Estados Unidos, en su vano intento por recuperar la hegemonía, pone en riesgo la paz mundial

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Todo el discurso de este alto funcionario, en el que bosqueja la nueva estrategia estadounidense para el cambiante contexto internacional, está preñado de guerra, de sed de sangre: extensión de la OTAN, pactos militares en los cuatro puntos cardinales, cerco militar a Rusia y a China, también a Irán y a Corea del Norte, exclusión y sabotaje económicos, chantaje a los Estados renuentes a las coacciones del Tío Sam

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Comentarios al discurso del secretario de Estado, Antony Blinken, ante la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de John Hopkins (13 de septiembre de 2023).

Bajo el título de El poder y el propósito de la diplomacia estadounidense en una nueva era, Blinken sostiene que el mundo se encuentra en un momento crítico, en un momento “bisagra”, muy distinto de aquel de hace treinta años, cuando la Unión Soviética recién había implosionado y la supremacía estadounidense comenzaba a colmar de paz y bienestar al mundo.

De entrada, reconoce, pues, que este ha comenzado una nueva era, que aquella de la unipolaridad estadounidense ha quedado atrás y que, por tanto, se hace necesaria una nueva orientación general, para enfrentar los riesgos que corre la superpotencia en estos tiempos.

Los líderes gringos se están planteando, entonces, la pregunta clave de la estrategia: cómo conseguir llegar a donde queremos a partir del lugar en el que nos encontramos, sin que en el camino nos sobrevenga el desastre.

En su discurso, Blinken afirma exponer el punto de vista de Joe Biden al respecto de la vital y profunda cuestión.

Sostiene que el fin de la Guerra Fría trajo consigo la promesa de una marcha inexorable hacia mayor paz y estabilidad, cooperación internacional, interdependencia económica, liberalización política y respeto a los derechos humanos.  De hecho, dice, la post-Guerra Fría impulsó un progreso destacado: más de mil millones de personas salieron de la pobreza, los conflictos entre los estados fueron muy pocos en comparación con otros periodos históricos y enfermedades mortales disminuyeron o fueron erradicadas.  

Reconoce que: no todos recibieron los extraordinarios beneficios en igual medida y que el orden internacional enfrentó desafíos, como las guerras de la antigua Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, los ataques del 11 de septiembre, la guerra en Iraq, la crisis financiera de 2008, la guerra de Siria y la pandemia del Covid.

Es de destacar cómo Blinken idealiza el periodo de hegemonía gringa y desconoce la miseria y el sufrimiento que implicaron las políticas de Washington que obligaron a los estados a abrir sus mercados a los productos y a los capitales del Norte, trayendo la ruina a agricultura e industria manufacturera de muchos países, implicaron mermas drásticas de los salarios, el pisoteo permanente a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, entre otras calamidades de la era dorada del dominio estadounidense. En el colmo del descaro, se refiere a la crisis financiera de 2008 —que no fue la única, porque si algo caracterizó a este periodo fueron los constantes cracs financieros causados por el asalto de los fondos buitre yanquis a las economías que habían sido forzadas a eliminar las barreras a los movimientos de capitales, menciónense entre ellas el efecto tequila, la crisis financiera de Asia, la de los tigres y la rusa, en las cuales los dichos fondos se hicieron a montos enormes de riqueza, dejando a los pueblos parálisis de la producción, endeudamiento y ruina por doquier.

Es pasmoso ver cómo el secretario se refiere a las guerras de Iraq y de Yugoslavia como si hubieran caído del cielo y no hubieran sido calculadas a sangre fría por los gobernantes gringos en su afán, ya por apoderarse de la enorme riqueza energética del país del Golfo Pérsico, ya por desmembrar a la nación del sudeste de Europa mediante sucesivas guerras fratricidas, con el designio de ir tendiéndole un cerco a Rusia, que por aquel tiempo yacía exangüe. No nombra, eso sí, las invasiones a Panamá, Granada, Siria, Libia… perpetradas por el hoy autoproclamado defensor de la soberanía de las naciones.

Es enfático en que:

No estamos ante una simple prueba al orden de la post-Guerra Fría, sino ante su fin, ya que décadas de relativa estabilidad geopolítica han dado paso a la competencia que se intensifica con los poderes autoritarios, con los poderes revisionistas. La Guerra de agresión de Rusia en Ucrania es la amenaza más inmediata, más aguda al orden internacional consagrado en la carta de las Naciones Unidas y a sus principios de soberanía, integridad territorial e independencia de las naciones y a los derechos humanos.

Como se puede ver, la vergüenza no es una virtud que adorne al secretario Blinken: que los Estados Unidos se ufanen de defender la carta de Naciones Unidas, la soberanía, la integridad territorial, la independencia de las naciones y los derechos humanos mueve a burla.

Continúa aseverando que, mientras tanto,

La República Popular de China representa el mayor reto a largo plazo porque ella no solamente aspira a reformar el orden internacional, sino que cada vez más posee los poderes económicos, diplomáticos, militares y tecnológicos para alcanzar ese objetivo.

Destaca, además, que Beijing y Moscú trabajan juntos para lograr que el mundo sea seguro para la autocracia.

Blinken divide el mundo entre los buenos demócratas de Estados Unidos y los malvados autócratas de Rusia y China. Visión simplista, que da vía libre al fanatismo y constituye la propaganda esencial para empujar los pueblos a la matanza. Con tal retórica, pretende esconder el hecho de que lo que busca el gobierno norteamericano, en representación de sus multinacionales y grandes fondos de inversión, consiste en mantener a todo el planeta sujeto a sus voraces intereses. Ellos se atribuyen la potestad de calificar quiénes son demócratas y quiénes autócratas y sancionar a los Estados que, según sus arbitrarios juicios, se salen de sus definiciones. Este maniqueísmo es muy apropiado a los intereses imperialistas.

Sostiene que:

En la escena internacional muchos están “asegurando sus apuestas” y la influencia de los actores no estatales está creciendo: desde las grandes empresas cuyos recursos rivalizan con los de los gobiernos nacionales, hasta las ONG que proveen servicios a centenares de millones de seres, y los grupos terroristas con capacidad para infligir daños catastróficos, lo que ocurre también con otras organizaciones criminales que trafican con drogas ilícitas, armas y seres humanos.  

Otro elemento de la crisis del orden internacional consiste en que los países y los ciudadanos están perdiendo la fe en el orden económico internacional debido a las fallas de este como: el puñado de gobiernos que mediante subsidios destrozan las regulaciones, roban propiedad intelectual y adelantan otras prácticas que distorsionan los mercados para obtener una ventaja injusta en sectores claves. También son disruptivas la tecnología y la globalización, que vaciaron y desplazaron industrias enteras, tanto como las políticas que fueron incapaces de prestar ayuda suficiente a los trabajadores y a las comunidades que quedaron rezagadas.

Es la manera como se refiere a la miseria impuesta a los obreros y a las regiones que sufrieron el impacto del traslado de ramas enteras de la industria a fin de conseguir mano de obra barata en otras regiones del orbe. Es significativo que buena parte de los cambios que han menoscabado el poderío estadounidense han sido causados por sus propios manejos.

Reconoce que la desigualdad se disparó: entre 1980 y 2020 el 1% más rico acumuló la misma riqueza que el 50% más pobre, pero no menciona que ello fue resultado de la globalización impuesta por Washington.

Se preocupa porque cuanto más persistan tales disparidades, mayor desconfianza y desilusión sembrarán en las gentes que sienten que no están recibiendo la compensación justa. La gran inconformidad de los trabajadores, no solo en Estados Unidos, sino en otros países capitalistas desarrollados alarma a este vocero del imperialismo. Qué bueno que sea el propio secretario de Estado quien tenga que dar la razón a quienes hemos denunciado que en el país autoproclamado campeón de la democracia la desigualdad crece a niveles estratosféricos, porque las reglas del juego se diseñaron para beneficiar a los grandes dueños del capital a costa de la explotación y la miseria de los trabajadores. Acepta que:

Exacerba la polarización, que, además, se amplifica con los algoritmos que refuerzan los sesgos ideológicos.

La mayoría de las democracias están bajo amenaza, dice, desafiadas desde adentro por líderes elegidos que explotan resentimientos y avivan temores, erosionan la justicia independiente y la prensa, enriquecen a los compadres, aplastan a la sociedad civil y a la oposición política. También están amenazadas desde fuera por autócratas que desinforman, utilizan el arma de la corrupción y se entrometen en las elecciones.

Como autocrítica o autorretrato esto sería excelente.

Ninguno de estos desarrollos por sí solo representaría un desafío al orden de la post-Guerra Fría, pero en conjunto, han dado al traste con él. Por ello se vive un punto de inflexión, en el cual una era está terminando y una nueva está naciendo, y las decisiones que tomemos ahora darán forma al futuro por las décadas venideras.

Así que el mundo unipolar de los Estados Unidos ha llegado a su fin a causa de la arbitrariedad y la explotación de la potencia dominante, abusos que irritan al pueblo estadounidense y al de las demás naciones. Sin embargo, esta misma metrópoli se cree con el derecho de formular las orientaciones y los pasos para arribar a un nuevo orden, bajo la misma égida, y consumido por los mismos intereses mezquinos. No obstante, dice Blinken que esa nueva estructura internacional será justa y democrática, ahora sí (¡!) y que La primera solución consiste en que los Estados Unidos se una, porque cuando lo hace puede lograr todo lo que se proponga, ya que no hay nación sobre la tierra con mayor capacidad para movilizar a otros en busca de una causa común.

Otra vez, se transparenta que los líderes estadounidenses se consideran seres excepcionales, casi investidos de divinidad. Así nos propone un mundo en el que los individuos sean libres en su diario vivir y puedan forjarse su propio futuro, sus comunidades, sus países. Es decir, lo contrario a lo que Estados Unidos determinaron durante su reinado global, un mundo en el que cada nación pueda escoger su propio camino y sus propios socios. Esto prometen quienes invadieron a Iraq y han bloqueado a todo país que no siga al pie de la letra sus órdenes, un mundo en el que la economía se defina por una competencia justa, apertura, transparencia, dice el vocero del Estado que ha manipulado los mercados monetarios y financieros en su beneficio. Y continúa: [un mundo] en el cual la prosperidad se mida no solo por el crecimiento de la economía, sino por la cantidad de personas que comparten los beneficios de ese crecimiento. Esto en boca de quienes han desatado la desregulación conducente a la más atroz concentración de la riqueza, con el argumento de la libertad individual y de la inconveniencia de que el Estado actúe como “niñera” para poner algún coto a la avaricia de los monopolios. Nos promete un mundo que genere una carrera a los estándares más elevados en materia laboral, ambiental, de salud, educación, infraestructura, tecnología, seguridad y oportunidades. Promesa tan falsa en boca de quienes han instaurado el más salvaje de los capitalismos en el planeta. Ofrece un mundo en el que la ley internacional y los principios centrales de la carta de Naciones Unidas sean acatados y en el que los derechos humanos se respeten. No es sino recordar las torturas de Abu Ghraib y el centro de detención de la base de Guantánamo para entender a cabalidad la mendacidad de estas palabras del señor Blinken. Sin mencionar las dictaduras militares promovidas por Estados Unidos en América del Sur ni el asesinato de Salvador Allende, ocurrido hace cincuenta años. Remata diciendo:

Nosotros avanzaremos con esta orientación guiados por un sentido de ilustrado auto interés, el mismo que por largo tiempo ha animado al liderazgo de los Estados Unidos, el cual ha sido, al mismo tiempo, benéfico para la humanidad, pues comprendemos que incluso a la nación más poderosa de la tierra le conviene aceptar ciertas restricciones y respaldar el éxito de otros.  

En síntesis, sostiene que cuando ellos, los predestinados por la divina Providencia, actúan en su propio interés, a la vez benefician a la humanidad entera. En su egoísmo estriba su altruismo. Así prosigue:

Pero nuestros competidores tienen una visión fundamentalmente diferente, ven el mundo regido por un solo imperativo: la preservación del régimen y su enriquecimiento. Desean un mundo en el que los autoritarios estén libres para controlar, coaccionar y aplastar a la gente, a sus vecinos y a cualquiera que se ponga en su camino.

Afirman [los autoritarios] que lo que hagan los gobiernos dentro de sus fronteras es únicamente asunto de ellos.

Es decir, estos “autoritarios” no entienden que los Estados Unidos tienen potestades exclusivas sobre sus propios asuntos, pero también sobre los internos de todas las demás naciones. 

Ellos piensan que los países grandes tienen el derecho a mantener esferas de influencia, que el poder y la proximidad les dan la prerrogativa de dictar a los demás qué deben hacer.

Parece estar recordando la doctrina de América para los americanos.

Cuando el presidente Biden me llamó a desempeñarme como secretario de Estado me dejó claro que el primer deber consistía en servir a los americanos y que los compromisos con el extranjero deberían fortalecer a los Estados Unidos internamente, a la vez que la renovación interior debería hacernos más fuertes en el mundo.

Más que nunca antes durante mi carrera, la política interna y externa están completamente integradas.

En el centro de nuestra estrategia está el renovar, revitalizar y reimaginar nuestro más grande activo estratégico: las alianzas y asociaciones a fin de superar las tres pruebas definitivas de la era emergente: la competencia estratégica, feroz y duradera, los retos globales que nos plantean amenazas  existenciales y  de carencia de los medios de subsistencia por doquier,  y la urgente necesidad de rebalancear nuestro futuro tecnológico con nuestro futuro económico, de tal manera que nuestra interdependencia sea fuente de fortaleza, no de vulnerabilidad.

Para ello aplicamos el principio de la diplomacia de geometría variable: comenzamos con un problema que necesitamos resolver y, luego, buscamos ensamblar un grupo de socios que tenga el tamaño adecuado y la forma precisa para enfrentar dicho problema, buscando siempre la mejor combinación para el objetivo determinado. Cuantas más coaliciones construimos, más sinergias nuevas encontramos dentro de ellas y entre ellas; el conjunto resulta, entonces, mayor que la suma de sus partes.

Las democracias han sido siempre nuestro primer puerto para atracar en busca de cooperación y siempre lo serán. Pero hay ocasiones en las que, si vamos solos o con las democracias apenas, nos quedaremos cortos. Por lo tanto, estamos determinados a trabajar con cualquier país, incluidos aquellos con los cuales tenemos discrepancias en asuntos importantes —siempre y cuando quieran cumplir con sus ciudadanos, contribuir a resolver desafíos compartidos y defender las normas internacionales que construimos juntos. Esto implica algo más que asociarse con los gobiernos nacionales, también con los gobiernos locales, la sociedad civil, el sector privado, el mundo académico y los ciudadanos, especialmente los líderes jóvenes.

De tal manera que Estados Unidos, además de arrogarse el derecho de definir cuáles países son democráticos y cuáles no, se dispone a aliarse con toda clase de regímenes que se plieguen a sus intereses de derrotar a Rusia y de sabotear el ascenso de China. Con su diplomacia de geometría variable se autoriza a sí mismo a pactar alianzas con gobiernos locales —por encima de los nacionales—, “sociedad civil”, sector privado, mundo académico y ciudadanos, especialmente líderes jóvenes. Estamos pues, ante la mayor amenaza a la paz mundial y ante el chantaje de subvertir y desmembrar a los países que no se allanen a los intereses belicosos de Washington. No en vano, organismos como Open Society extienden sus tentáculos a múltiples instituciones académicas, juveniles y jurídicas. Ya ese organismo controla la Vicepresidencia de Colombia, los Ministerios de la Igualdad y de Educación. Los Estados Unidos están montando la más vasta red de control, de sojuzgamiento, de saqueo, de guerra.  Continúa:

Este es el corazón de nuestra estrategia para llegar adonde queremos a partir de donde estamos. Son cuatro las vías que estamos siguiendo para lograr estos objetivos:

Primero, estamos renovando y profundizando nuestras alianzas y asociaciones y forjando nuevas. Por ejemplo, hace algunos años había dudas sobre la importancia y la capacidad de la OTAN, hoy esta alianza es mayor, más fuerte y más unida que nunca y sus puertas permanecen abiertas. Hemos ampliado la capacidad de disuasión y defensa y añadido cuatro nuevos batallones al flanco este de la OTAN.

Qué duda queda que la principal empresa yanqui consiste en desatar una guerra mundial si la China y la Rusia o cualquier potencia no se postra ante los pretendidos amos de la tierra. Anota que están incrementando sus inversiones en defensa para contrarrestar ciberataques y el cambio climático. Toda causa es útil a fin de fortalecer su industria bélica.

Estamos transformando el Grupo de los Siete (G-7) en el comité directivo de las democracias más avanzadas del mundo, combinando nuestro músculo económico y político para atender no solo los asuntos que afectan a nuestra gente, sino también ofrecer a los países que no son parte del G-7 mejores formas de servir a sus poblaciones.

Así que la alianza de los colonialistas se vuelca a mantener sus arbitrarios privilegios.

Hemos elevado las ambiciones de nuestra relación con la Unión Europea, junto con la cual representamos el 40% del PIB mundial y estamos utilizando ese poder para para darles forma a nuestro futuro tecnológico y económico de manera que refleje nuestros valores democráticos compartidos.

A diferencia de Trump, el grupo de Biden comprende que sin la coalición con los gobiernos europeos el predominio norteamericano no es viable. Adicionalmente, las políticas económicas se subordinan a los diseños geoestratégicos.

También estamos llevando a un nuevo nivel las relaciones bilaterales decisivas. Nuestra alianza con Japón es ahora más fuerte y tiene consecuencias aún más profundas, abarca nuevas fronteras, desde el espacio a la computación cuántica.

Hemos firmado la Declaración de Washington con la República de Corea, para fomentar la cooperación con ella a objeto de contrarrestar amenazas provenientes de Corea del Norte, y la declaración de Jerusalén con Israel reafirmando nuestro compromiso con la seguridad de ese país y poniendo en juego todos los recursos a nuestra disposición para que Irán nunca llegue a poseer armas nucleares. Hemos llegado a acuerdos sobre nuevas bases con Australia y Filipinas.

La Sociedad estratégica de Estados Unidos con la India nunca había sido más dinámica y cubre aspectos como semiconductores avanzados hasta la cooperación en defensa. Hace apenas unos pocos días, el presidente Biden consolidó una nueva asociación estratégica integral con Vietnam.

El propósito de cercar a China no puede ser más claro: apuntala alianzas con Japón, Corea del sur, Filipinas, Vietnam, Australia e India, aunque esta tiene su propio planteamiento estratégico. De otro lado, hostiliza a Irán y cierra filas con Israel. Agréguese que sólo los autorizados por el Tío Sam pueden poseer armas nucleares.

Hemos galvanizado la integración regional. En el Medio Oriente hemos fortalecido los lazos viejos y nuevos entre Israel y los Estados Árabes y estamos trabajando para promover nuevos acuerdos, incluidos los que tenemos con Arabia Saudita.

En nuestro propio hemisferio —que experimenta la mayor migración y desplazamiento masivo de su historia— hemos convocado a más de 20 países alrededor de una estrategia regional con el objeto de garantizar una migración segura, ordenada, humana, mientras lidiamos con las causas profundas que llevan a la gente a dejar sus lugares de origen.  

Es otra prueba del humanismo estadounidense la manera en que trata a los migrantes: los persigue con escuadrones armados, los lleva a centros de confinamiento, separa a los padres de los hijos menores y los somete a innumerables vejámenes. En cuanto a las causas profundas, es claro que la primera de ellas deriva de la ruina a la cual fueron conducidas las gentes de las naciones pobres por las políticas de globalización. El narcotráfico y las pandillas son las únicas salidas que les quedan a los jóvenes de inmensas barriadas de necesitados. Países enteros se hunden en el desempleo, la criminalidad, la desesperación gracias a la generosa política de los Estados Unidos.

En Segundo lugar, estamos tejiendo alianzas y sociedades intercontinentales de tal manera que se refuercen mutuamente, en todos los temas y en todos los continentes. Considérese, por ejemplo, las variadas maneras y combinaciones de aliados y socios con el propósito de ayudar a Ucrania.

Se trata, pues, de un asfixiante tejido de pactos cuyo fin, primero o último, consiste en sofocar a los rivales de los Estados Unidos y perpetuar su señorío mundial. No hay país ni región del orbe ni ciudadano alguno que quede por fuera, ya como recluta ya como enemigo, del ambicioso diseño imperialista. Igualmente, la tecnología, la economía, el ambiente, en fin, todos los campos de la actividad humana quedan subordinados a tan infames designios.

Así explica Blinken la geometría variable:

Para cada problema, nosotros ensamblamos una coalición ajustada al objetivo correspondiente.

Algunos consideraban que las amenazas al orden internacional estaban confinadas a una u otra región. Ya no es así, la invasión de Rusia a Ucrania ha dejado en claro que un ataque al orden internacional, dondequiera que ocurra, afectará a la gente en todos los lugares. Por eso, hemos entrelazado nuestras alianzas transatlántica e indo-pacífica a fin de defender nuestra seguridad compartida, la prosperidad y la libertad.

Entonces, que nadie se haga ilusiones, los corsarios gringos involucrarán a todo el planeta, de una u otra forma, a cada uno de los conflictos cuyas llamas avivan a diario.  Siendo así las cosas, lo mejor será tomar partido por la paz y contra el armazón belicista yanqui.  

Los países europeos, Canadá y otros se han unido a nuestras alianzas en Asia para afilar las herramientas que darán al traste con la coacción económica de la República Popular de China. Los aliados y socios de Estados Unidos en cada región del mundo están trabajando con urgencia a fin de construir cadenas de suministro resilientes, en particular aquellas relacionadas con las tecnologías clave y los materiales críticos requeridos para desarrollar dichas tecnologías.

Buscan los Estados Unidos que las cadenas de suministro excluyan a China y desatan la guerra por el control de los materiales y las minas de importancia mayúscula en el avance de las nuevas tecnologías.

En la Cumbre Trilateral de Campo David el mes pasado entre los Estados Unidos, Japón y Corea, se tomaron las medidas para llevar las relaciones a un nivel superior: desplegar ejercicios militares conjuntos, compartir inteligencia y alinear las inversiones globales en infraestructura.

Vale la pena mencionar que China, que desde luego no está libre de culpa, no ha pactado ni una sola alianza militar, posee apenas una base militar en el extranjero, en tanto que Estados Unidos tiene varios centeneres alrededor de todo el globo. Incapaz de competir económicamente con China, recurre a las armas para ajustar cuentas con el gigante asiático. Es muy claro quién amenaza la paz mundial, quién provoca y crea disturbios.

Todo esto nos permite afrontar nuestra disputa con China desde una posición de fuerza, mientras que utilizamos los canales abiertos de comunicación para hablarle clara, creíblemente y con el respaldo de un coro de amigos acerca de nuestras preocupaciones.

En tercer lugar, estamos edificando nuevas coaliciones para encarar los retos compartidos más difíciles de nuestro tiempo, como llenar los vacíos existentes en infraestructuras. Porque casi en todos los lugares que visito escucho de proyectos que son destructivos ambientalmente, están pobremente construidos y que importan o abusan de los trabajadores, que fomentan la corrupción y los cargan con una deuda insostenible. Desde luego, los países preferirían inversiones transparentes, de alta calidad y ambientalmente sanas. Por ello, estamos trabajando con el G-7 para ofrecer alternativas sin los vicios enumerados.

Aquí el secretario descalifica las construcciones chinas, en tanto que presenta las de las compañías estadounidenses como impecables. Pero, por ejemplo, en la construcción de REFICAR, el comportamiento de esas firmas distó de ser ejemplar.

Conjuntamente, nos comprometimos a destinar seiscientos mil millones de dólares de aquí a 2027 a través la Sociedad para la Infraestructura y la Inversión. A la vez, dedicamos el apoyo gubernamental a sectores en los que el riesgo reducido permitirá liberar centenares de millones de inversiones del sector privado. 

Así, por ejemplo, estamos haciendo una serie de inversiones en el corredor Lobito, una franja de desarrollo que conecta el puerto angoleño de Lobito, a través de la República Democrática del Congo con Zambia, e incluye un puerto nuevo, líneas férreas y carreteras, recientes proyectos de energía verde y líneas de internet de alta velocidad.

Este Proyecto proveerá quinientos megavatios de energía, suficientes para dar electricidad a dos millones de seres, reducir alrededor de novecientas mil toneladas de emisiones de carbono cada año, creará miles de puestos de trabajo para los africanos y otros tantos para los estadounidenses y conducirá al mercado minerales críticos, tales como cobre, y cobalto.

Y la semana pasada en la reunión del G-20, el presidente Biden y el primer ministro indio anunciaron otro ambicioso corredor que incluye transporte, energía y tecnología, que conectará los puertos de Asia, del Medio Oriente y de Europa. Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Francia, Alemania, Italia y la Unión Europea se coaligarán con Estados Unidos e India a fin de acelerar la producción de energía limpia, la conectividad digital y fortalecer las cadenas de suministro claves en la región.

No cabe duda que se trata de planes cuyo propósito es contrarrestar la influencia de la Ruta de la Seda. La guerra se libra en todos los frentes.

En lo concerniente a la carestía de los alimentos incrementada por la guerra en Ucrania señala que:

Estados Unidos es el mayor donante al programa de alimentos de Naciones Unidas, en el que aporta el 50%, mientras que Rusia y China contribuyen solo con menos del 1% cada uno.

En julio el presidente Biden anunció una serie de compromisos con siete compañías líderes en inteligencia artificial para que los sistemas de esta sean protegidos, confiables y seguros. Luego otras ocho compañías se unieron a este acuerdo voluntario.

La inteligencia artificial tiene una importancia fundamental tanto para la economía como para el espionaje y la guerra, solo para mencionar esos campos. A Estados Unidos le interesa que sus compañías la controlen, y estimula acuerdos voluntarios de ellas con el gobierno, de manera tal que se haga lo que decidan las firmas oligopólicas y se cierre el camino a la regulación pública.

Se refirió también el secretario de Estado a la importancia de encarar el problema de las drogas sintéticas. Otra manifestación de la crisis del imperialismo norteamericano es la enorme epidemia de adicción: el año pasado casi ciento diez mil americanos murieron por sobredosis, siendo los opioides sintéticos el asesino número uno de los estadounidenses de edades entre 18 y 49 años. Así que pretenden crear una nueva coalición internacional para buscarle soluciones a este flagelo.

Asevera que su gobierno continúa asociándose con otros, con organizaciones regionales y con ciudadanos para presionar soluciones diplomáticas a conflictos viejos y nuevos como los de Etiopía, el de oriente de la República Democrática del Congo, Armenia y Azerbaiyán, y Yemen.

Muy peligroso el intervencionismo de Estados Unidos en estos conflictos, particularmente en un momento tan crítico.

Finalmente, estamos uniendo nuestras nuevas y viejas coaliciones a objeto de fortalecer las instituciones internacionales que son vitales para afrontar los desafíos globales.

Por eso plantean, con la finalidad de ganar terreno entre los países del sur global, aceptar las exigencias de estos de incrementar el número de participantes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, así que incluya nuevos miembros permanentes y no permanentes de África, América Latina y el Caribe. Igualmente, dice que

Están haciendo esfuerzos para reformar los bancos multilaterales para que atiendan las necesidades de los países de desarrollo medio y bajo, los cuales enfrentan una tormenta perfecta: el creciente impacto de la crisis climática, la caída económica producida por el Covid, la inflación y la deuda aplastante.

No hay ni para qué recordar la responsabilidad de los Estados Unidos en todas estas aflicciones de los pueblos. Menciónense no más las subidas recientes de las tasas de interés por parte del Banco de la Reserva Federal, que incrementa el costo de la deuda y golpea la producción y el consumo en la mayoría de países. 

El presidente Biden está trabajando con el Congreso para liberar una mayor capacidad de préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional para proveer mayor financiación, a tasas menores, destinada a invertirse en mitigación del cambio climático, salud pública y otros problemas críticos en esos países.

De manera que cuando los Moscús y los Beijings del mundo traten de reescribir o de destruir los pilares del sistema multilateral, cuando ellos afirmen falsamente que el orden existente solo beneficia a Occidente a expensas de los demás, un creciente coro de naciones y de personas se pondrán en pie y dirán: no, el sistema que ustedes quieren destruir es nuestro, sirve a nuestros intereses.

Qué confianza tiene el señor Blinken en la ingenuidad y en la desmemoria de los pueblos.

De igual manera, cuando los estadounidenses pregunten cuáles son los beneficios que trae el involucramiento internacional de Estados Unidos, podamos mostrar beneficios tangibles para nuestras familias y comunidades americanas.

Cómo se evidencia que los líderes del imperialismo están cercados por la repugnancia que sienten los pueblos, tanto de Estados Unidos como del resto del mundo por los manejos tramposos en favor de solo un puñado de aristócratas financieros y de la alta burocracia estatal. Los ciudadanos estadounidenses perciben que las infraestructuras y los servicios adolecen de desgreño, mientras que sumas ingentes se destinan al aventurerismo en el extranjero.

En este tiempo pivote el liderazgo de América no es una carga; es una necesidad para proteger nuestra libertad, nuestra democracia, para crear oportunidades y para nuestra seguridad. Debemos agarrar el timón de la historia y trazar la ruta de avance, guiados por las cosas que son ciertas, aún en los tiempos inciertos: nuestros principios, nuestros socios, nuestra visión de adonde queremos ir, de tal manera que cuando la niebla se disipe, el mundo que emerja se incline hacia la libertad, hacia la paz, hacia una comunidad internacional capaz de estar a la altura de los desafíos de su tiempo.

Todo el discurso de este alto funcionario, en el que bosqueja la nueva estrategia estadounidense para el cambiante contexto internacional, está preñado de guerra, de sed de sangre: extensión de la OTAN, pactos militares en los cuatro puntos cardinales, cerco militar a Rusia y a China, también a Irán y a Corea del Norte, exclusión y sabotaje económicos, chantaje a los Estados renuentes a las coacciones del Tío Sam de que tanto las empresas como las ONG serán convocadas, sin respetar jurisdicción ni potestad, a movilizar a la población en la cruzada del dólar y el Pentágono.  De tal manera que es urgente enfriar las calenturas guerreristas de los Estados Unidos que hacen peligrar incluso la existencia de la humanidad en el planeta. Hay que rechazar sus bases militares en nuestro territorio, negarse a hacer parte de sus gavillas contra otras naciones o suscribir documentos en los que difaman a otros pueblos y alebrestan los ánimos contra ellos. Es imperioso desenmascarar a quienes trabajan a sueldo de entidades o fundaciones norteamericanas. Y es apremiante estrechar lazos con pueblos y gobiernos latinoamericanos amigos de la paz y la soberanía. Qué incoherencia constituiría proclamar a Colombia potencia mundial de la vida al tiempo que se es connivente con quienes erizan el planeta de bayonetas y de armas nucleares, preparando otras Hiroshima y Nagasaki. No hay cabida a la neutralidad, es necesario aprestarse a combatir por desbaratar los proyectos belicistas.

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