¿Cuestión de familia?

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En una muestra más de la miopía de la clase política colombiana, el senador Héctor Helí Rojas, precandidato presidencial por el Partido Liberal, publicó el pasado 17 de julio una columna en el periódico El Tiempo, titulada “Crear el Ministerio de la Familia”.

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Por. Roberto Herreros

“Las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre los dulces lazos que unen a los padres con sus hijos, resultan repugnantes a medida que la gran industria destruye todo vínculo de familia para el proletariado”.

Carlos Marx y Federico Engels

Manifiesto del Partido Comunista

En una muestra más de la miopía de la clase política colombiana, el senador Héctor Helí Rojas, precandidato presidencial por el Partido Liberal, publicó el pasado 17 de julio una columna en el periódico El Tiempo, titulada “Crear el Ministerio de la Familia”.

Allí el senador liberal asegura que “La actual crisis social de la Nación obedece a la desintegración de las familias”, y a renglón seguido da unas cifras de maltrato infantil, sin ahondar en su aseveración.

Se equivoca el Senador, y confunde las causas con los efectos, pues, como lo demostraron Carlos Marx y Federico Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista, la familia no se desintegra como acto caprichoso, sino como un producto del régimen capitalista de explotación:

“¿En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa?  En el capital, en el lucro privado.  La familia, plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública”1.

Nada más contundente.  El engaño de la propuesta del senador Rojas radica en que se le endilgan todos los males a la familia, pero como ésta no tiene doliente, el precandidato liberal se limita a plantear una salida burocrática.

Pero ¿cómo solucionará éste ente oficinesco el problema de los horarios laborales tan extensos que no les permiten a los padres de las familias de los explotados atender a sus hijos? ¿Por qué no se señala que mientras estos están trabajando, sus hijos están siendo “criados” por los medios de comunicación, por la basura televisiva? ¿Por qué no se resalta que es imposible que una familia se desarrolle plenamente si debe estar deambulando por las ciudades sin un lugar fijo dónde habitar? ¿Aliviará el Ministerio la situación de cientos de miles de víctimas de los paramilitares que han poblado los campos y las ciudades de viudas y de huérfanos? ¿Cómo, cabalmente, se les puede exigir a estas personas que no tienen tierra, que no tienen empleo, salud y mucho menos educación, que se hagan cargo de la crianza de los niños, que según se entiende son el futuro de la nación?

El Ejecutivo pontifica sobre el valor de la familia, lanza peroratas interminables en torno a las funciones de la “célula fundamental de la sociedad”, pero cuando se trata de amparar a los miembros de ésta, tumba en el Congreso la ley de reparación a las víctimas de los paramilitares, aduciendo el mal estado de las finanzas públicas.

Que la desintegración de la familia es la causante de la crisis moral del país: falso.  Embuste de los oligarcas para seguir saliéndose con las suyas y poner a jugar un problema económico y político en el campo de la ética.  No es precisamente porque sus familias estén desintegradas, que los hermanos, primos y gran parte del árbol genealógico de los mayores líderes políticos del país, empezando por la muy unida familia presidencial, se encuentran ahora incursos en líos de corrupción, cohecho, prevaricato, secuestro, paramilitarismo, narcotráfico, y un sinnúmero de delitos.

Por último, el senador pro familia señala que: “El apoyo estatal no debe reducirse al asistencialismo, sino basarse en el amor y el afecto que la familia debe brindarles a los indiviudos. Este Ministerio propenderá a mejorar el entorno familiar y diseñará e implementará políticas en este sector”.  Resulta pues que no hay marco económico que determina el desarrollo del hombre en su ámbito familiar, sino meras cuestiones de “sensibilidad” humana; el reinado de los afectos sobre los hechos: así todo debate serio se acaba.

Son estos los hombres que representan al pueblo; son estos los hombres que en su nombre legislan; son estos los voceros de “una democracia sólida”, como la colombiana.

Muy lejos de las elucubraciones parlamentarias, están quienes a diario salen de su casa dejando a sus hijos y familias a la deriva.  La mayoría de la sociedad colombiana que lucha contra la opresión y la miseria para conquistar un nuevo país, una nueva nación, en la que “vivir” no se reduzca a la angustia cotidiana y los niños no estén abocados a degradarse en la pobreza.

Notas

  1. Marx, Carlos y Federico Engels (1980).  Manifiesto del partido comunista.  Moscú: Progreso.

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