La comunidad universitaria no debe perder “estos momentos de efervescencia y calor” ni dejar escapar esta ocasión para lanzarse, en agosto o a más tardar a comienzos de septiembre, al paro nacional indefinido con el fin de hacer abortar la intentona santista.
Desde el pasado viernes 6 de mayo se vienen desalojando mediante el uso brutal de la fuerza centenares de familias, hombres, mujeres —muchas embarazadas—, niños que desde el lunes anterior se tomaron más de una docena de predios de engorde, públicos y privados, de las cabeceras y de algunos corregimientos y veredas de los municipios de Apartadó, Chigorodó, Carepa y Turbo, en el Urabá antioqueño.
Miles y miles de estudiantes universitarios desfilaron en casi todas las capitales del país, constituyendo el más nutrido y entusiasta destacamento de la movilización del 7 de abril, en la que también participaron masivamente los educadores, los operarios de la ETB y otras organizaciones que enfrentan la agresiva política de despojar a la gente de los derechos y de rematar los bienes de la Nación.
Pocos días después de que Juan Manuel Santos divulgara su proyectada reforma a la educación superior, los estudiantes protagonizaron, la semana pasada, indignadas protestas.
Santos y el Ministro Cardona se apresuraron a decir que de todas formas la tabla de fletes será eliminada, lo cual muestra la actitud tramposa que asumen y anuncia que las negociaciones serán bien difíciles y que, quizás, lo logrado es tan sólo una tregua que la ACC debe aprovechar para resumir las lecciones y para preparar la próxima batalla.
Al impulso de los titulares de prensa y de los discursos, Colombia está envuelta en las fumarolas de “la unidad nacional”, que de manera tan pomposa anunciara Juan Manuel Santos.