Estados Unidos impuso desmembramiento de Yugoslavia

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Por Alejandro Torres y Salomón Ganitsky[*]

“Los pueblos balcánicos podrían decir, como lo hacían en la antigüedad nuestros siervos: ‘Que Dios nos libre, más que de todas las tristezas, de las iras y del cariño de los señores’. La intervención de las “potencias” de Europa, tanto la hostil como la supuestamente amistosa, significa únicamente para los campesinos y obreros balcánicos nuevos impedimentos y trabas de todo género al libre desarrollo, que vienen a sumarse a las condiciones generales de la explotación capitalista. “(V. L Lenin, Los pueblos balcánicos y la diplomacia europea)

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El pasado 21 de noviembre, en la base de Wright-Patterson, en Taitón, Ohio, concluyó el siniestro plan de desgarrara Yugoslavia que se propusieron los Estados Unidos y las demás potencias occidentales desde hace más de un lustro. Los virtualmente presos Slobodan Milosevic, Alija Izetbegovic y Franjo Tudjman presidentes de Serbia, Bosnia y Croacia respectivamente, protocolizaron los términos del acuerdo ideado por los estadounidenses y aceptado a regañadientes por los europeos, quienes debieron conformarse con que la firma del pacto se llevara a cabo en París y con sendas conferencias suplementarias en Londres y Bonn.

El conflicto balcánico pone al descubierto los rasgos más sobresalientes de la situación internacional: la consolidación de Estados Unidos como el único superpoder planetario; la creciente disputa en el campo del imperialismo, principalmente entre aquél y la Unión Europea; la estrategia imperialista de desintegrar a las naciones y sojuzgar a los pueblos mediante la utilización de falacias como las expediciones “humanitarias”; las secuelas ruinosas de la apertura y la internacionalización; la dramática decadencia rusa.

Y, no obstante la derrota temporal, la valerosa resistencia de los serbios preludia las ingentes batallas que habrán de librar las naciones oprimidas.

El Tratado El pacto de Dayton contempla que Bosnia-Herzegovina será un nuevo Estado dividido en dos “entidades”: la Federación Croato-Musulmana y la “República Serbia”, profundizándose así la atomización que se había iniciado a comienzos del actual decenio, cuando Eslovenia y Croacia se separaron de la República Socialista Federativa de Yugoslavia, RSFY.

Otros puntos esenciales del Tratado son:

1. Bajo supervisión imperialista Bosnia elegirá una presidencia colectiva, un parlamento y un tribunal constitucional. Tendrá moneda única. La capital, Sarajevo, se convertirá en una ciudad federal que a partir de marzo de 1996 quedará gobernada por los musulmanes. Decisión que desconoce al 25% de serbios que componen su población.

2. Además, Bosnia permanecerá ocupada por la Fuerza de Ejecución, compuesta por 60 mil soldados de la OTAN, 20 mil de ellos norteamericanos que tendrán como cuartel general a Tuzla; 13 mil británicos acuartelados en Gornji Vakuf; 7.500 franceses, junto con 4 mil españoles y 2 mil italianos, en Sarajevo. Los rusos que nunca sobrepasaron el umbral de las declaraciones intrascendentes, pidieron al final permiso para enviar, también ellos, un pequeño contingente invasor que a condición de no estar sujeto al comando de la OTAN, ¡fungirá bajo el mando de altos oficiales gringos!

Las partes deberán revelar a las tropas extranjeras la localización de los campos minados y bombas, suministrar mapas con la ubicación de sus fortificaciones, fábricas de munición, cuarteles, redes de comunicaciones, artillería antiaérea y radares. La OTAN, a diferencia de la ONU, tendrá el derecho a “observar, monitorear e inspeccionar” donde a bien tenga. Complementariamente, los Estados Unidos equiparán y entrenarán al ejército bosnio, mientras a los serbios se les obligará a reducir sus fuerzas.

3. En tanto que a los bosnios musulmanes se les concedió un corredor entre Gorazde y Sarajevo, dos ciudades dominadas por ellos, corredor que rompe la unidad territorial de la parte serbia del país, a los serbobosnios se les negó la ampliación de la franja de Posavina en Brcko que une sus partes oriental y occidental.

4. Eslavonia, la rica región petrolera gobernada por rebeldes serbios desde 1991, revertirá a Croacia a más tardar en dos años. Esto fue impuesto, entre otras “razones”, mediante la presión de un extraordinario despliegue militar croata mientras transcurrían las negociaciones de Dayton.

5. A la Yugoslavia de Milosevic se le concedió el levantamiento de las sanciones que tuvo desde los inicios del conflicto y que habían sido aliviadas parcialmente a finales de 1994, cuando aceptó adelantar un bloqueo contra sus hermanos serbios de Bosnia-Herzegovina.

En síntesis, los serbios, a pesar de su fiera resistencia de más de tres años, durante los cuales siempre demostraron superioridad en la guerra contra sus enemigos internos, fueron derrotados por el poderío militar, económico y propagandístico de los imperialismos coligados.

La pax americana El acuerdo de Dayton resultó de la ofensiva militar y diplomática emprendida por Clinton a mediados de 1995, momento en el que había inclinado a su favor todos los factores y no podía permitir ni un repunte europeo, ni una sucesión de victorias militares serbobosnias sobre los musulmanes. Los principales componentes de esa ofensiva fueron: el arrasamiento aéreo de las posiciones serbobosnias y la diplomacia del chantaje del señor Richard Holbrooke, su enviado en la región, que hizo sucumbir al presidente serbio, paso obligado para el logro de los planes de escisión.

La embestida final se inició con la conferencia del Grupo de Contacto efectuada en Londres el 21 de julio del pasado año. En ella los comandantes de la OTAN fueron instruidos para decidir autónomamente los bombardeos contra las fuerzas serbias, y autorizados para seleccionar los blancos y desarrollar los ataques sin previa consulta a las Naciones Unidas, requisito indispensable hasta ese momento para cualquier operación. Se adoptó el criterio de la “fuerza desproporcionada”, que consistía en pretextar cualquier incidente para efectuar masivos bombardeos contra objetivos serbios.

De concierto con la reunión de Londres, el 4 de agosto Croacia lanzó en el sur de su territorio la “guerra relámpago” contra los rebeldes serbios que habían creado allí desde 1991 la República Democrática de Krajina y luchaban por la reunificación de Yugoslavia. Esta operación que causó el mayor éxodo de toda la guerra y trajo a la memoria de los serbocroatas el régimen pro nazi de los ustachas, fue planeada por Estados Unidos, que proveyó equipo militar, entrenamiento, espionaje desde aeroplanos no tripulados ubicados en la isla de Hvar, proporcionó fotografías de satélite que permitieron a los croatas ubicar los flancos serbios débiles, y participó directamente en la campaña. Washington llevó a cabo buena parte de esta intervención bajo la novísima modalidad de encargar las operaciones a compañías particulares de su país conformadas por exmilitares de alta graduación, con las cuales obligan a las naciones sometidas a realizar leoninos contratos de apoyo militar. Holbrooke, declaró cínicamente el sentido de la operación croata: “Guste o no, Tudjman trazó algunas nuevas líneas sobre el mapa, que nosotros no hubiéramos podido obtener mediante la diplomacia”.

La OTAN, comandada por Estados Unidos, con el pretexto del estallido de un obús el 28 de agosto en el mercado de Sarajevo, el cual los serbios negaron tajantemente haber disparado, y a pesar de que éstos habían autorizado a Milosevic a negociar en su nombre la búsqueda de la paz, lanzó la más devastadora operación de combate de todo el conflicto, la cual redujo el territorio bajo control serbobosnio a menos de la mitad del total, como contemplaban los planes de paz diseñados por las potencias.

El ataque se fraguó desde el 10 de agosto, según se comprobó al ser revelado por presión rusa un memorando secreto suscrito por el general francés Bernard Janvier, comandante militar de las fuerzas de paz de la ONU, y el almirante norteamericano Leighton Smith, jefe del comando sur de la OTAN, y actualmente máxima autoridad de las tropas atlánticas de ocupación. El memorando detallaba que los ataques se efectuarían “con una amplia perspectiva geográfica” sobre los serbobosnios que sitiaban las “áreas de seguridad”. Contemplaba el bombardeo de radares y determinaba hacer blanco sobre tropas desplegadas, puestos de mando y control, unidades de apoyo logístico, etc.

En uno de los más atroces actos de toda la guerra, los gringos decidieron probar en el área de Banda Luka los misiles “inteligentes” Tomahawk de navegación computarizada, provistos de una ojiva de 320 kilos de explosivos de alto poder y de aun mayor precisión que los empleados en la guerra del Golfo Pérsico. De éstos fueron disparados trece desde el crucero US Normandy.

El masivo ataque militar de la OTAN, y la arremetida del ejército fantoche de Croacia al occidente tanto de Bosnia como de Eslavonia, forzaron a los serbobosnios a retirar su artillería de las cercanías de Sarajevo y a permitir el acceso de tropas de las Naciones Unidas. El baño de sangre llevó al tratado de Wright-Patterson. La pax americana se imponía en Yugoslavia.

El líder de los serbobosnios, Radovan Karadzic, por los días en que se iniciaba este desenlace concedió una entrevista al diario español El Mundo en la que hizo un lúcido análisis de la situación. Así se refirió al plan de Londres: “Bajo la influencia estadounidense los musulmanes han rechazado dos planes de paz, porque una parte de Estados Unidos no quería que esta guerra terminara”. Responsabilizó a Alemania y a grupos empresariales yanquis de la no conclusión del conflicto armado y agregó: “No se quiere debilitar sólo a los serbios; existe una estrategia cuya meta es debilitar también a los demás pueblos balcánicos. Los Balcanes no autosuficientes estarían obligados a comprar los productos europeos y a nuestras naciones no se las reconocería como socias, sino como simples servidoras. De hecho, con esta guerra se debilita también Europa, y eso impide que se refuerce como federación. Esto es positivo para Alemania, que se impone como líder en Europa … Somos un único pueblo, pero las diferencias se han vuelto radicales y la guerra nos ha alejado. A estas alturas, Bosnia tiene que ser dividida.”

Cómo se conformó la nación yugoslava Los Balcanes han tenido importancia estratégica como cruce obligado de caminos entre Occidente y Oriente, entre Europa Central y el Mar Egeo y también como salida por el Adriático hacia el Mediterráneo. De ahí que hayan sido escenario de hechos fundamentales durante varios siglos y que sus pobladores deban haber batallado tenazmente por su independencia: ya contra los invasores de varios siglos del imperio otomano, ora contra las casas imperiales europeas y los distintos adalides de la fase superior del capitalismo.

Con su rápido triunfo en la llamada Primera Guerra Balcánica, entre 1912 y 1913, la Liga Balcánica integrada por Serbia, Montenegro, Grecia y Bulgaria puso fin a la presencia turca en Europa y contribuyó a sellar la suerte del legendario Imperio Otomano. Lenin saludó así el triunfo de la Liga: “A pesar de que en los Balcanes se ha formado una alianza de monarquías y no de repúblicas, a pesar de que esa alianza se ha conseguido gracias a la guerra y no gracias a la revolución; a pesar de eso, se ha dado un gran paso adelante hacia la destrucción de los restos de la Edad Media en toda la Europa Oriental” El surgimiento de una Serbia independiente que constituiría un obstáculo a la política austriaca de “expansión al este”, causó una creciente agresión de Austria contra ella que incidió en el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa el 28 de junio de 1914 en Sarajevo.

A comienzos de esa guerra, prominentes figuras crearon en Londres el Comité Yugoslavo, esto es, de los eslavos del sur, para hacer agitación en favor de sus compatriotas. En 1917, mediante la Declaración de Corfú, el Comité se proclamó gobierno en el exilio y llamó a conformar una alianza defensiva, a edificar un Estado unificado regido por una monarquía constitucional, en el cual habría igualdad para sus componentes, sus dos alfabetos y sus banderas, además de establecerse la tolerancia religiosa. En abril de 1918 el Congreso de las Nacionalidades Oprimidas de Austria-Hungría, conocido como el Pacto de Roma, afirmó el derecho de estos pueblos a su unidad nacional y a la autodeterminación. En octubre de 1918 Zagreb declaró rota su unión con Hungría, y se conformó un Estado unitario de serbios, croatas y eslovenos. En septiembre, los montenegrinos se levantaron contra Austria y el 26 de noviembre una asamblea nacional en Podgórica declaró la unión con Serbia. El 4 de diciembre se anunció al mundo el nacimiento del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. En 1931 el rey Alejandro I cambiaría el antiguo nombre por el de Yugoslavia. La Alemania nazi, necesitada de un flanco sur seguro para el logro de su objetivo de someter a la Unión Soviética, invadió a Yugoslavia el 6 de abril de 1941. La resistencia fue organizada por el Partido Comunista, que creó la valerosa guerrilla de los partisanos. Este esfuerzo fue dirigido por Josip Broz, un antiguo obrero metalúrgico, cuyo nombre de batalla era Tito y quien había sido elegido secretario general del Partido en 1937. En noviembre de 1942 organizó el Consejo Antifascista por la Liberación Nacional de Yugoslavia, AVNOJ, que se declaró gobierno provisional en noviembre de 1943. La Conferencia de Teherán de Stalin, Churchill y Roosevelt acordó apoyarlo como única resistencia efectiva contra Hitler en Yugoslavia.

A comienzos de 1944 los nazis son empujados a iniciar la retirada. Tito viaja a Moscú en septiembre y acuerda la colaboración con el Ejército Rojo, de donde resultó la operación conjunta mediante la cual liberaron Belgrado en octubre. Los germanos se les rindieron el 15 de mayo de 1945. La República Popular Federativa de Yugoslavia fue proclamada el 31 de enero de 1946 y en 1948 se incluyó en el nombre la palabra Socialista. Tito, hasta su muerte en 1980, encarnó la unidad nacional de estos pueblos gestada en siglos de historia común. Logró la hazaña de aglutinar en un solo Estado a dieciocho nacionalidades, varios alfabetos, tres regiones, veintitrés etnias, seis repúblicas y dos provincias.

Apertura y desintegración nacional Sin embargo, Estados Unidos, aprovechando las contradicciones entre Yugoslavia y la Unión Soviética, empezó a incubar los gérmenes que a comienzos de los 90 harían explotar la unidad de la nación. La “ayuda” norteamericana de millones de dólares dio origen a la que sería luego una abultada deuda externa.

La reforma económica llevada a cabo en 1965 delegó en los bancos y en las empresas la definición de los más importantes asuntos económicos, desde los planes sociales hasta el manejo de la balanza de pagos. Las’ decisiones económicas se descentralizaron, quedando en manos de cada República. A finales de los años 70 el gobierno federal sólo conservaba entre sus funciones la representación en el extranjero, las negociaciones con el Banco Mundial y la acuñación de la moneda. Las diferencias entre Croacia y Eslovenia, más desarrolladas económicamente, con el resto de miembros de la federación, se ahondaron aun más. En 1990, mientras el PIB per cápita del conjunto de la nación era de US $ 2.490, el, de Eslovenia y Croacia alcanzaba US $ 7.450 y US $ 4.310 respectivamente. Como resultado de la reforma de 1965, se redujo a la mitad el crecimiento de la economía y 340 mil personas más quedaron desempleadas.

Al finalizar 1988 la inflación -había llegado a ser la más alta de Europa, cerca de 2.000%. La deuda externa rondaba los 20 mil millones de dólares y su servicio era creciente; la balanza comercial de 1987 y 1988 fue deficitaria; el dinar se depreciaba aceleradamente; el importante rubro de divisas obtenidas por la venta de la mano de obra yugoslava en los países de Europa Occidental, especialmente en Alemania, se había menguado; y, por último, Europa y los Estados Unidos empezaron a ejercer presión para que las repúblicas más avanzadas se “vincularan a la economía mundial”, valga decir, se escindieran y pasaran a ser apéndices de las potencias occidentales.

El interés europeo por recolonizar la región se hizo cada vez mayor. Una resolución de 1988 sobre cooperación mutua entre Yugoslavia y la Comunidad Económica Europea subrayaba el apoyo de ésta a una nueva reforma elaborada e impuesta por el FMI y el Banco Mundial. Uno de sus principales aspectos consistía en aprovechar los costos más bajos de la fuerza de trabajo yugoslava.

El 26 de noviembre de 1988 se aprueba por la Asamblea Federal un nuevo sistema económico en la Constitución. Se adopta la propiedad privada. Se establece el trato preferencial para el capital extranjero. Las empresas deben guiarse por la obtención de la máxima ganancia. Se declara la batalla contra la estabilidad en el empleo de los asalariados. Se congelan los salarios y se liberan los precios. Se pone en venta la propiedad estatal y se cierran o reestructuran las grandes entidades. Mientras Estados Unidos se ocupaba de los avatares de la guerra fría, los europeos le sustraían zonas de influencia. En 1988 la Federación exportó US $ 4.100 millones a la Comunidad Europea e importó de ella US $ 4.300 millones. El 39% de este tráfico lo efectuó con Alemania.

Entretanto, el comercio bilateral con Estados Unidos llegó apenas US $ 1.300 millones, de los cuales US $ 800 millones fueron envíos yugoslavos a Norteamérica. De US $ 430 millones de inversión extranjera en todo el país en 1990, más de 40% provino de Alemania. El presidente yugoslavo Borisav Jovic, al hacer un balance de la aplicación de la reforma sostuvo: “El precio que tuvimos que pagar no fue pequeño. Hay un fuerte descenso en la producción con graves consecuencias sociales para el país”.

Empero, para la total subyugación del país no bastaban las exigencias económicas. Era imprescindible anarquizar las organizaciones que hundían sus raíces en la historia nacional común. La Liga de los Comunistas, concebida en la Constitución como “fuerza motriz básica”, debía desaparecer. Por todas partes brotaron “movimientos”, “concentraciones del pueblo”, “marchas políticas”, “uniones”, y se alentó un “pluralismo político sin partidos”. En Eslovenia y Croacia todos los nuevos cruzados se pronunciaron en favor de una confederación, separándose de Yugoslavia para incorporarse a la Comunidad Europea.

Con el desbarajuste se alentó también el regreso al pasado de rivalidades: algunas repúblicas emprendieron por su cuenta y riesgo la adopción de nuevas constituciones; surgieron rencillas territoriales; se acusaron mutuamente de las penurias causadas por las reformas; se pregonó la necesidad de crear ejércitos propios, de emitir cada quien su moneda, y se exacerbaron las diferencias raciales y religiosas.

Los líderes serbios descifraron el designio de las potencias. Borisav Jovic, en el discurso que pronunciara para asumir la presidencia el 15 de mayo de 1990, señaló: “Bastante claros son los mensajes que recibimos cada vez con más frecuencia, según los cuales puede tener un lugar en Europa, en sus procesos democráticos e integracionistas, sólo una Yugoslavia única, y que nadie más pueda, en estas áreas, aspirar a ocupar ese sitio. Pero al mismo tiempo no tenemos derecho a cerrar los ojos ante las ambiciones de algunos factores en el mundo que tratan de influir sobre nuestro desarrollo y dar prioridad a determinadas partes de nuestro país en lo que atañe a resolver las cuestiones políticas internas, con lo cual no contribuirán precisamente a la unidad yugoslava”.

En un foro en el que el embajador de Estados Unidos aludió al supuesto compromiso de su país con la preservación de la unidad de Yugoslavia, Ranko Petkovic, director de la revista Política Internacional, afirmó: “Estados Unidos contempla con simpatías los cambios que tienen lugar en determinadas repúblicas yugoslavas y que pueden tener efectos desintegracionistas”. Y agregó: “Es difícil fijar una línea divisoria entre los efectos de la reforma y los procesos de desintegración”.

Las mieles de la “internacionalización” y el “libre mercado” ofrecidas por las potencias a la patria yugoslava, escondían las hieles del desmembramiento, la guerra civil y la agresión extranjera. La misión “humanitaria” de los imperios modernos había empezado en épocas de paz y continuaría durante la tormentosa guerra.

La guerra El 25 de junio de 1991, Eslovenia y Croacia declararon la separación. El pueblo serbocroata se rebeló en Krajina en el suroccidente de Croacia y proclamó su propia república, manifestando su disposición de luchar por la reintegración del país. Los serbios de Eslavonia, en el extremo oriental, tampoco se sometieron a Croacia. Alemania de inmediato reconoció a los secesionistas. El 15 de enero de 1992, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos les dieron su aval.

En Bosnia-Herzegovina, donde gobernaba desde 1990 una coalición trinacional de croatas, bosnios y serbios, los dos primeros resolvieron separarse de la federación en febrero de 1992. Los serbobosnios, mayoritariamente campesinos, empuñaron las armas y en pocos días asumieron el control de 70% del territorio, reduciendo a los segregacionistas a unas pocas ciudades aisladas. Proclamaron la República Serbia de Bosnia, con capital Pale, cerca a Sarajevo.

Belgrado, que se opuso a los separatistas en un principio mediante la movilización de sus tropas, empezó a ser objeto de sanciones por parte de los parcializados organismos internacionales y las naciones “civilizadas”. El 27 de mayo de 1992 la Unión Europea inició un embargo generalizado. Luego el GATT, la ONU, y el FMI procedieron de igual forma. Las retaliaciones económicas produjeron tal situación en Serbia que, al finalizar 1993, el 80% de la población se encontraba en el nivel de pobreza. De una fuerza de trabajo de 2 millones 300 mil personas, 1 millón estaban desempleadas, y se registraban 700 mil despidos temporales. El ingreso per cápita cayó de US $ 3.000 en 1990 a US $ 300 en 1993, y la inflación ascendió a 1.000% mensual.

Estados Unidos hacia la supremacía Al finalizar 1992 se inician conversaciones de paz en Ginebra. En ellas las potencias presentan el primer plan de paz, elaborado por el ex secretario de Estado norteamericano Cyrus Vance y el británico Sir David Owen, en el cual proponían cantonizar a Bosnia dividiéndola en diez provincias autónomas. Se vislumbraba la posibilidad de un acuerdo. Pero como Estados Unidos necesitaba una mayor injerencia en el conflicto, Bill Clinton torpedeó las negociaciones, levantó el infundio de que los serbios llevaban a cabo una “limpieza étnica”, que eran los principales propiciadores de la violencia y amenazó con bombardear a las fuerzas serbias que sitiaban Sarajevo. Izetbegovic, el presidente bosnio, alentado por el anuncio se evadió de las conversaciones.

A comienzos de 1993 se conoce que el Pentágono ha elaborado su propio proyecto de intervención o Plan de Operaciones de Contingencia para la Antigua Yugoslavia, en el cual se precisan básicamente las siguientes opciones:

1. La aplicación de medidas coactivas para hacer valer contra los serbobosnios la Resolución 781 de las Naciones Unidas que prohibe sobrevolar Bosnia. La ONU acató el ucase y en abril emite la Resolución 816 que autoriza la utilización de la fuerza “de manera proporcional a las circunstancias y naturaleza de los vuelos”. La Resolución sería esgrimida en febrero de 1994 para justificar los primeros bombardeos de la OTAN contra los serbios, efectuados con cazas F-16 yanquis.

2. Presionar el levantamiento del embargo de armas contra Bosnia. Los Estados Unidos ordenaron que su flota en el mediterráneo se hiciera la de la “vista gorda”, lo que produjo un agrio enfrentamiento entre éstos y sus aliados. Un vocero europeo manifestó: “Es un hecho insólito que abre una de las mayores crisis de la historia reciente en las relaciones euro-americanas”. Douglas Hurd, secretario de Estado del Foreign Office dijo: “El embargo es un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU aprobado por la OTAN”. Willy Claes advirtió que ésta seguiría aplicando las decisiones del Consejo de Seguridad. El canciller francés Alain Juppé expresó a Warren Cristopher “su profunda inquietud”. Los rusos notificaron retóricamente: “También tenemos armas y la posibilidad de suministrarlas”. Pese a las “protestas”, el boletín londinense de defensa Jane’s Sentinel denunció que entre abril de 1992 y el mismo mes de 1994, mientras el embargo estaba rigiendo, los musulmanes recibieron de Estados Unidos más de US $ 160 millones en armas.

3. Dar protección a Macedonia y Kosovo. A la primera la reconocerían cuando se separó de la Federación. Y sobre la segunda, los serbios expresaron desde 1990 que los círculos norteamericanos con los “prismáticos” de los “derechos humanos” y las “libertades democráticas”, disimuladamente alentaban el separatismo de esta región y velaban el trato discriminatorio contra las minorías serbias y montenegrinas allí.

Una fuente del Pentágono dijo que este plan estaba basado en dos experiencias obtenidas en las intervenciones en Vietnam y el Golfo Pérsico: la primera, que el gradualismo no funciona, y que una vez tomada la decisión de intervenir ésta debe llevarse a la práctica inmediatamente y sin vacilaciones. De ahí que los Estados Unidos optaran por el arrasamiento aéreo en lugar de combatir con las tropas serbias en tierra. La segunda, extraída de la guerra del Golfo: que debían imponerse en las Naciones Unidas mandatos “cuidadosamente inespecíficos y aplicables a la mayoría de las circunstancias.” Reconoció, como si nada, que Resoluciones del Consejo de Seguridad que autorizaban la utilización de “todo lo necesario” permitieron la destrucción de casi toda la infraestructura iraquí en seis semanas, aunque las Naciones Unidas limitaban el uso de la fuerza al retiro de las tropas iraquíes de Kuwait.

Francisco Mosquera aclaró en ese mismo año el rumbo de los acontecimientos. Señaló que Clinton “no cejaría de instigar el desmembramiento de Yugoslavia, planteando la intervención directa y la destrucción de las fuerzas serbias que con denuedo intentan impedirlo”. En esencia, advertía una vez más, sobre la obligación del proletariado de oponerse a la estrategia imperialista de atomizar a las naciones y convertirlas en especies de Emiratos Árabes, en ciudades estado, o “entidades”, para facilitar así la labor expoliadora de los monopolios.

Siguiendo el Plan a pie juntillas, los gringos instigaron la separación de la República de Macedonia que se lanzó tras la vieja idea de formar una Gran Macedonia a costa de sus vecinos. Al acoger Estados Unidos la nueva repúbliqueta en febrero de 1994, el primer ministro helénico, Andreas Papandreu, alertó acerca de que el espurio Estado podría exceder sus límites territoriales y pretender apoderarse de la región griega macedónica, incluido el estratégico puerto de Salónica, entrada al Egeo.

Clinton, en abril de 1994, impulsa la creación del Grupo de Contacto compuesto por Francia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y ellos mismos. Este paso buscaba reducir aun más a la impotencia a las Naciones Unidas y a sus incómodos reglamentos, tales como el poder de veto de los miembros del Consejo de Seguridad.

Washington también tomó la iniciativa en el terreno de las negociaciones. Convocó a musulmanes y croatas bosnios a saldar sus diferencias y a dirigir las energías contra los serbobosnios. Aquéllos estuvieron enfrentados durante casi todo 1993 por la posesión del norte y centro de Bosnia. El 23 de febrero de 1994 firmaron el cese al fuego, y en marzo crearon la Federación Croato Musulmana que se confederaría con Croacia. Karadzic exigió, sin lograrlo, que se levantaran las sanciones comerciales contra Serbia para negociar su eventual adhesión a un acuerdo que comprendiera a las tres partes.

Con base en el pacto croato-musulmán, el Grupo de Contacto elaboró un plan de paz para dividir Bosnia entre los serbios y la alianza recientemente conformada. Radovan Karadzic, que controlaba la mayor parte del territorio, condenó a “la mafia política internacional” y calificó el plan de “humillante”. Exigió una distribución territorial equitativa y llamó a su pueblo a “prepararse para más guerra y aislamiento.” Belgrado amenazó con bloquear a sus hermanos serbobosnios por su rechazo a la propuesta de las potencias.

Este conjunto de hechos permitió a croatas y musulmanes pasar a la ofensiva militar tomando 250 Km2 en la región de Bihac, que fueron luego recapturados por los serbios. Mientras tanto, aviones británicos Sea Harrier FA-1, atacaron la base aérea de Ubdina, en la zona serbia al sur de Croacia. Ante esta agresión, Ratko Mladic, jefe militar serbobosnio, en nota de protesta dirigida al jefe de los Cascos Azules, expresó: “Usted transformó las fuerzas de paz en fuerzas de ocupación”.

El año de 1994 culminó con la intervención de Jimmy Carter, quien alrededor del ofrecimiento de Karadzic de “poner fin a la guerra y llegar a compromisos sobre la cuestión territorial”, logró una tregua que se mantuvo por cuatro meses. En mayo de 1995, la OTAN reanudó las hostilidades bombardeando los depósitos serbobosnios de armas en Pale.

En respuesta, éstos toman como rehenes a 145 cascos azules y a 22 observadores militares de las tropas de ocupación. Estados Unidos envía al Adriático al portaaviones Theodore Roosevelt y amenaza con que “responderá con firmeza y resolución”. Los rusos anuncian otra de sus jeremiadas: “Haremos todo lo posible por detener las hostilidades en Bosnia, a condición de que la OTAN no efectúe más ataques aéreos”. Sólo olvidaron que ya nadie los toma en cuenta. Los serbobosnios exigen de nuevo que las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas “adopten ante la parte serbia, el mismo comportamiento que con las otras dos partes”. La mayoría de los rehenes son liberados pocos días después por mediación del presidente Milosevic.

Europa, en una desesperada reacción ante el avasallador predominio gringo, trata de desatar su propia iniciativa. Alemania envía tropas a Bosnia a un costo de US $ 245 millones, saliendo de su hibernación de cincuenta años. Wolker Ruehe, ministro de defensa alemán, al justificar la intromisión germana, le hace un llamado a Europa para que intensifique su acción.

Por su parte, Francia, propone a la ONU que su nueva Fuerza de Intervención Rápida, compuesta básicamente por helicópteros de ataque, entre cuanto antes en acción. Finalmente no serían los europeos ni las Naciones Unidas, sino la OTAN con sus Tomahawk gringos, la que definiría el desenlace del conflicto.

Para Clinton las cosas ya estaban en su sitio. Hizo saber al mundo que emprendería, junto a la creciente ofensiva militar, su contrapartida diplomática: “El papel de los Estados Unidos debe ser apoyar una vigorosa búsqueda diplomática de la paz, tenemos intereses vitales en limitar la extensión del conflicto… Haremos todo, excepto llevar tropas de tierra, para evitar que el Estado bosnio multiétnico sea destruido… Debemos recordar que los Balcanes son una zona preocupante… Sólo recurriremos a nuestras tropas de tierra si existe una paz verdadera sin tiroteos ni combates”.

En una final demostración de su arrojo y capacidad militar, los serbobosnios, que a pesar de la ofensiva gringa mantenían el control sobre la mayoría del territorio, decidieron contraatacar al oriente de Bosnia-Herzegovina, en Srebrenica, Zepa y Gorazde, tres de las “áreas de seguridad” decretadas por la ONU en mayo de 1993. Estas,”áreas” eran enclaves musulmanes dentro del territorio serbio.

Clinton les canta nuevamente la tabla a sus aliados: “Los días de la ONU en Bosnia están contados si no logra restablecerla integridad de su misión. Los serbobosnios deben retirarse de Srebrenica.” Robert Dole exige una vez más que se levante el embargo de armas a Bosnia, el que de hecho nunca fue efectivo, y en total acuerdo con su presidente exige que la ONU comience “inmediatamente los preparativos de la retirada”. El canciller francés, Hervé de Charette, le replica: “Las áreas protegidas tienen que restablecerse, estamos dispuestos a ayudar militarmente paca este objetivo, pero no nos vamos a involucrar sin el respaldo de’ las Naciones Unidas”. Izetbegovic, obediente al Tío Sam, se niega a recibir al enviado de la ONU, el sueco Thorvald Stoltenberg, acusando a ese organismo de haber entregado a Srebrenica. John Major pone punto final a la disputa al convocar para el 21 de julio, en Londres, al Grupo de Contacto. Esa reunión fue el definitivo viraje en favor de la política norteamericana que condujo al desenlace descrito al comienzo de este artículo.

La desinformación y el humanitarismo imperialista En julio del año pasado un espurio tribunal situado en La Haya emitió orden de captura contra los jefes de la resistencia serbobosnia Radovan Karadzic y Ratko Mladic, y contra el presidente de la República Serbia de Krajina, Milan Martic, acusándolos, entre otros delitos, de “genocidio y crímenes contra la humanidad”. Los genocidas gringos de Hiroshima y Nagasaki, los germanos de Auschwitz, los puntales franceses de Bokassa -el sátrapa de Costa de Marfil-, elevaron a delito de lesa humanidad la defensa de la soberanía y la integridad de las naciones.

La orden de detención fue la consecuencia lógica de la escandalosa campaña de desinformación que durante los cuatro años de guerra se hizo en Occidente, acusando de las más crueles infamias a los defensores de la unidad yugoslava. Veamos algunos ejemplos.

Sobre la toma militar de Srebrenica por los serbosnios que fue esgrimida como argumento para la retaliación aliada, aduciendo que aquellos cometieron asesinatos masivos, la propia revista inglesa Tire Economist informa que allí se albergaban tropas bosnias a las cuales la ONU nunca había desarmado ni impedido que combatieran, y que el coronel alemán Thomas Karremans mencionó el hecho de que los musulmanes bosnios prendieron previamente fuego a unas 200 aldeas serbias aledañas a esa ciudad.

En cuanto a los francotiradores de Sarajevo, The Economist dice que una unidad de la marina francesa reportó que había llegado a la conclusión de que algunos de estos eran soldados bosnios disparando sobre su propia gente. Cyrus Vance, en un libro recientemente publicado, afirma que una comisión de balística de la ONU determinó que el misil que explotó en febrero de 1994 en Sarajevo, causando varias decenas de víctimas, provenía del lado musulmán. Por otra parte, las circunstancias en que se produjo el estallido del obús en esa capital el año pasado, cuyas macabras fotos recorrieron el mundo, y que pretextó la OTAN para el arrasamiento final, conducen a dar credibilidad a los serbios, quienes niegan la autoría del ataque.

Otro inri puesto a los serbios es el del racismo y las “limpiezas étnicas”. Sin embargo, la expulsión de 150 mil de ellos de Krajina, echados por el ejército títere de Tudjman de las tierras meridionales de Croacia que habitaron por más de quinientos años, y que fueron lapidados por turbas enardecidas mientras huían, se convirtió, ése sí, en uno de los más despiadados eventos de todo el conflicto. Holbrooke bendijo brutalmente esa tragedia, proclamando que hace falta que el horror le preste una mano a la diplomacia.

Igual sucede con el supuesto número de víctimas bosnias de la guerra: el 4 de diciembre del año pasado, el semanario norteamericano Time, en un informe sobre Dayton, observó que aunque los líderes bosnios estiman en 150 mil el número de sus ciudadanos muertos o desaparecidos durante los pasados cuatro años, y que esta cifra es utilizada por autoridades internacionales, muchos sospechan que sus bajas no sobrepasan las 3.500 (Time, Volumen 146, No. 23, diciembre 4 de 1995).

Que basten estos hechos para mostrar otra de las mortíferas armas blandidas por quienes hoy huellan los Balcanes: el engaño y la manipulación de la opinión pública mundial.

Los imperialistas cavan su propia tumba Algunos de los reacomodamientos posteriores a Dayton anuncian los enormes sucesos por venir. Bill Clinton impuso como secretario general de la OTAN al español Javier Solana luego de vetar al candidato de los europeos el holandés Rudd Lubbers; convenció a los republicanos de aprobar el envío de tropas a los Balcanes; y, para completar, inició su campaña reeleccionista junto a ellas en el cuartel general de Tuzla. Francia, que agobiada por el predominio norteamericano se retirara por iniciativa del general De Gaulle de la estructura militar de la OTAN en 1966, decidió, en medio del estruendo de sus pruebas nucleares, regresar a ella, abandonando su acariciada idea de que la Unión Europea Occidental se convirtiera en el germen de una “identidad de defensa europea”.

Alemania, cuyos líderes tornaron a la senda del chovinismo aduciendo que es peor el “provincianismo germano que el imperialismo germano”, optó por conformar un cuerpo élite de 50 mil “cascos verdes” que les permita llevar a cabo operaciones similares a la de Bosnia. Y, finalmente, en los distritos serbios de Sarajevo, los discriminados serbobosnios recibieron la “paz” impuesta desgarrando con furia la odiada bandera de barras y estrellas del Tío Sam.

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Yugoslavia confirma las tesis de Francisco Mosquera de que el imperialismo norteamericano se ha erigido en la principal potencia hegemonista, pero que sus rivales, particularmente Europa, están dispuestos a ofrecerle una enconada resistencia en la reyerta por un nuevo reparto del mundo, la cual se escenificará hasta en el último recodo planetario.

Y, principalmente, la de que los pueblos del mundo, hermanados en la más amplia batalla jamás conocida en pos de objetivos comunes, arrojarán a todos los modernos imperios al basurero de la historia, empezando por el superpoder yanqui. Como lo señaló el esclarecido jefe proletario nacido en Colombia, para aquéllos, está a la orden del día: “Luchar por la soberanía de sus repúblicas, la autodeterminación, el progreso, la democracia y la unidad por encima de las diferencias de razas, de lenguas, de cultura, de desarrollo.”


[*] Publicado en Tribuna RojaNº 64, febrero 20 de 1966.

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