Rechazamos las tropelías del régimen contra la producción interna. Nos oponemos a las importaciones de azúcar o etanol, pero rechazamos que esta posición de principios sirva para disimular las fronteras de clase y poner a obreros y campesinos a servir de furgón de cola de la oligarquía burgués terrateniente. Condenamos la proditoria teoría del “gran barco” que esgrime muy a menudo Robledo, para jurar que él ni su partido proponen “acabar con la propiedad privada” —toda, sin diferenciar entre pequeña y grande, monopolista, nacional o extranjera.