América para… Estados Unidos

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La Cumbre de Quebec

Por Alfonso Hernández
Con el propósito de impulsar la creación del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, con la cual Estados Unidos pretende avasallar a todo el Continente, durante los días 20, 21 y 22 de abril se reunió en la ciudad canadiense de Quebec la Cumbre de las Américas. Temeroso de las protestas masivas, el gobierno local movilizó a más de seis mil policías y construyó un muro de concreto y malla de acero de más de cuatro kilómetros de diámetro. Los incluidos en este círculo de protección fueron los mandatarios y cancilleres de los 34 países “democráticos” y los invitados de la “sociedad civil”: magnates de la banca, la industria y el comercio, una que otra ONG y sindicalistas de esos que dan el visto bueno a las políticas lesivas al obrerismo, asistiendo a cuanta cumbre los llevan. Esta élite emitió declaraciones de fervor por toda clase de libertades y derechos, mientras que afuera los excluidos –decenas de miles de obreros, estudiantes, agricultores e intelectuales venidos de varios países–, enfrentando el acoso de gases y bastonazos, denunciaban que el ALCA y su pregonada democracia solo beneficiarán al gran capital. Al cabo de las contiendas, varios tramos del muro habían sido derribados.

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Estados Unidos consolida su control sobre el mercado continental

Estados Unidos viene promoviendo este proyecto desde comienzos de la década pasada y aspira a que entre en funcionamiento a más tardar en el año 2005. George Bush se ha declarado partidario “acérrimo” del libre comercio y se propone obtener la vía rápida (fast track) para acelerar los acuerdos. El área comprendería toda América, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, con una población de 800 millones de personas, un producto bruto de 11 billones de dólares y unas exportaciones de bienes que en 1999 representaron el 22,5% de las mundiales[1]:1 el mayor bloque comercial del orbe. Las abismales diferencias en el nivel de desarrollo no permiten dudar acerca de quién se beneficiará con el acuerdo. Las multinacionales norteamericanas venderán sus productos y desplazarán sus capitales sin aranceles ni cortapisas, disfrutando además de mano de obra y recursos naturales baratos. Por su parte, las compañías europeas y japonesas tendrán que pagar el arancel externo común que se acuerde y sus inversiones quedarán en condiciones desventajosas. Se trata de consolidar el control gringo sobre el Continente y de obstaculizar a sus rivales. La economía, más que globalizarse, se escinde en enormes bloques, bajo el embate de las disputas imperiales.

Se busca entonces hacer de América un solo bloque económico, para lo cual se prepara un alud de disposiciones que extremarán la “liberalización” implantada en los años noventa, imprimiéndole fuerza legal. Los países perderán aún más su autonomía y aquel que se oponga o quiera dar marcha atrás, será bloqueado.

Todo el universo arancelario está en discusión y en el borrador del acuerdo se propone reducir de entrada los aranceles de al menos siete mil productos, desde el jugo de naranja hasta el acero laminado. Los defensores del proyecto procuran engatusar a las naciones pobres, afirmando que serán las más beneficiadas por la eliminación de las barreras, pues tendrían a disposición no su pequeño mercado, sino el de América en su conjunto y, particularmente, el de Estados Unidos. Sin embargo, es difícil que ahora la gente se trague ese anzuelo. Josmar Verilla, vicepresidente de la Asociación Brasileña de Productores de Papel, dijo que en una zona de libre comercio que incluya a Estados Unidos, Canadá y México, “Brasil terminaría en la trituradora”[2].

La agricultura en la mira

Brasil no sería el único triturado; todas las economías al sur del Río Grande sufrirían enormes descalabros en sus diversas actividades, sin exceptuar la agropecuaria. Suele afirmarse que la América pobre, por ocupar parte considerable de sus suelos y esfuerzos en las faenas del campo, encontraría en este rubro un filón de utilidades si se eliminan obstáculos al comercio continental. No obstante, no debe olvidarse que Estados Unidos es el mayor exportador mundial neto de cereales y uno de los principales de carne, mientras que Latinoamérica se ha convertido en importadora neta de granos y la balanza comercial de varios de sus países ha sido deficitaria en gran medida por esa causa[3]. Las agrias disputas entre Estados Unidos y la Unión Europea alrededor de este tema demuestran que las potencias comprenden la importancia de los cereales y demás alimentos, puesto que ningún país tiene garantizada su soberanía si es vulnerable a un bloqueo de éstos y, además, porque el negocio es cada vez más jugoso. Al respecto, vale la pena señalar que en 1950 se transaban en la cadena de agronegocios —que comprende desde los insumos hasta la venta al detal— 420 mil millones de dólares, de los cuales un tercio correspondía a los agricultores. Se estima que para el 2028 las operaciones habrán trepado a diez billones, con una participación de los campesinos y empresarios de apenas el 10%[4]. La merma en los ingresos de los productores del campo corresponderá al incremento de la tajada de las trasnacionales.

Los desarrollos tecnológicos son utilizados por un puñado de consorcios para hacerse a un mayor control del agro. En 1920 ya se habían creado las cosechas híbridas y los agricultores empezaron a comprar las semillas a firmas privadas. Hasta la aparición de la biotecnología, el mercado mundial de semillas —con un valor de 20.000[5] millones de dólares— estaba altamente fragmentado, pero en los últimos cuatro años ha venido concentrándose tras una serie de grandes negocios, la mayoría realizados por las compañías que trabajan en las ciencias de la vida, como Aventis y Dupont. Éstas, que se empeñan en patentar para su exclusivo provecho las plantas transgénicas y en forzar a que se usen sus simientes y herbicidas, han venido adquiriendo firmas productoras de semillas. En unos pocos años Monsanto compró empresas por un valor de 8.500[6] millones de dólares, con lo cual ya alcanzó una participación dominante en el mercado norteamericano y en los de Brasil e India. Las grandes cadenas de supermercados y las comercializadoras mundiales también han venido afincando su control, ya sea comprando granjas o sometiendo a los granjeros a la agricultura por contrato.

De manera ladina, el gobierno gringo aconseja a los demás atenerse a la disciplina de mercado y dedicarse sólo a los renglones en que sean competitivos, como las plantaciones tropicales, y sembrar por contrato plantas transgénicas o aquellas que les permitan una fuerte reducción de costos a las comercializadoras internacionales. En tanto, gasta –a través del Programa de Promoción de Mercados del Departamento de Agricultura– miles de millones de dólares en abrir negocios externos a compañías como Quaker, Del Monte, Nabisco y MacDonalds[7]. Así estas sociedades comercializadoras de alimentos, a más de poseer abundantes capitales, tecnología avanzada y muchas otras ventajas, cuentan con el total respaldo del gobierno más poderoso del mundo. Por su parte, los países pobres tienen prohibido cualquier apoyo a su producción. A esto es a lo que se llama libre competencia, uno de los objetivos centrales del ALCA, que afianzará la hegemonía de un puñado de grandes firmas norteamericanas en el sector agropecuario de América.

América Latina: paraíso de las multinacionales

Pero las tribulaciones no se limitarían al agro. Basta hojear los informes de la Cepal[8] para entender a quién ha beneficiado la apertura y a quién favorecerá el ALCA. Según esta entidad, la estructura de la propiedad industrial se “transnacionalizó” durante la década pasada. Las multinacionales se adueñaron de la mayor parte de las ventas totales de las 500 empresas más grandes de la región: saltaron de 27% en el trienio 1990-1992 a 43% en 1998-1999. En menos de una década aumentaron su participación en 16%, a costa de las empresas estatales, principalmente (ver Cuadro de ventas).

500 mayores empresas de la región: ventas totales

  Multinacionales Privadas nacionales Estatales
1990-1992 27% 40% 33%
1998-1999 43% 38% 19%
Diferencia + 16% -2% -14%

Entre las 200 mayores compañías exportadoras, las multinacionales incrementaron su participación del 29% al 41%, entre 1995 y 1999, mientras que las empresas privadas nacionales perdieron 4% y las estatales 8%[9].

Exportaciones de las 200 mayores empresas regionales

  Multinacionales Privadas nacionales Estatales
1995 29% 37% 34%
1999 41% 33% 26%
Diferencia +12% -4% -8%

 

Desnacionalización de los mercados internos

Con abundantes lucubraciones se ha incitado a los gobiernos y a los capitalistas latinoamericanos a desproteger sus mercados domésticos. Les aseguran que mediante una esmerada política exportadora pondrán a su alcance el vasto mercado internacional. Por esta razón, se han abandonado renglones esenciales para el bienestar de la población y para el desenvolvimiento autónomo y cada día se destinan más recursos y esfuerzos a patrocinar las operaciones de comercio exterior. Hoy abundan las zonas francas, las exenciones proliferan y las reformas laborales han deprimido los salarios. No han faltado los subsidios en especie o en dinero. Resulta que, como lo demuestran las cifras arriba señaladas, las usufructuarias han sido las empresas multinacionales, principales exportadoras de América Latina y el Caribe. Estas naciones compiten ruinosamente entre sí sólo para enriquecer a los ricos de las naciones ricas, quienes, a causa de las políticas de liberalización, rápidamente atrapan el mercado exterior e interior de la región, en perjuicio incluso de los grandes grupos locales. Si ése es el balance de la apertura económica de los años noventa, ¿qué se puede esperar de una rebaja generalizada de aranceles y del libre movimiento de capitales como los planteados por el ALCA?

Estados Unidos acude además a toda clase de triquiñuelas para patrocinar al gran capital de su país, al que se niega a dejar a merced de las fuerzas del mercado. A Brasil le obstaculiza las ventas de acero, pretextando dumping; así procede también con la miel de Argentina, la uva de Chile, el azúcar y el atún, para citar unos pocos ejemplos. Ante la petición de que se revisen las leyes que facilitan tales procederes, la Casa Blanca contesta tajantemente que ése es un asunto interno. Como si fueran poco, Boeing, Caterpillar y General Electric, entre muchas otras, reciben generosos créditos del banco estatal que promueve las exportaciones, el EximBank[10].

Así es el imperialismo norteamericano. Utiliza argumentos doctos y altruistas para defender los intereses más mezquinos. Investido como ángel guardián del libre comercio, impone las reglas y al mismo tiempo les hace trampa; se erige en policía del medio ambiente dando órdenes a los demás, mientras se niega a reducir las emisiones de gases tóxicos con que se había comprometido en la Conferencia de Kyoto; alardea de defensor de los derechos laborales cuando plaga al Continente de “talleres de sudor”, donde se explota inmisericordemente la mano de obra; y en la misma medida en que pregona la libertad de circulación de mercaderías e inversiones, levanta valladares y con perros de presa y gendarmería da caza a los mexicanos que quieren ingresar a su territorio. En fin, parlotea sobre toda clase de derechos pero simultáneamente despoja a los pueblos hasta de los medios indispensables de subsistencia.

México en las garras del Nafta

Con el ALCA, América se convertirá en una inmensa zona franca potencial para los monopolios estadounidenses, que buscan gentes que trabajen duro y cobren poco. En la contienda por los mercados internacionales es definitiva la rebaja de costos mediante el envilecimiento de los sueldos. Por ello Alemania traslada operaciones a Europa Oriental, Japón al Sudeste Asiático y Estados Unidos tiene en América Latina y el Caribe el más gigantesco y barato ejército de reserva. Favorecidas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Nafta, las multinacionales gringas han establecido en México una gran cantidad de maquilas donde se pagan míseros salarios, lo cual les ha permitido retomar la iniciativa y desplazar de su propio mercado a las empresas japonesas y europeas que les disputaban renglones como la confección, la electrónica y la industria automotriz. Sí, en México se ha incrementado la inversión extranjera, pero el desempleo y la pobreza proliferan. Según Julio Boltvinik,[11] investigador del Colegio de México, el 72% de la población, unas 70 millones de personas, vive en la penuria y cerca del 30% de los ocupados se rebuscan en el sector informal. El país se ha visto obligado a hipotecar su petróleo y otros recursos ante el agobio de la descomunal deuda externa, multiplicada por los descalabros financieros que han provocado los especuladores de Wall Street. La economía de-pende totalmente de su vecino: el 90% de las exportaciones van a Estados Unidos y los amagos de crisis del tío Sam ya han significado el despido de miles de trabajadores del país azteca. El ALCA no es otra cosa que la extensión del Nafta a toda América, cuyos efectos ya conocemos por la situación de México, pero sus consecuencias serán aún más devastadoras, pues se agudizará la competencia entre las regiones pobres del Continente. El desempleo azotará con mayor violencia. Pero las compañías extranjeras tampoco crearán puestos de trabajo, pues muchas de sus instalaciones serán cerradas porque ya no tendrán que “saltar la barrera arancelaria” que antes las obligaba a abrir factorías casi en cada país. Libres de aranceles, podrán cubrir el mercado continental con unas pocas fábricas en las zonas de mano de obra más barata. Con menor inversión controlarán un mayor mercado. La concentración y la centralización del capital van en demérito del empleo y del bienestar de los pueblos.

El presupuesto, codiciado botín

El ALCA obligará a que todos los servicios públicos y contratos gubernamentales se privaticen y queden sometidos a la vigilancia internacional. De ésta no escaparían la salud, la educación, los alcantarillados, los caminos, los acueductos ni, por supuesto, las telecomunicaciones. Las normas de contratación estatal abrirán las puertas a las firmas multinacionales, arruinando a las compañías constructoras y de ingeniería domésticas. Los consorcios, protegidos por una especie de carta de derechos, podrán exigir la derogatoria de leyes nacionales o de cualquier medida que favorezca a los productores locales o a la población. De igual manera, los tribunales internacionales de arbitramento, bajo control de los financistas, fallarán todo pleito en el que estén interesados los monopolios. Además, se contempla la “desregulación” de las instituciones financieras, que completará la toma del sistema bancario por parte del capital gringo.

Sometidos a una abrumadora competencia, los países verán agigantarse el desbalance comercial, que los empujará a un mayor endeudamiento o a “atraer” inversión extranjera en condiciones cada vez más ruinosas. Otro tanto ocurrirá con los ingresos de los Estados, que se mermarán por las reducciones arancelarias y de los impuestos al capital. La venenosa medicina de ajuste del Fondo Monetario Internacional obligará, pues, a un mayor recorte del gasto y a una política de impuestos más lesiva para la población.

En las negociaciones se concede particular importancia al reconocimiento de las patentes, con el fin de monopolizar y aprovecharse de los avances científicos. Recientemente las farmacéuticas Merck, Bristol, Glaxo, Boehringer y otras han objetado la producción y venta de las drogas genéricas. Las compañías Cipla y Hetero International, de India, están produciendo un medicamento equivalente al zerlt, un compuesto genérico contra el SIDA, a $ 70 y $ 47 dólares respectivamente, mientras que Bristol cobra casi 3.600 dólares[12]. Para mantener tales ganancias fabulosas las multinacionales se afanan por prohibir esta clase de drogas y encarcelar a los “piratas”, como llaman a quienes las elaboran. Sin duda alguna, ésto constituye un crimen de lesa humanidad y un atentado contra el avance de la ciencia. Los mismos intereses mueven a las casas productoras de video, cine y música. La voracidad de los monopolios llega al extremo de que quieren patentar el genoma humano.

Aunque la dolarización no figura como uno de los objetivos explícitos del ALCA, sí es otra amenaza que pende sobre toda América. Es, ni más ni menos, que poner la política monetaria de los distintos Estados bajo el mando de Wall Street y de la Reserva Federal estadounidense. Argentina ató su peso al dólar para garantizar a los inversionistas que no sufrirían pérdidas por la devaluación y les prometió a los gauchos que se estabilizaría la economía. Animados por ello, diversos grupos financieros han venido adquiriendo propiedad raíz, empresas y valores de toda índole. La deuda agobia al país austral y el gobierno, que se obstina en mantener tan lesivo sistema monetario, ha aplicado una brutal restricción de gastos. Las exportaciones, lastradas por una moneda sobrevaluada, han perdido mercados y la recesión agobia a la economía desde hace más de treinta meses. Con las tribulaciones propias de un país que unce su moneda al dólar, Argentina se ha convertido en el más inestable de la región. Precisamente por ser uno de los principales mercados emergentes, se “contagió” de las turbulencias monetarias de México, en 1995, Asia, Rusia y Brasil, en 1997, y la muy reciente de Turquía.

Zarpazo al Mercosur y a Brasil

Aparte de los ya mencionados, Ecuador sufre el azote de una profunda crisis financiera y fiscal, Colombia se sume en la recesión y en el desempleo, y el continente entero enfrenta el agobio de una deuda que se agiganta, a pesar de que las disposiciones del FMI han apretado tanto el cinturón que llega a estrangular. Los mercados internacionales temen que se llegue a una moratoria generalizada y exigen aún mayor ajuste. En síntesis, la apertura económica ha abatido a todas las naciones de América Latina y el Caribe. Y se trata sólo de una antesala del ALCA.

Deuda externa[13]

País Porcentaje del PIB Monto en millones US $
Argentina 45% 147.667
Brasil 53% 236.200
Chile 53% 37.334
Colombia 40.3% 33.263
Ecuador 81% 11.240
México 16% 92.200


Tasas de desempleo
[14]

País Tasa %
Argentina 14,7
Brasil 6,5%
Chile 9,1%
Colombia 17,8
Ecuador 11,5
México 2,26

Por las dimensiones de su territorio, población y mercado, Brasil ha sido el principal objetivo de Estados Unidos. Para obligarlo a aceptar el ALCA, Washington atrajo a Chile y a Argentina y chantajeó con que ésta abandonaría el Mercosur y se sumaría al Nafta. También se promovió el cambio de orientación de la federación industrial. Samuel Pinheiro Guimarães, ex embajador y director del centro de investigaciones del Ministerio de Comercio Exterior del país, denunció erguidamente los propósitos imperiales del ALCA y sus funestas consecuencias para Brasil[15]. Recomendó defender el Mercosur y aplazar el ingreso al ALCA, lo que provocó la ira del gobierno de Cardoso, que lo destituyó.

En la Cumbre de Quebec quedó clara la intención de desplegar una mayor injerencia en los asuntos políticos de los diferentes Estados. Se afirmó que la Organización de Estados Americanos, OEA, debe tener un papel más protagónico en la defensa de la “democracia” y que el gobierno que se aparte de los cánones ha de ser aislado. Lo anterior, mientras el régimen de Bush adelanta el Plan Colombia, mediante el cual interviene militarmente no sólo en nuestro país, sino también en los vecinos. La recolonización no deja cabo suelto.

El ALCA tampoco impedirá la crisis

Para atajar el desplome de las utilidades y la parálisis de su aparato productivo, Estados Unidos impulsó, en la década pasada, la apertura económica. Gracias a ella adquirió materias primas a precios declinantes, compró empresas que se privatizaron, rebajó los costos laborales y sacó de la liza a muchos adversarios. Su economía, que sufría una grave caída, se reanimó, aumentaron las ventas y las utilidades, y en los precios de las acciones se desató una verdadera orgía especulativa, en particular en los de las empresas de alta tecnología. Esos éxitos, por la ruina que han provocado en todo el planeta, han hecho que otra vez se reduzcan las ventas, se compriman las utilidades y desmayen los mercados de valores. El ALCA podrá darle un nuevo aunque transitorio respiro a la gigantesca pero tambaleante economía norteamericana, sólo que a costa de una más profunda y más dilatada crisis. Encontrar salidas a la producción excedente, hallar negocios en los cuales ocupar lucrativamente las masas de capital que tienden a quedar ociosas, menguar los costos, sea mediante el uso de tecnología que desplaza a miles de obreros o bajando los salarios: esas son las necesidades que gobiernan tiránicamente la conducta del imperialismo. Devorado por esa sed, concentra y centraliza incesantemente los capitales, se apodera de nuevos mercados y subyuga naciones. ¡Cuán certero fue el análisis de Carlos Marx!: “Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence la burguesía estas crisis? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”[16].

¡Todos contra el bandidaje gringo!

Estas palabras de Marx cobran mayor vigencia en la fase imperialista del capitalismo. El ALCA consiste en la destrucción de una masa de fuerzas productivas: las industrias, granjas y comercio de América Latina y el Caribe. Y es la conquista y explotación más intensa de estos mercados. También es cierto que el comportamiento rapaz de Estados Unidos sólo prepara nuevas crisis y mina las salidas de ellas. Lo más importante es que los pueblos están respondiendo de manera cada vez más erguida a la acometida imperialista. El mundo se polariza entre una aristocracia financiera y miles de millones de seres que enfrentan la explotación y el rápido deterioro de sus condiciones de vida. En América, obreros, campesinos, estudiantes, desempleados, intelectuales y pequeños propietarios de la ciudad y el campo manifiestan con energía su indignación contra el ALCA y las demás disposiciones imperiales. Los industriales y empresarios agrícolas también expresan su inconformidad y las voces de rebeldía se escuchan desde el Canadá hasta el Cono Sur, sin exceptuar a los Estados Unidos.

Durante su reciente gira por Europa, Bush fue recibido en Bruselas con una gran pancarta que decía: “George W. Bush: ¡Outlaws not welcome”[17].

En la medida en que los pueblos de América calan las aviesas intenciones de la Casa Blanca, se va escuchando, en las más diversas lenguas, modernas e indígenas, el mismo rechazo vigoroso:

¡Os bandoleiros não são bem-vindos!

¡Les bandits ne sont pas bienvenus!

¡Maraiñeno maëjtde kome gatruiñega![18]

¡Los bandidos no son bienvenidos!

 

Publicado en Deslinde N° 29
Septiembre de 2001


[1] “ALCA, todo por negociar”, Portafolio, 24 de abril de 2001, pág. 22.

[2] Handelman, Stephen, “Cumbre de las Américas, ¿Paso adelante o estancamiento del libre comercio en Quebec?”, en Time, 11 de abril, 2001.

[3] Ibídem.

[4] The Economist, marzo de 2000, “Agriculture and Technology, Growing pains”, págs. 3-16.

[5] Ibídem.

[6] Ibídem, pág. 4.

[7] Fernández, Raúl, “El cura predica pero no aplica”, en Tribuna Roja, 26 de abril, 1997.

[8] Cepal, Informe de la inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe, 2000.

[9] Ibídem.
[10] Portafolio, marzo 14 2001, pág. 31.

 

[11] “En México, pobres y ricos están cada vez más lejos”. Portafolio, septiembre 11 de 2000, pág. 26.

[12] El Tiempo, Wall Street Journal Americas, 7 de marzo, 2001, sección 2, pág. 3.

[13] Pulso Latinoamericano, Grupo de Diarios de América, julio de 2001, pág 7.

[14] Ibidem. Hay crecientes evidencias de la manipulación estadística. En Colombia, las cifras de desempleo bajaron de más de 20% a casi 18%, cuando la situación de la economía no ha mejorado. También llama la atención que México tenga una tasa de desempleo menor que la de Estados Unidos.

[15] “Embaixador Samuel Pinheiro Guimarães questiona Alca”, Correio da Cidadania, abril 2 de 2001.

[16] Carlos Marx, Federico Engels. Obras Escogidas en tres tomos. Ed. Progreso Moscú. Manifiesto del Partido Comunista, págs. 116-117.

[17] Washington Post, pág. A01. “Bush Tries to Sell NATO on Missile Defense Plan”, junio 14, 2001.

[18] Frase en uitoto, cuya redacción debo al profesor Eudocio Becerra, de la Universidad Nacional de Colombia.

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