Por Alfonso Hernández
Un cierto grado de alucinación parece constituir rasgo común a las alocuciones de los déspotas que llevan años en el ejercicio del mando, pues necesitan convencer a los súbditos de los beneficios indemostrables de su dilatada y onerosa gestión; no obstante, el discurso de Álvaro Uribe en la instalación de las sesiones del Congreso parece haber superado a aquellos de sus pares, ya que el relato de los portentos de la Seguridad Democrática no se arredró ante ninguna evidencia.