La pandemia del covid-19 ha puesto de relieve, como nunca, el fracaso del sistema de salud basado en el aseguramiento privado, creado por la Ley 100. Desde antes de la emergencia el país ya vivía el drama de las salas de urgencias colapsadas; del paseo de la muerte; de la negación de servicios, procedimientos y […]
Con frecuencia, se niega la posibilidad de “la utilización de cosas o servicios”, pero eso sí, se garantizan los derechos, es decir, se cobran: ¡todo honor y toda gloria a la Constitución de 1991 y a sus constituyentes!
La verdad es que desde su creación, al convertir la salud en un negocio, el sistema de la Ley 100 le puso a la codicia privada el más grande y perverso de los incentivos: una torta que hoy suma 30 billones de pesos y de la cual las EPS han querido sacar la mayor tajada posible.
La inconformidad nacional contra el modelo de la Ley 100 debe juntarse en un gran frente de lucha capaz de convertir la rebeldía existente en un poderoso movimiento de resistencia civil, el cual debe emprender todas las acciones necesarias para propiciar una reforma que recoja las demandas populares.
Creo que es hora de que el médico colombiano se baje del pedestal de creerse inmune a la crisis integral del sistema de salud y deje de refugiarse en argumentos meramente académicos o de apostolado y asuma el liderazgo perdido en todos estos años.