¡Mockus toma todo!

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Por Francisco Cabrera[*]

El alcalde Antanas Mockus decidió por fin destapar sus verdaderas intenciones. Frente a enmiendas menores introducidas por el Cabildo distrital al Plan de Desarrollo, decidió adoptar su propio Plan por decreto. Para justificar tan arbitrario proceder, alega su compromiso de luchar contra “las viejas prácticas de la política” y, con este subterfugio, concentra en él y en la camarilla de sus íntimos el manejo de una fabulosa suma superior a los 5 billones de pesos, que son los recursos financieros del Distrito para los próximos tres años. De remate, amenaza con su renuncia si el fallo de los tribunales le es adverso. Todas estas trapisondas son de común ocurrencia al amparo de la Constitución de 1991, el Estatuto Orgánico para Bogotá y su maraña de normas reglamentarias.

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La tendencia de Mockus a traducir su arrogancia “científica” en medidas dictatoriales se reveló desde los primeros días de su mandato, cuando objetó un acuerdo del Concejo que restringía el tránsito vehicular. El-alcalde acudió a una espuria consulta telefónica para lanzar a la opinión pública contra la Corporación. Luego tomó sin ningún escrúpulo medidas de fuerza para el brutal desalojo de los vendedores ambulantes del Siete de Agosto y de los habitantes de los chircales de Usaquén.

Aunque para validar la decisión de expedir el Plan por decreto Mockus ha señalado que debió aprobarse el 30 y no el 31 de mayo, lo cierto es que en su alegato tuvieron más importancia las supuestas “bombas” colocadas por el Concejo contra su administración. Hasta el diario El Tiempo, en su editorial del 4 de junio, dice que “no hemos encontrado las ‘bombas’ de que habla el Alcalde, y tampoco comprendemos a cabalidad su ira por posibles conciliaciones; su actitud representa más un golpe de opinión que el manejo serio de un proceso normal y lógico en el sistema democrático”. Y el grupo “Ciudadanos en formación”, su lista oficial al Concejo, calificó su conducta como “despotismo ilustrado” y le increpó: “Usted se debe a Bogotá ¿pero realmente a quién le sirve?”

Se trató en efecto de un “golpe de opinión” orientado a desacreditar al Concejo a pesar de que allí una mayoría conciliadora aprobó el antipopular soporte financiero con sobretasa, privatizaciones y mayor endeudamiento. El fondo del asunto estriba en que las agencias imperialistas de crédito, para poner las instituciones a tono con la apertura, vienen presionando la mayor concentración del poder en el Ejecutivo, golpeando la democracia representativa y enfilando sus baterías contra los partidos. En su reemplazo, desde los preparativos de la Asamblea Nacional Constituyente, vivimos el impulso de las candidaturas “cívicas” y “comunitarias” y el fortalecimiento de las llamadas Organizaciones No Gubernamentales, ONG. Mockus en Bogotá, el cura Hoyos en Barranquilla, Navarro en Pasto y otros personajes similares son presentados como el fenómeno de la “antipolítica”, llamado a barrer la “partidocracia”, como ha venido sucediendo en el Perú bajo la dictadura de Fujimori. La nueva tendencia se alienta desde el norte imperial; es por eso que recientemente el diario The Washington Post destaca a Mockus como un verdadero ejemplo de los nuevos liderazgos.

Dichos personajes, por novedosos y folclóricos que aparezcan, representan el continuismo en la aplicación de las orientaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario, esencia de sus posturas antipolíticas. La privatización de las empresas de servicios de Barranquilla se muestra como modelo por la banca internacional y por los aperturistas. Navarro le pide al Congreso que incluya en la reforma tributaria la sobretasa a la gasolina como una obligación para todos los municipios. Mockus profundiza la regresiva política iniciada por la administración Castro bajo la presión del Banco y el Fondo, y desarrolla la tendencia fiscalista establecida en el Estatuto Orgánico. La sobretasa no es lo único que se anuncia: también la valorización por beneficio general, la valorización por beneficio local, los peajes urbanos y la privatización de las empresas de energía y teléfonos, patrimonio de los capitalinos.

Pero lo más grave es la dimensión que adquiere el endeudamiento de la administración central. Pese a que conceptos especializados como los de Eduardo Sarmiento y los de algunos concejales advirtieron sobre las ominosas perspectivas de la deuda, la administración Mockus continúa por el camino de hipotecar la ciudad y de someterla a un desangre creciente, representado en que en los últimos dos años la diferencia entre lo que se recibe anualmente por créditos y lo que se paga por servicio de la deuda fue del orden de 233 mil millones de pesos. Para poder tomar toda esta serie de medidas antipopulares, se requiere de dictadorzuelos como el ex rector de la Universidad Nacional.

Al separar la almendra de la cáscara, nos encontramos con que en Formar Ciudad, el plan de Antanas, los lineamientos generales guardan una gran similitud con el Salto Socialsamperista. La razón es muy simple: su paternidad está en la banca imperialista, cuyo recetario recomienda grandes inversiones en infraestructura, que se deben realizar con la plata que nos prestan y que el pueblo tiene que pagar en impuestos, para así atraer el capital extranjero. Lo que Samper llama infraestructura, a secas, el profesor Mockus lo denomina “productividad urbana”. Las limosnas del gobierno nacional para contener la inconformidad, en el Distrito son el “progreso social”. Las reformas institucionales con el embeleco de la “democracia participativa” para el Salto Social, en Formar Ciudad se llaman “legitimidad institucional”. Así, con diferencia de nombre, encontramos en el fondo las mismas políticas antinacionales y antipopulares.

La fuerza de la cultura, o la cultura de la fuerza Desde el momento en que Mockus inició su administración, uno de los aspectos más polémicos ha sido la cultura ciudadana, que este “campeón de la Urbanidad” convirtió en columna vertebral del Plan de Desarrollo. En el Concejo esta prioridad fue objeto de muchas críticas. Jorge Child, presidente de la Comisión del Plan, la calificó de “voluntarista” y advirtió que “puede ser la antesala de un neofascismo en el momento crítico de su fracaso”. Los concejales Francisco Pareja, Omar Mejía, Yolanda Cañón, Francisco Noguera y Héctor Salcedo, conformados en comisión accidental para discutir la cultura ciudadana, dicen en su ponencia que el fracaso de aconductar a la ciudad “por la fuerza de la cultura” conducirá al empleo de la “cultura de la fuerza” y critican el “ejercicio experimental” que le costará al fisco la bicoca de 170 millones de pesos. Concluyen que “no es recomendable aprobarla”. En resumen, con esta estratagema, Mockus y su corte de académicos arribistas han iniciado una ofensiva ideológica sobre Bogotá para llevarla a “cumplir las normas” sin atender sus necesidades.

Dentro de las campañas del alcalde se destacan las relacionadas con lograr una “cultura tributaria”. Que todos pongan para que Mockus tome todo y la ciudad continúe sumida en el pandemónium del transporte; en la inseguridad acrecentada por la lumpenización, fruto de la miseria que la apertura esparce sobre nuestras ciudades; con la ruina del agro y de importantes ramas de la industria; en el deterioro físico, y, en fin, en el sinnúmero de agobiantes problemas que tornan en calvario la vida cotidiana de los bogotanos.

Un porcentaje de los recursos se dilapidará en los “juegos ciudadanos” (el circo de los mimos, las tarjetas, etc.). El mayor irá a parar a la bolsa de los grandes medios de comunicación, a los que Mockus debe el puesto. Así, sutilmente, pagará sus campañas electorales: la pasada, y por qué no la futura. Es la forma “científica” como los “antipolíticos” hacen política y entienden la “ética” y la “moral”.

El Concejo no se atrevió a votar negativamente el artículo sobre la cultura ciudadana, pero sí le introdujo un parágrafo en el que obligaba al Alcalde a presentarle los proyectos que para ésta aparecen en el Plan, y agregó un numeral sobre la construcción de los colegios para poder cumplir con la jornada única ordenada por la Ley de Educación.

El MOIR considera pertinente aglutinar en un solo frente de lucha a los concejales, fuerzas políticas y organizaciones sindicales y populares, dispuestos a defenderla producción nacional y a impedir la privatización de las empresas de los servicios, la hipoteca de la ciudad, la andanada alcabalera y el avasallamiento del Cabildo por el Fujimori bogotano.


[*] Publicado en Tribuna Roja Nº 60, julio 14 de 1995.

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