Colombia atraviesa por una de las situaciones más críticas de su historia. El dominio que ejercen los Estados Unidos sobre el país se hace cada vez más asfixiante: el capital extranjero controla parte considerable de las minas y demás recursos naturales, la industria y el comercio, la banca y las comunicaciones. Especula a sus anchas en la bolsa de valores y con los bonos del Estado y de las empresas. Más grave aún, directamente o por medio de los organismos multilaterales, los Estados Unidos imponen las políticas económicas — lesivos tratados de inversión, comercio, manejo de la moneda, la tributación, el gasto público, etc.—.