El desarrollo del capitalismo en Rusia. Recobrada la libertad, en febrero de 1897, emprendió de nuevo el camino del destierro, esta vez hacia Siberia, e inició una dura batalla contra el “economismo”, tendencia oportunista que despreciaba el papel fundamental de la teoría revolucionaria y de la agitación política sistemática entre las masas. Dicha corriente se limitaba a plantear reivindicaciones económicas, con lo cual, como señalaría Lenin en su famoso ¿Qué hacer?: “…proceden ustedes como demagogos, y los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. (…) Son los peores, porque (…) nada hay más fácil que arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán sacar de su error sólo las más amargas pruebas”.

Nadejda Krupskaia, a quien había conocido durante sus actividades en San Petersburgo, lo siguió al ser condenada a tres años de destierro. Contrajeron matrimonio en junio de 1888 y se establecieron en Chuchenskoe hasta enero de 1900, cuando, terminado el exilio, Ulianov regresó de Sibería. Esos tres años habían servido para la más cabal preparación de la batalla por la consolidación del partido de la clase proletaria, batalla que había de librarse en medio de las enormes dificultades que imponía el régimen y en abierto duelo con todas las tendencias que pretendían “interpretar” a su acomodo las vicisitudes de la revolución.

Vladimir Ilich Ulianov, quien a partir de ese momento sería conocido como Lenin, se ve precisado a trasladarse al extranjero ante la imposibilidad de adelantar su trabajo político en las condiciones existentes en Rusia. Viajó, pues, a Zurich, donde se entrevistó con Plejanov, con quien acordó editar Iskra (Chispa), periódico que bajo la divisa De la chispa brotará la llama, alentaría la coordinación de los círculos marxistas, antes dispersos por toda Rusia.

Se celebran sucesivos Congresos de los socialdemócratas, en el primero de los cuales la fracción leninista recibe el, para siempre, honroso nombre de bolchevique, es decir, mayoría. Un testimonio de las duras polémicas y de la lucidez de Lenin es el libro Un paso adelante, dos pasos atrás, en el cual enuncia los principios de la construcción y funcionamiento del Partido. Sus opiniones serán disputadas agriamente por sus contradictores oportunistas, quienes con frecuencia vencerán en las votaciones, arrebatando al leninismo cargos, tareas y periódicos, en tanto que los acontecimientos, tan tozudos, terminarán por dar la razón al maestro del proletariado.

Con excepción de algunos períodos de reposo, casi siempre forzados por el agotamiento o la enfermedad, Lenin no descansa. Su actividad abarcaba multitud de temas y ámbitos: escribe, propone, alienta y dirige a los bolcheviques mientras combate sin tregua a los traidores.

{mosimage}El año de 1905 es saludado con una revolución que sorprende a Ulianov en Ginebra, pese a lo cual se puede leer en el número 3 del Vperiod (Adelante) su proclama: “Atruena la batalla callejera, se alzan las barricadas, crepita el tiroteo y truena el cañón. (…) Las jornadas de hoy y de mañana van a ser decisivas. La situación evoluciona hora tras hora. El telégrafo trae noticias que cortan la respiración y todas las palabras parecen huecas en comparación con los acontecimientos que se están viviendo. Cada uno debe estar dispuesto a cumplir con su deber de revolucionario y de socialdemócrata. ¡Viva la Revolución! ¡Viva el proletariado insurrecto!”

La dinastía de los Romanov sufrió un golpe mortal. Lenin lo sabe y apresura los preparativos para su regreso, que sólo puede efectuarse en noviembre, sin que nadie le acompañe. Tras dos años de actividad y ante la derrota de la revolución, Vladimir Ilich se ve obligado a retornar a Suiza para establecerse luego en París, donde continúa su labor partidaria, en tanto que entabla nuevos combates contra los enemigos del marxismo atrincherados en las filas obreras. Mientras los oportunistas se lamentaban de que hubiera ocurrido la insurrección, Lenin sintetizaba las enseñanzas de 1905 señalando: “Solo la lucha revolucionaria de las masas es capaz de conseguir mejoras algo serias en la vida de los obreros y en el gobierno del Estado (…) No basta minar y poner coto al poder zarista. Hay que destruirlo. Mientras el poder zarista no sea destruido, las concesiones del zar no serán sólidas” y, finalmente, que se necesitaba una nueva revolución que desplegara fuerzas mucho mayores a las puestas en acción en 1905. No se trataba, para Lenin, de negar la insurrección sino de preparar una de mayor envergadura que movilizara hasta los sectores más atrasados de la clase obrera. Uno de sus enemigos llegaría a decir (en tono de excusa por su impotencia): “…no hay un solo hombre en el mundo como él que se ocupe de la revolución durante las veinticuatro horas del día, que no tenga más pensamientos que los relativos a la revolución y que, hasta cuando duerme, no vea más que la revolución en sus sueños. ¡Trate de vencer a un hombre así!”.

Lenin hizo los mayores esfuerzos para contrarestar el abatimiento que siguió a la derrota de la revolución de 1905. En su obra Materialismo y empiriocriticismo, fustiga a quienes, como Bogdanov y Lunacharsky, abandonan la concepción científica del mundo defendida por el marxismo y propalan doctrinas idealistas.

{mosimage}Con ayuda de Stalin, entre otros, Ulianov logra editar en Rusia el diario Pravda y se traslada a Cracovia, en la frontera rusa. Se avecinan las elecciones de los delegados obreros a la Duma (parlamento), Stalin es puesto preso y el periódico queda en manos de elementos vacilantes que eliminan de los artículos de Lenin los dardos más agudos contra los oportunistas, con el argumento de que lo hacen “para no dar a los lectores la impresión de que, incluso en vísperas de las elecciones, se siguen agitando las querellas intestinas”. La réplica leninista no se hace esperar: “es imposible, nocivo, pernicioso y ridículo ocultar nuestros desacuerdos a los obreros”, es una táctica “profundamente errónea y sencillamente inadmisible”. A lo largo de este período, ha de batirse con la tendencia liquidacionista que clama porque los revolucionarios abandonen la labor clandestina y se limiten a las estrechas actividades permitidas por la legalidad del régimen zarista, abandonando incluso el programa y la táctica del Partido.

Lenin ha empezado a estudiar los rasgos esenciales del imperialismo ya antes de que se abrieran los fuegos de la Primera Guerra Mundial, en 1914. En 1916 publica su libro El imperialismo, fase superior del capitalismo en el que señala, certeramente, que la época de la libre concurrencia ha terminado y que el mundo ha entrado en la era del imperialismo capitalista: un puñado de monopolios concentra y centraliza las ramas más importantes de la producción; el capital financiero, parasitario, ha alcanzado el predominio; y se antagoniza la lucha entre las potencias por el control de las materias primas y los mercados, no sólo de los territorios coloniales y semicoloniales sino de toda clase de países. Sobre la base de este análisis económico profundamente científico, desnuda el carácter de rapiña de la guerra que estallaba y enfrenta la corriente traidora de la Segunda Internacional, acaudillada por Karl Kautsky y amamantada por los consorcios, que inducía a los obreros a derramar su sangre bajo las banderas de un patriotismo mentiroso que sólo buscaba engordar las arcas de los magnates de sus propios países. Lenin levantó muy en alto las banderas del internacionalismo proletario, convocando a los obreros a rechazar la guerra y a voltear las armas contra sus gobiernos. En el libro mencionado, sentenció: “Lo más peligroso en este sentido son las gentes que no desean comprender que la lucha contra el imperialismo es una frase vacía y falsa si no va ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo”.

Esta orientación leninista condujo a un impetuoso avance del movimiento obrero y campesino en Rusia, al punto que el año 1917 comenzó con la huelga del 9 de enero, en la cual participaron numerosos proletarios de Moscú, donde una manifestación de 2.000 personas fue disuelta violentamente por la policía, mientras en Petrogrado los soldados se unieron a los manifestantes. Era el comienzo del fin del régimen zarista. Acudamos a la Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S.: “El 26 de febrero (11 de marzo), la cuarta compañía del batallón de reserva del regimiento de Pavlovsk rompió el fuego, pero no contra los obreros, sino contra los destacamentos de guardias montados que habían comenzado a disparar contra los obreros. La lucha por ganarse a las tropas revestía el carácter más enérgico y tenaz, sobre todo por parte de las mujeres obreras, que se mezclaban entre los soldados, confraternizaban con ellos y les incitaban a ayudar al pueblo a derribar la autocracia zarista, tan odiada por él.”

Lenin sabe que ahora es inaplazable su regreso. Después de desechar varias ideas, descabelladas unas, sensatas otras, surge la posibilidad concreta, luego de tortuosas negociaciones, de realizar el viaje a través de Alemania y bajo la protección del gobierno alemán. Superando las vacilaciones y temores de muchos de sus camaradas, Lenin y 31 viajeros más, emprenden el viaje hacia la gloria. Llegan a Petrogrado en la noche del 3 (15) de abril.

{mosimage} A partir de ahora, Vladimir Ilich Ulianov, el gran Lenin, no tendría un minuto de descanso. Su tarea consistió en conducir al proletariado insurrecto, en alianza con los pobres del campo, a la revolución socialista, tarea para cuyo correcto cumplimiento resultaba indispensable, una vez más, desenmascarar a los vacilantes, a los conciliadores y a los presurosos. Demostró que la más firme defensa de los principios del marxismo es perfectamente compatible con la táctica más flexible que impongan los vaivenes de la revolución. Los acontecimientos de los meses siguientes desembocarían en la toma del poder por el partido bolchevique, con su guía a la cabeza.

En Petrogrado, los cañones del crucero “Aurora” anunciaron, el 25 de octubre (7 de noviembre), el comienzo de una nueva Rusia, la Rusia de los Soviets de obreros, campesinos y soldados.

Difíciles responsabilidades esperaban ahora al jefe del nuevo Estado. Y Lenin las aborda sin tardanza, sentando las bases de lo que sería la nueva sociedad, dictando las medidas necesarias, organizando la economía de la naciente república, iniciando las complejas negociaciones con el enemigo imperialista para lograr el respiro necesario…

Pero la salud de Ilich se resintió demasiado pronto. En mayo de 1922 sufrió un ataque que le paralizó el lado derecho de su cuerpo. Tras una corta mejoría, se vio obligado a abandonar su puesto de combate y, luego de ocho meses de sufrimiento en Gorki, antes de cumplir 54 años, falleció dejando como herencia imperecedera el invaluable cúmulo de sus enseñanzas, recogidas en más de 25.000 páginas compendiadas en 54 tomos.


Imposible resumir en estas cortas líneas obra tan monumental. Notas Obreras elaborará una serie de artículos sobre los siguientes temas: el imperialismo, el Estado, la autodeterminación nacional, la lucha contra el oportunismo, la dictadura del proletariado. Con ello tampoco se pretende agotar el repaso del legado leninista.

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